Encuentros sorprendentes

del libro inédito Como la vida misma de Carmen Cazurro

Gimnasio de «Pito»

La vida iba trazando su curso. Aunque sus padres idos aún pululaban por su casa y la acariciaban cuando se sentía tan huérfana de afectos, tan lejana a la expresividad de hijos y nietos, sin contacto, sin caricias, sin recuerdos… veía con claridad su desubicacion en el ambiente universitario- al que tantos afanes dedicó y empezó a urdir la salida de él con una especie de indignación y furia moral con las que quería contrarrestar su fragilidad. Tenía que retirarse, se dijo como en una especie de revelación en que la costumbre le repetía: ¿qué pinto yo aquí? . Entonces hizo el gesto arremangado del que se prepara para asumir la pesada carga de una faena imprecisa aún. Antes, culminó su larga etapa, desde 1996, como fundadora y editora de revistas; presentó un poemario; culminó un libro de amplios alcances históricos, sociales y literarios en Puerto Rico; produjo y dirigió un documental histórico sobre el 50 aniversario de su Universidad  y celebró con sus estudiantes de Honor la última Noche de Gala como Directora del Programa durante diez fructiferos años, especie de Ultima Cena con sus discípulos.

Luego, un Crucero por el Meditarráneo la sacó de la atonía vital que supuso el papeleo y las gestiones burocráticas del cambio de vida decidido. En familia, y ante panoramas espléndidos, fue dulcificando el fin de una etapa a la que había dedicado mucha energía  y que había acaparado sus sueños e ideales en multiples realizaciones. Aun así, tenía que diseñar su vida, entretener el tiempo, mantenerse saludable para no perder autosuficiencia y sobre todo regalar a sus hijos la visión de una vida a tono con la imagen enérgica y prospectiva de los nuevos tiempos. Su gran faena se presentaba ahora como un esfuerzo físico más que intelectual. Se enfrentaba más que a la soledad a la pesada conciencia de ella.

Para mantenerse en forma, no para mejorar su figura precisamente, se presentó en un gimnasio y exploró un mundo de “artefactos” – en la Edad Media hubieran pasado a la categoría de torturas, eso sí, autoinfligidas, se dijo – para los que no se sentía preparada. Así que, ni corta, ni perezosa, contrató un instructor.

Aquel mundillo de musculaturas exacerbadas, camisetas reveladoras, pechos turgentes y traseros firmes no estaba hecho para ella, como tampoco el mundillo de soluciones arcaicas de las asociaciones cívicas, pero echó valor al asunto de enfrentarse a un nuevo ambiente y experimentar con los posibles quejidos de su cuerpo que si algo conocía bien era el sedentarismo de una silla de un escritorio.

En una rápida conversación, el instructor supo de las limitaciones de su cuerpo, producto de las secuelas del cáncer y ella de lo que iba a ser su entrenamiento gradual en el que iba a intervenir todo su cuerpo. Marion se sintió retada ante la posibilidad de mejorar su postura y su resistencia física. Entonces comenzó con su cuerpo tal cual: celulitis, prótesis, rollitos de grasa…

La personalidad de Pito era lo suficientemente poderosa para conducirla con fuerte amabilidad en todos los ejercicios. Su físico, claro está, no delataba un átomo de grasa y su musculatura era perfecta, no exagerada. Además, su trato era educado y predominaba dentro de su expresión  agradable una mirada masculina valorativa, de forma que el rostro resultaba  juvenilmente atractivo. Su grata compañía  permitía olvidar el sudor generado por el ejercicio y llegar con mayor o menor esfuerzo hasta los límites indicados.

La conversación fue fluyendo de ambas partes, sobre todo cuando Pito supo que Marion se dedicaba a escribir.  José M Nieves le confió su vida, una historia inesperada totalmente para Marion quien se había conformado con saber que era gerente del gimnasio y que había practicado fisiculturimo al estilo de un Arnol Schwarzenegger. Pero, no, estaba ante un exconvicto que pasó siete años en diferentes cárceles de Estados Unidos porque se vio envuelto en un negocio de drogas donde hubo engaño y traición de supuestos amigos emprendedores; un terrible incidente en el que, en contra de su voluntad, se había visto envuelto – esto se lo relataba entre mínimas pausas que necesitaba para respirar. Le habían contratado para vigilar la entrada a un negocio como ¨bouncer¨. Cuando le colocaron  en la cintura un arma para tales funciones, él se la sacó y la devolvió, pero las cámaras de seguridad registraron un simple intercambio.

Ella, mientras lo escuchaba, tendía a creerlo. Lo acontecido por él posiblemente terminaba flotando en esa atmósfera de lo inventado, como es propio de la materia narrativa donde ambas cosas suenan igual. Y le prestó atención sin perder sincronicidad con sus ejercicios.

El recluso número 35464-069 era un ser apasionado, leal y libre, características que conocían muy bien los que compartían sus facetas de pastor, cocinero o instructor de ejercicios. Cuando Pito rememoraba aquellas calamidades de su deplorable experiencia, como la de dormir encima de un cartón y utilizar un pedazo de pan como almohada, se trasformaba. Le invadía una fuerte diafanidad y el rostro se iluminaba; su mirada se perdía en horizontes indefinidos y sus músculos se relajaban. No brindaba explicaciones inconexas, ni trasmitía arrebatos confusos, ni se percibía una fijación enfermiza en su relato.

Mejor conocido como Vin, por su parecido con el actor Vin Diesel, había logrado el respeto de los otros reclusos que querían “parquearlo” hacia su lado. No admitían que fuera de su grupo alguien se destacara individualmente, pues eso era un síntoma de pérdida de poder. La primera ocasión en que otro preso lo retó a someterse con un “demuestra que eres un hombre”, le incendió la ira, su cuerpo se expandió como cola de pavo real y le propinó un fuerte puñetazo que lo llevó abruptamente al piso. La mirada de aquel círculo vicioso que los rodeaba añadía más violencia aún, pero cuando Vin rompió el silencio con una frase tan cortante como los “figos”que todos ocultaban bajo su ropa:  ¨Soy tan hombre como tú” . Acto seguido extendió su mano para ayudar a levantarlo y aquellas respiraciones, que más bien se parecían a extertores de futuros muertos que luchaban por la vida sin saber como, regresaron a otra normalidad. Lo aceptaron sin más.

Algo similar sucedió mientras  trabajaba en las cocinas, pues era común que los que manejaban alimentos, al distribuir la comida, disfrazaran la droga de alguna manera y así se distribuía sin percances ante las narices de los vigilantes.  En medio de tres sicarios, en un cuarto aislado de todo, les dijo: ¨A mí me culparon injustamente por intervenir en un negocio de drogas y estoy pagando por ello, pero no estoy dispuesto ahora a darles la razón a aquellos mentirosos y traidores. Así que no cuenten conmigo¨. Y, lo dejaron ir, sin advertir que las piernas le temblaban y el pulso iba a las millas.

Hubo de pensar y actuar como el preso que era y las imprudencias sobrevinieron, como la de adquirir un celular junto a su amigo ¨Sangre¨ quien, al convertirse en chota, por poco le implica en esos turbios  asuntos. Por suerte una conversación con la esposa de aquél ante algunos guardias que escuchaban, desmintió su implicación en los trasiegos del otro. En la cárcel se daban todos los sentimientos sustitutorios posibles, como la amistad, sin embargo Pito no gastó demasiadas horas en suprimirla. Ni lealtad, ni compasión, se dijo, e hizo de tripas corazón para seguir. Pero nada desaparece, ni se va del todo, por eso aquellos débiles ecos y huidizas reminiscencias surgían como antiguos restos desperdigados, como valiosos testigos de lo que pasó,  simplemente porque a Marion parecían importarle.

Con firmeza y generosidad Pito había soltado los lazos familiares llenos de promesas y arrastres hacia su sino incierto y los sustituyó por una firme resolución que le daba fuerza y vida. Lo tuvo claro: cada parte afectada por el detestable proceso de condena, denigración, lentitud del tiempo, el deterioro físico y mental posibles; Su esposa, sus hijos debían luchar por lo suyo sin la vacilación de sensiblerías.

Mientras iba de cárcel en cárcel federal, amanecía cada día con una mínima apariencia de normalidad, sin temores, pero con esperanzas, había adquirido la convicción de ser un elegido para sobrevivir en semejantes circunstancias de manera digna, sin distribuir culpas para disminuir la suya. Su fortaleza interior era, más que evidente, contagiosa. Así que Marion en su imaginación hizo de él un personaje al que había que retratar en toda su dimensión humana, con todas sus caídas y todas sus resurrecciones.

La vida pasada de su entrenador era ya un hecho histórico de su existencia y no un incómodo postizo en la actual. Se había apeado de cansancios, despechos, decepciones, ausencias, resignaciones… Había logrado desterrar aquel tramo de su vida de manera lenta y gradual, pero su necesidad de hablar era todo lo contrario, veloz. De vez en cuando un espontáneo y rápido beso en el cachete le alertaba de la entrada o salida de los asiduos al gimnasio, entre los que se encontraban policías y exreclusos como él a los que trataba con igual camaradería. Nunca metió a nadie en el mismo bote de aquellos desgraciados policías corruptos que habían sido los responsables de la pena impuesta por el juez.

A veces, la llamada de una chica preciosa, tipo modelo, interrumpía el tiempo que dedicaba a la supervisión de sus ejercicios. Era su hija que había crecido a la par que su degradante experiencia carcelaria “Mi padre tiene una gran historia que contar”, le comentó a Marion. Mantenía una excelente comunicación con sus dos hijos, a los que visitaba con frecuencia en Miami. Además, por una inverosímil conjunción de azares Marion supo que la primera esposa de su instructor y madre de sus dos hijos había sido, mucho tiempo atrás, estudiante de ella.

A Pito la prisión le reiteró en el leitmotiv que había guiado su infancia y juventud, dos épocas tristes en las que desparece el padre y la madre se refugia en la drogas. Ya desde entonces, su fortaleza parecía manar de un versículo de Josué (1.9) : Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas, ni desmayes porque Jehová tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas.

Semejante convencimiento de ser un elegido convencía a Marion de que la retribución de la almas, fortalecidas por las desgracias, es posible, pero ¿quién la consigue – se preguntaba: la confianza en una voz divina, las manos generosas en la rehabilitación, una nueva familia… o la fuerza interior de cada cual…?

Pero Sujeily, la compañera actual de Pito, también llamó su atención para no dar cabida a dudas. Su, apodo de Sujeily, conoció a su instructor en noviembre de 2017, cuando tenía 27 años frente a los 43 de Pito, y mientras éste seguía sometido a un control exhaustivo de su vida, en residencia, trabajo y horario durante todo el día.  Coincidieron en un negocio donde ella era secretaria y el empezaba su primer trabajo. Supo que era un ser invasivo y enredador, por su pasado de don Juan, y también que no era individuo capaz de eternizarse en una conquista.

Lo evadió hasta lo imposible. Tanto su familia como su mente eran tradicionales, pero ella siempre tuvo una pizca de rebeldía por lo que empezó a ¨hacerle la corte a él¨, ya que su libertad todavía estaba muy limitada. Ella era la que lo visitaba en su ¨Media casa¨ donde tenía que contestar a cualquier hora las llamadas de seguimiento de la policía.

Cuando ella se aseguró de que no era una necesidad sexual del momento y que Pito buscaba en ella una mente libre, dispuesta y emprendedora se convirtió en su pareja oficial. Joven, guapa e inteligente llenó su existencia codo a codo con él en un nuevo gimnasio donde buenos amigos le ofrecieron ser gerente.

Ya eran una pareja sólida y encantadora en el momento que Marion los conoció. Entonces, pensó en la vida como un conjunto de verdades inverosímiles que inesperadamente atropellan para revolcar la más intrascendente y vacua realidad cotidiana y, finalmente, cuestionarla. Pito le había mostrado una fisura para colarse en otra realidad más sórdida que existía, como tantas otras, paralela a su vida y Sujeily. por su parte, le reveló una esperanza real y una confianza inudita en otro ser humano.

El lastre del pasado no era tal para ellos, tan sólo una experiencia de dimensiones insospechadas con la que habían tropezado fuertemente, pero sin caerse, ni lastimarse. El apoyo mutuo fue una costumbre desde entonces. Se habían reunido con el objetivo de moldear cuerpos, sí, pero desde el sentido formativo y más humano que los inspiraba a ellos en su propia vida.

A veces una vive liviana, a costa de no ver su alrededor; a costa de no interesarse en él… o de ignorarlo, hasta que se produce un encuentro sorprendente, como éste que la reglaron Pito y Su.


Reacciones de Carmen Cazurro en la presentación de Desvaríos femeninos

Carmen Cazurro

Es un verdadero lujo contar con los estudiantes, que por lo general, le huyen a la poesía, argumentando que no la entienden. Por lo visto, ya se puede ahuyentar ese tabú.

En esta convocatoria de emociones no han faltado verdaderos compañeros del alma como Jose Neville Caraballo, Robert Mayer y Ana Cuebas a quienes siempre he distinguido por su personalidad tan profesional, como humana. Son verdaderos seres afines a mi, de forma que puedo afirmar que, en este sentido, he crecido entre ellos y con ellos.

Qué decir de los panelistas: Valentin Massa, Flor Pagan, Cande Gomez y Rafael Calderón que se han acercado a mi poemario como profesores, escritores y estudiantes, pues ha habido representación de todo esto. No sólo han leído Desvaríos femeninos con delicadeza, sino que se han detenido con cierta morosidad cómplice en las emociones con las que he intentado sublimar el sentimiento amoroso. 

Durantes años (49 exactamente) en mi caminar de fronteras entre Puerto Rico y España, he ido plasmando imaginativamente estos versos que no deben entenderse como la historia de un amor único sino como una historia de emociones variadas y dispersas en el tiempos relacinadas, eso sí , con el sentimiento amoroso.

Acertadamente los deponentes han develado mis influencias creativas, pues conocen que soy experta en literatura erótica y mística por mis conocimientos en la historia y literatura españolas. Los áarabes nos dulcificaron con el cultivo de los sentidos y el amor platonico; es decir, privilegiaron el deseo sobre el acto de consumación del amor. Y, en cuanto a los místicos, que nos hablaron de noches oscuras del alma, o de moradas dentro de nuestro cuerpo, siento una gratitud eterna por sacarnos de la negrura espiritual de su época.

El poeta mejicano Octavio Paz en su libro La llama doble definía el erotismo como la máxima movilización de los sentidos (y tenemos cinco -gusto, tacto, olfato, vista y oído- todos los seres humanos). Me incluyo entre los seres humanos que en vez de ir al gimnasio, prefieren ejercitarse en esta máxima y cren imágenes como éstas:.

siesta de abrazos

alegria de momentos

colores de fiesta

lealtad de afectos inseperados

infancia de membrillo

alfombra de amapolas

guiños lilas

rostro que coquetea entre luces y sombras

apresuradas lentitudes

vivacidad callada

pisar el aire

besos que viajan sin apellido

alas de un afecto

afán tentador

comlicidad latent

ruborizadas amapolas

camino blanco de tus palabras

audaces lejaníias

En la primera parte, se  dibuja un perfil de caballero milenario, con sonrisa de soberbio temple que guarda un hondo secreto en sus manos; de ternura ensimismada, cuya hombria produce chispas de fuego. Tiene lo que ella busca  aire, palabra, tierra y produce una magia lejana

Enla segunda , el alma sale a pasear, luego de una experiencia dolorosa y desea y busca las señales del paraíso. No hay ser retratado, porque ya es parte de un pasado.

En verdadedes infinitas hay decepciones y desencuentros. Se dibuja un hombre que se cree inmenso y único. La voz poetica siente que su amor se dsmorona en ruinas y decide contruir una nueva verdad.

Ahora mis lectores pueden recrear, experimentar, hacerse dueños de este poemario, pues ya no me pertenece desde el momento que he decidido publicarlo. 


El Carpe diem como antídoto de la nostalgia

Francisco Valentín

Llama mi atención del sugerente subtítulo del poemario: Hacia una poética de las emociones, ya que me ha recordado otro poemario anerior de la autora titulado: La sorpresa de la emoción, donde Carmen disfruta lúdicamente de las emociones, al estilo oriental de los haikus japoneses.

En otras palabras, Carmen caza las emociones, las captura y, finalmente, las encierra en unos versos de modo casi instantáneo, en especial cuando se trata de emociones que le produce la contemplación de la naturaleza castellana Y me refiero a cielos grises o de sol radiante; a trinos de pájaros; a los campos de trigos y amapolas; al cambio de estaciones que provocan en la voz poética el despertar de sensaciones, incluso me refiero a los recuerdos de la infancia en todo su esplendor de luz y de color.

El poemario muestra sutilmente el contraste entre la realidad de su tierra española con la realidad de América. A partir de este ir y venir entre fronteras es que comienza a recordar con nostalgia. Este es el marco de ensoñación que se establece en la primera parte del poemario. La palabra nostalgia, que se puede definer como la tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida, es la clave fundamental para entender la primera parte.

La voz poética va creando un mundo de ensoñación donde se van dibujando los rasgos físicos y espirituales de un destinatario ideal. Ciertas imágenes nos van presentando casi un cuadro al óleo de un caballero de mayor edad que la voz poética y que goza de gran prestigio por su autoridad y manejo de la palabra; podemos pensar en un escritor tal vez.

El paisaje castellano se presta perfectamente para el nacimiento y disfrute a plenitud de esta cercanía de seres afines en gustos, aunque – insisto- de diferente edad. Sobresalen elementos de una naturaleza que varía, según las estaciones del año comomo: los cardos, las amapolas, los trigales trigales…Una naturaleza que me precio de conocer bien, pues la conozco a través de mi viajes a España, pero que puntualizo: después de leer este poemrio, me emociona más””. Pues bien, dentro de esta realidad castellana se va desarrollando una relación amorosa que es, insisto pura ensoñación; es una imagen. Pero surge un obstáculo: la distancia que separa a la voz poética y el imaginado ser a quien ha elegido como objeto de deseo.

Una vez definido el ambiente idilico, la distancia y el deseo, hay que reparar en una apelación o llamado de la voz poética al otro ser, pues lo convoca a existir, a vivir, a dejar el mundo imaginativo. El poema Existamos es un claro ejemplo de lo que señalo:

Pero mi piel es ahora suave, voluble y alada.

Por mi alma, hasta ahora aletargada,

fluye la savia procaz

de mi deseo impúdico y voraz.

Ya soy todo un arco iris de abrazos

que esculpen en el aire tu figura.

La sed de amar se duplica, se multiplica y el hablante del poema y la figura idealizada se abrazan. Cuando finalmente se entrecruzan sus miradas, el tiempo que inevitablemente lleva a la muerte se detiene en un presente eterno. Entonces la voz poética se convierte en la cautiva de ese ser soñado e idealizado al que eterniza en un presente.

Hace finalmente un llamado para que toda esta ensoñación se convierta en realidad, en una existencia real cuando dice:

Cuando rozo exactamente el aleteo de tu mirada,

el tiempo detiene su negra escalada.

Cautiva de haberte creado, Ya no te puedo olvidar

Igualmente, en el poema Seamos, el amor ideal crece, se concreta; se torna corpóreo y el tiempo se detiene en las calles conocidas por ambos. Tanto el hablante lírico, como ese destinatario o figura idealizada se convierten en esencia, en seres reales de esta manera:

Y darte el brazo y su firmeza

con el paso detenido y elocuente.

Y la huella veraz

y la palabra luz

por tanta calle amada

entre tu vida presente

y la mía olvidada:

Encuentro en estos dos últimos poemas mencionados una insinuación al Carpe diem, esa filosofía que nos mostraron los escritores renacentistas donde se hace un llamado a aprovechar la vida presenta, ya que la muerte acecha y con todo acaba. Es el mismo llamado a disfrutar, a vivir el presente hace la voz poética.”


La construcción de la verdad desde un amor en ruinas

Candelaria Gómez

Recorrer el poemario Desvaríos femeninos, hacia una poética de las emociones, es ponerse en contacto con los tiempos de la poeta y participar un poco de los desvaríos que, en esa búsqueda femenina constante, a todas nos toca en mayor o menor grado.  Es ser participe y tocar con la punta de los dedos las emociones de una mujer que en alas de afectos y desafectos se ahoga en un torrente de vivencias y deja salir las emociones contenidas en un caudal de imágenes.   La vida que le tocó vivir no fue sencilla y, aunque no reniega de ella, las emociones se le atragantan a menudo y tiene que expelerlas en un poema que, como a través de un velo, nos deja percibir retazos de su interior. 

Para entender el poemario se tiene que hacer un recorrido por un Museo de nostalgias que le provocan Verdades sencillas hasta escalar en Voces infinitas que despiertan sentimientos profundos que creía dormidos.  En el poemario Carmen crea una realidad alterna que se nutre con sus emociones y vivencias a través de su paso por la existencia.  Ella construye su realidad desde las vivencias de un amor en ruinas, desde sus tiempos y sus dudas. Es un amor que, a fuerza de represión, emerge de las ruinas lleno de luz y se convierte, a veces, en un amor platónico que vivifica el alma de la poetisa que lucha para seguir amando a través de las infinitas formas del amor y a pesar de las desilusiones que el amor ha tatuado en su alma. 

Como un dios con su creación, ella tiene el poder de revelar el misterio que encierra cada verso, pero decide que nunca será una revelación total, provocando en el lector un deseo de desentrañar la madeja para conocer más sobre las motivaciones de la autora.

Hay que recordar que la poesía ofrece dos puntos de vista, el que autor quiere dejar ver, ya sea de forma sutil o atrevida y el del lector, que a través de su percepción busca la intención de cada poema.   La poesía es abstracta y está sujeta a la sensibilidad del lector, por lo que un poema puede tener infinitos mensajes, depende de quien lo lea y hasta del estado de ánimo que se sienta al leerlo.   Aclarado esto, comienzo expresando mi percepción sobre el primer poema, Asombro, que da inicio a la tercera parte del poemario.

El amor platónico y sutil expresado en los poemas primeros parece no conformarse y la voz femenina nos recuerda, que a pesar del tiempo y de la madurez emocional y física, su cuerpo se estremece aún al revivir el placer de los sentidos.  Ese placer la hace vulnerable al toque de otro cuerpo y vuelve a soñar y a asombrarse con las sensaciones que le inspiran el placer compartido, hasta poder tocar con los ojos de los dedos los rincones más íntimos para escalar y descender la montaña de la entrega que su sensibilidad inventa o evoca.

Disfruta la pasión perversamente femenina que le provoca robarle una y otra vez el alma al ser amado hasta que solo quede el cansancio compartido quemándose en el sol que se asoma e incita al cuerpo despierto a continuar el disfrute hasta que anochezca otra vez.

En medio de este viaje por sus vivencias la poetisa descubre con tristeza que el amor soñado quizás le llegó a destiempo y, aunque ella está dispuesta a vivirlo a plenitud, sus sentimientos no son igualados por el ser amado, lo que la hace repensar si vale la pena poner sus sentimientos tan preciados en una relación tan confusa.

En el poema Sin saber, establece el contraste entre el amor de ella, sin excusas ni evasivas, y el de él que rehúye el compromiso, tal vez por temor a perder su libertad y le corta las alas al amor que ella está dispuesta a entregar, a pesar de las experiencias anteriores.

Guarda su dignidad sin reclamarle nada y escribe su mejor página de poesía con su silencio salvador que es más elocuente que las palabras:

Aislados momentos sin futuro los nuestros.

Tú, incorruptible al yugo del amor;

Yo con el roce de tus despedidas

en mis manos, …

Por qué será que mis recuerdos

deambulan entre miles de palabras

que sólo tú proferiste…

Sus emociones se derrumban ante el contraste de sentimientos que se debaten entre las ruinas de la desilusión y la belleza del amor que, a pesar de sus heridas, aún vive en la grandeza de su espíritu.   En su poema Estallido expresa:

Qué hacer con este estruendo de ruinas,

con esta inusitada luz

que hace brotar los recuerdos

por cada uno de los poros de mi piel.

Al final, se percata de que el adiós es la única salida; quedarse y conformarse con las migajas de un amor a medias no es aceptable para una mujer que en el amor se da por completo.  No quiere exponerse al embate inestable de un amor que se debate entre las dudas y prefiere buscar su paz interior lejos de él, aunque le cueste vivir un periodo de oscuridad y de represión.

Para evitar que el dolor se agigante con el paso del tiempo y poder seguir viviendo sin aniquilarse por el desamor, decide comenzar de nuevo y lo expresa en el poema Te diré adiós:

Ya no permitiré

que entren tus sueños

en mi bahía estrellada.

A pesar de la aparente rendición que se percibe en el poema Te diré adiós, enseguida nos deja ver que su voluntad le impide darse por vencida y que no sucumbirá ante esta prueba, por lo que racionaliza su existencia, mientras siente los espasmos de la soledad.   No se echará a morir por él y se reinventará con los pedazos que rescata de la despedida y surgirá más fortalecida para enfrentar la vida con la fuerza que renace de su determinación. 

En el poema Soledad en espasmo nos deja ver su valentía para superarse y volver a empezar, sin permitir que la amargura mate su alegría de vivir.  Aunque no renuncia al amor, sí debe conformarse, al menos por un tiempo, con uno platónico, inventado desde su soledad, así será.   Prefiere continuar sola, pero dueña de sus sentimientos:

Volveré a montarme en el viento

con mi bandera perenne de amor.

Volveré a construir la verdad,

pero esta vez más fuerte

y más honesta.

En fin, el poemario es un diálogo con las vivencias, con las ausencias, con el amor en todas sus vertientes, con el desamor, con la desesperación y la esperanza y un conjunto de confesiones veladas, donde a voz poética deja entrever sólo lo que desea. 

No son confesiones desnudas, están vestidas de imágenes sensoriales que las cubre con un velo azul y misterioso que le permiten conservar el derecho sobre su creación, dejando en el lector un sentimiento inconforme porque anhela descubrir un poco más del mundo interior de la mujer que expresa sus desvaríos femeninos. 


Sobre el poemario Desvarios Femeninos

Rafael Calderón

De primera instancia, me llamó la atención el título Desvaríos femeninos.  Pensé que sus versos trasmitirían un progresivo estado de locura. Sin embargo, conversando con la autora, el verdadero propósito del título fue desvelado. Es decir, cuando se habla de desvaríos, se alude a quimeras, imposibles ensoñaciones, y huidas de sentimientos, desde un alma que se siente encerrada en sí misma. Precisamente, la parte de este poemario que generó gran curiosidad en míi se titula, Fuga de nostalgias.

Debo aclarar que, como joven lector, me agradó la facilidad con la que se lee el contenido del poemario. Es decir, sus versos no responden a un patrón clásico de rimas, medidas o estrofas, sino que parecen establecer la cercanía con el lector como si se tratara de una simple conversación al estilo de la poesía modernista más atenta al mundo de las imágenes y sensaciones. A mi entender este poemario sigue las huellas de Pablo Neruda, el poeta chileno que escribió los famosos 20 poemas de amor y una canción desesperada.

Por ejemplo, en el poema Seamos escuchamos una conversación con el TU, y leo: “Y encontrarte como entonces, vehemente, entre azules huellas de complicidad latente, con ese “me gustas rojo” en tu decir vibrante… En ese sentido, el poemario no resultó ser un gran obstáculo para mi lectura y comprensión. Es decir, pensé que tendría dificultad visualizando los parajes de Castilla con sus cambios significativos en las estaciones del año que yo no he podido presenciar en la isla.

De hecho, mientras leía el poema “Capturano fue extraño imaginar frente a mí las frías cencellas, ese fenómeno invernal que parece cristales congelados, o apreciar las alfombras de trigo y amapolas que forman los colores de la bandera de España. Dichas imágenes me iban resultando familiares.

Pero más allá de mi sentir, conversando con la poeta, supe que estos cambios de la naturaleza reflejan el estado anímico y, por consiguiente, el grado de nostalgia de la voz poética que personifica los parajes, porque se siente dueña de ellos.  De manera similar a Julia de Burgos”, en su conocido poema “Río grande de Loiza”, Carmen Cazurro plasma un sentimiento platónico que va subiendo de intensidad en la medida que se apodera de ella el recuerdo lejano del ser amado, su aire, sus palabras su tierra….

Por ejemplo, en el poema Captura la voz poética, se mueve y vive idealmente entre mundos opuestos e imposibles, sin desesperarse para caer finalmente rendida ante el ser anhelado:

Como las amapolas

recorren con sus ríos rojos

los campos de trigo

suavizándolos de oro,

así me emociona el viaje por tu vena

sensible a mis caricias

mientras mi fragilidad se desespera

y me recuerda que soy

tributo perecedero de la primavera

Pero, aun así, en tu invierno,

deseo que dibujes mis pétalos

en la fría cencella

y sepas que mi centro orgulloso de reina,

aún congelado,

está en ti siempre

incluso en el amanecer gris

que no quieres ver por la ventana.

Pues ya soy rehén de esa mirada

Interpreto que la voz poética es la primavera que desea dibujar sus amapolas en el invierno frío, gris y hasta congelado, del ser amado. Se puede deducir que, en este sentimiento deseable, hay una diferencia no sólo de tiempo o de país, sino de edad entre los dos seres.

Otro poema que acaparó mi interés es el titulado Soy la costumbre, pues creo que es difícil romper con la monotonía de una vida cómoda. Hace falta valentía como la que expresa la voz poética para aceptar el dolor que ello supone:

Sería bueno

atentar contra mi vida

aprender a caminar

de nuevo.

Me hace falta la herida

gritar tu nombre,

para variar,

desde el amanecer

Esta dolorosa libertad conlleva posteriormente un grito que a mí me parece feminista o al menos es un mensaje de asertividad. Lo apreciamos en Los pasos de la tarde, cuando la poeta confiesa:

Yo nunca sabré

si volveré a pisar el aire,

si podré seguir los pasos de esta tarde…

si lo mío es quedarme

o partir,           

pero una voz con donaire

sale en estos momentos

de los confines más hondos

y exclama presurosa:

yo soy la cita.


Erotismo y ensoñación

Dra. Flor María Pagán

El poemario “Desvaríos femeninos” de Carmen Cazurro es una reflexión sobre la esencia del amor, sus fundamentos vitales, sus encuentros y desencuentros.

Voy a destacar como el erotismo de estos poemas, tiene como trasfondo literario “El collar de la paloma”, libro del poeta árabe-hispano Ibn Hazm de Córdoba, del siglo XII (que me consta conoce la autora por ser el más bello y completo tratado sobre el amor cortés y por ser considerado como la cumbre de la literatura andalusí) y , por otro lado, quiero destacar la maravilla poética bíblica del “Cantar de los cantares” del Rey Salomón que también se cuela en el poemario. Ambas obras son joyas literarias sobre el tema amoroso de un valor incalculable para la literatura medieval y renacentista de España, y forman un acertado bagaje cultural presente en la poesía de la autora, castellana por excelencia.

La voz poética abre el prólogo de su nostalgia amorosa con el poema titulado “Acuarela de dolores”, donde manifiesta que se siente un poco como la “tierra” de Castilla, donde alimenta su alma romántica y “aguarda el momento” de la llegada del amor, en medio de sus campos. Éstos, de manera inesperada y silvestre, permiten que crezca el amor” en “colores”, “aromas” y “trinos” y diferentes estaciones del año””, particularmente la primavera y el invierno. Por tanto, es en los campos de Castilla donde la voz poética despierta al amor como si se tratara de un paraíso terrenal.

En el poema titulado “Llegando a ti”, la ensoñación del amor se convierte en realidad para la poeta, pues la amada avanza por “un camino de flores silvestres” para lograr acercarse al objeto del deseo. Las acciones verbales de “alcanzar”, “tocar”, “mirar” o “confundirse en abrazo…” (que se acompañan de un silencio de tres puntos suspensivos”), evocan el importante lenguaje de la mirada que alimenta el deseo.

 La visión en la primera parte titulada Fuga de nostalgias es neoplatónica, ya que evoca el mito de los amantes que, a pesar de la lejanía y la ausencia de contacto físico, ansían ser parte de una unidad originaria. “Yo soy la cita”, dice orgullosa la voz poética en el poema Los pasos de la tarde, al estilo de un poema del amor cortés oriental, pues ella se autoproclama:  la “señora natural de estas tierras castellanas…” que va al encuentro de un “milenario caballero”, y apunto que es la única vez que se nombra al objeto del deseo, al otro ser, con un sustantivo y adjetivo. 

Posteriormente, se desatan emociones mientras se produce el encuentro y es el esplendor de la naturaleza en toda su esencia, el que la prepara para el primer encuentro amoroso. Este aparece de manera insinuante en el poema titulado “14 besos”. 

Cada verso del poema se deleita en una parte del cuerpo: manos, nuca, cuello, cabello, labios, que ya fueron motivos de excelsa elevación erótica en toda la poesía castellana: desde los poemas musulmanes llamados jarchas, el Romancero y el Cancionero; pasando por toda la poesía renacentista que exaltaba el vivir al día o el carpe diem.

Es en este poema donde el detenimiento en la naturaleza desaparece para dar paso al culto del cuerpo Esos besos “sin apellido”, pues no interesa nombrar al amante aún, despiertan “la tierra árida en sentimientos y emociones y “viajan” hasta la casa del amado, de forma que  no quedan rincones, ni “balcones” que no reciban, en puro  éxtasis, el néctar de esos besos. La razón, representada en el sabio Salomón, aconseja a la voz poética “cordura”, pero el amor, que no sabe de lógicas, elige la “andadura”, es decir, la aventura de abandonarse a los sentidos y confiesa:

El primer beso va en la mano

como un sendero abierto.

El segundo, en el hombro,

cerca del cuello;

como paso del viento.

El tercero en la nuca,

bajo el cabello;

en hechizado lamento.

El cuarto, en la oreja;

convertido en anhelada queja.

El quinto, en mis labios

para que la soledad el sexto

desenrede de la madeja del séptimo tormento …

Como en el cuadro de Chagall, los amantes vuelan en pleno éxtasis., pues esta devoción, que parece basarse en la afinidad espiritual, sublima al amado en el verso final:

Tomo, me tienes mientras vuelo…

Soy leña abrasadora

 y tú…me mantienes ardiendo

¡Ah, tus catorce besos!

El erotismo, en materia literaria, es la metáfora del amor en todas sus dimensiones. El erotismo es la vida de nuestro cuerpo, en lo inherente tanto a la sexualidad, como también a nuestro pensamiento y todo lo que es espiritual.

En otras palabras, es dejarse fluir, comunicarse, hablar, asumiendo la responsabilidad y el placer de ser. Ya en el “Cantar de los Cantares” de Salomón se advierte ese juego de atracciones que interactúan, con pausas, avances, retrocesos, silencios y exclamaciones. Es el goce y deseo por la ausencia y presencia de lo amado, reflejado en los textos a través de la sugerencia. Cada momento erótico es como una caja de sorpresas donde la autora ha encerrado sus energías más potentes con las que tiñe todo con un manto de deseo. Enciende la brasa para que el fuego arda, pero lo hace lentamente, con la suficiente morosidad como para que el deseo crezca, se inflame y, luego, fulgure. Es una insinuación dulce y sugerente del placer sexual, visual y estético.

El fino erotismo elevado a la espiritualidad, está presente en Respiración:

Ahora que no pido nada,

ahora que no espero nada,

viene el amor

a levantarme entre sus brazos

con la suavidad del mar;

a dibujarme dentro de una postal de luz

con prodigios de plata

Por su parte, la ensoñación la construye la voz poética en la simple vibración que siente al respirar el aire del amado y así reflexiona en el poema Comunión:

Recibo toda tu vida

en un suspiro

y la resumo

en mi respiraciόn.

Es una visión neoplatónica que tanto para la poeta Carmen Cazurro como para el poeta cordobés, antes mencionado, la naturaleza del amor consiste en la unión de las almas que, en este mundo creado, andan divididas en el tiempo y en el espacio, con relación a cómo eran en su elevada esencia. El amor es algo que radica en la misma esencia del alma y así dice la amada con tintes místicos:

Mi calma hecha de humildades

va levitando hacia tu alma ….

También el sentimiento amoroso se vuelve enfermedad como bien explica Avicena, el médico persa, que el poeta cordobés cita en su “Collar”. Es el mal de amores, la melancolía que provoca la ausencia del amado en un poema como El eco de un suspiro:

Mi corazón golpea tu puerta.

Tú tienes lo que yo busco: aire

palabra, tierra….

Me vuelvo insoportable sin ti.

Muero de ti.

Precisamente, Carmen Cazurro desde su mirada femenina en el siglo XXI, nos convence de que ciertas emociones transcienden con el paso del tiempo. Cierro esta fuga de emociones con el poema Cosa de dos:

Vamos a guardar ese día…

Para tener memoria de nuestra vida

Los dos nuevos en el alma preguntándose:

Por qué ahora…


Haikus para la profesora Cazurro de sus exalumnos

Voz delicada
car
ácter de marfil
Carmen Cazurro.

Denise Durán

Su claridad
admiraci
ón produce,
gracias por todo

Bellerminda Rodríguez

Expresión pura
sentido de familia
en cuatro d
ías.

Sonia Rodríguez

Luz compartida
mujer inspiradora
fuente de bien.

Daniel de la Cruz

Alma que sueña
con voluntad de acero
sonrisa pura.

Elsie Soriano


¿Una ensoñación progresiva?

La poeta detrás de Desvaríos femeninos

Carmen Cazurro posee dos culturas, la española y la puertorriqueña, ya que llegó a la isla con sólo veintún años. Ella posee un Juris doctor por la Universidad de Valladolid, Maestría en Artes con especialidad en Estudios Puertorriqueños y del Caribe del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe; y Doctorado en Filosofía y Letras con especialidad en Literatura Puertorriqueña y del Caribe por la Universidad de Valladolid en consorcio con el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe (2004). Es escritora, catedrática de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, y miembro de la Academia de Bellas Artes.

Empezaré por los títulos: Desvarios a mí me suena a locuras . ¿Es éste el sentido del título?

Bueno la verdad que no. Yo me refería más con ese término a otros sinónimos. Por ejemplo, ensoñaciones, sueños, pero nada de locuras, definitivamente no.

¿La primera parte se titula Fuga de nostalgias. Cuál es el significado de nostalgia para usted?

En griego nostos significa regreso. Pues, yo estoy constantemente regresando a mi tierra de alguna manera en mi imaginario. Yo cierro los ojos y me veo instalada en Valladolid, mi ciudad o en los campos de Castilla. En ese sentido, me fugo de esta realidad puerrorriqueña -me escapo- y me voy a otra. En esas fugas, he compuesto muchos de estos poemas, atrapando emociones que he tenido allá desde aquí; escribiéndolas aquí.

¿Son tan imprescindibles para vivir estas nostalgias como para organizar con ellas un fuga mental?

Bueno, para mí la vida está hecha de emociones. En la medida en que las emociones se apagan, se olvida la historia personal. Entonces, cuando faltan los padres, los inmediatos familiares, te quedas tú sólo con tu historia, con la que ya ha pasado; sólo la recuerdas tú, ¿Quién la va a recordar? La generación de ahora es prospectiva, pero yo vengo de una generación de recuerdos, de nostalgias, de historias, y yo soy así. Yo soy nostálgica.

¿En cuanto a la temática… Llama mi atención la referencia a mundos fronterizos; a diferentes épocas del año con su variedad de clima y floración, sobre todo en la primera parte. ¿Es que se puede introducir una historia de amor con ambiente espacial-tiempo, lugar y ciscunstancias-, más propia de la prosa, dentro de estos versos?

Tú sabes porque eres estudiante de creación literaria, que existe una prosa poética y existe también una poesía en prosa. La mía está muy cercana a la poesía de Neruda que era dialogante, una poesía casi de conversación. No es una poesía de rimas, estrofas, sonetos, y metáforas; en suma, rígida; pues, a mí lo que me interesa es una poesía comunicable, que la gente la entienda, que se haga afín conmigo.

Doctora Carmen Cazurro y Rafael Calderón

En mi caso, mi poesía tiene una historia y trata de capturar momentos que se atrapan en diferentes estaciones del año, con su diferente fauna y diferente flora. Obviamente, sabes que en Puerto Rico parece que sólo tenemos verano como estación. Sin embargo, en Castilla, de donde yo provengo, hay primavera, verano, otoño e invierno. El invierno es un espectáculo de hielo.

La nieve se deposita encima de las ramas de los arboles, se congela, y produce como una figura de hielo preciosa. Eso se llama cencella. Por otro lado, en otoño, por las hojas de los árboles que forman una alfombra en el piso de diferentes colores como verdes y amarillas. Esto lo veis mucho porque estáis más en contacto con el otoño de Estados Unidos.

La primavera, es una floración extraordinaria de rosas, trinos, pajaros, y arboledas. En el verano, pues es la luminosidad de sol, las amapolas, la floración hasta de los caldos silvestres. Por lo tanto, yo le doy a mi poesía un ambiente en que se retrate una emoción amorosa o de otro tipo, pero en el fondo es una nostalgia por paisajes, parajes, y sentimienos.

¿En cuanto a los recursos poéticos… ¿En el mundo de imágenes que usted ha construido, cuáles destacaría y por qué?

Utilizo varias imágenes que se relacionan que ver con esa mirada que uno hace al paisaje castellano. Cuando yo veo las amapolas me imagino una alfombra roja; pero, qué pasa… al lado de las amapolas están los trigales que son dorados, y esos son los colores de la Bandera de España. Por lo tanto, yo estoy viendo la diversidad de colores, eso me está inspirando y siento que de alguna manera debo incorporarlo a lo que escribo. Hay un poema que escribí que es desde un balcón.

Recuerdo que fue una tarde en que abrí la ventana de un segundo piso, de un balcón y me di cuenta que la primavera había llegado. ¿Por qué? Por la diversidad de pajaros, castellanos -que si los menciono aquí no se conocen-. Entonces, la luminosidad del cielo en aquel momento era diferente. Fíjate, aquí las nubes en Puerto Rico parecen que se pueden tocar porque están muy cercanas. Esto le llamaba la atención al poeta Juan Ramón Jiménez pero en España las nubes son más lejanas: hay cúmulos, nimbos y cirros, hay diferentes nubes. Eso provoca una sensación de otro mundo que te está mirando.

Por otro lado, tú ves cómo la floración va empezando. Por lo tanto, todo eso te inspira, te emociona. Si algún sentimiento tú tienes en ese transfondo que estás viendo más lo imaginativo que sientes, pues surge la poesía. Recuerda que la poesía es creación, ensoñación; es como subirse de un mundo real, a un mundo suprarreal imaginario, en el que tú empleas metáforas, comparaciones, incluso, nuevas palabras.

Por ejemplo, yo tengo un neologismo que se llama dulcecielo,porque me parecía que era un cielo dulce que podía masticarlo, comerlo degustarlo. Por lo tanto, mis imágenes son siempre sensoriales, tienen que ver con el gusto (infancia de membrillo), vista, y olfato inluso. Además, hablo del olor, y, cuando hablo de mundos fronterizos, hablo de que hay una frontera entre Puerto Rico y España que es el mar.

¿Éste es su tercer poemario; ¿Guarda relación con los anteriores?

Siempre digo que la biografía de cualquier escritor se cuela por los libros.

Si hay un algún libro que tiene relación con este poemario, se llama Mujeres sin Edén. El poema que es “Tan sencillo”. En él hay un hombre y una mujer, que de alguna manera han vivido una pasión pero que al hablar entre ellos surge el hombre machista y ella que es una mujer liberada, chocan. Luego, se dice en el poema que el hombre machista y la mujer liberada emergieron de las tumbas de sus cuerpos y le dijeron adiós a su paraíso, se quedaron sin su Adán y sin su Eva, porque estaban acostumbrados a pecar -bíblicamente-, pero no con la palabra. Finalmente, la mujer deja al hombre.

En ese sentido, en Desvarios femeninos hay una parte que se llama Verdades Sencillas, creo que ahí está el poema Tan sencillo, en el que se explica cómo una mujer puede renacer de un amor en ruinas perfectamente, porque se quiere a sí misma. Es decir, no es cuestión de ser una ególatra, sino de afirmarse en afectos en emociones, en lo que ella cree.

Al principio usted habla de la naturaleza sin personificarla, ¿la posterior y progresiva personficación de la naturaleza alude al estado de desvarío de la voz poética, específicamente al grado de nostalgia que esta guarda o ambos?

Claro, evidentemente cuando yo recreo el verano me domina un estado más feliz que cuando yo recreo la cencella invernal.

Naturalmente, es mucho más nostálgico el invierno, porque éste tú lo vives encerrado en tu casa. En cambio, el verano lo vives afuera, caminando haciendo ecoturismo y todas esas activadades en contacto con la naturaleza. Así son los estados anímicos.

Hay un poema que expresa que la voz poética se siente señora natural de esas tierras castellanas. Es que en la Edad Media existían señores naturales. Es decir, dueños de las tierras pero es porque los campesinos lo eligían porque eran personas humanas, accesibles, y sensibles. Entonces yo me sentía señora natural de esas tierras porque, no es que me hubiera elegido el rey ni la reina. Es que me fundía con el paisaje y la gente; me sentía gente dentro ese paisaje y en ese sentido señora natural.

Usted ha mostrado preferencia por el tema erótico, por ejemplo en Mujeres sin Edén ¿Esta preferencia la llevó a personificar el ambiente, así como lo ha hecho Julia de Burgos en Río Grande de Loíza y Azul de tierra en ti, que tanto extraña de Castilla, o es que a través de la personificación de la naturaleza usted entiende que mejor puede describir la intensidad de la nostalgia?

Sí, tiene que ver mucho con la intensidad el que uno identifique la naturaleza como parte de ese amor platónico o de esa nostalgia, como tú quieras denominarla. Julia de Burgos, sentía en el rio grande de Loiza sus primeras sensaciones eróticas. El roce, o sea el río rodeaba su cuerpo, se sentía feliz; es la primera emoción de un cuerpo que no sabe qué hacer con las sensaciones que siente.

En mí caso, el paisaje siempre me ha envuelto de una manera especial ya sea la luz del cielo, ya sean las amapolas, sobre todo las amapolas, decir amapolas para mí es algo mágico -o la floración silvestre-.

La amapola es una flor sumamente delicada, de un día para otro se muere, pero es un rojo intenso. Por consiguiente, ver un campo enorme como los que hay en Castilla con amapolas, como si fuera una alfombra de colores, a mí me emociona. De hecho, tengo algunas fotos en esos parajes.

Realmente, para mí es importante la naturaleza. Es, digamos, dentro del erotismo que tú habías mencionado, importante porque recuerda que el erotismo -tema en el que digamos que soy experta, pues yo leo todo lo erótico que me cae en las manos- suele verse de manera deformada, como una afición a la pasión de una manera casi pornógrafica. No obstante, el erotismo es el disfrute de las sensaciones de una manera que lleva al placer de compartir esa emoción con otra persona -ya sea imaginaria o real-. Como diría Octavio Paz, poeta mejicano: “El erotismo es la máxima movilización de los sentidos”. Por ejemplo, Catorce besos, un poema escrito en un día de san Valentín, el catorce de febrero, ya sabes. Entonces, yo voy a dar catorce besos a ese ser que imagino y voy besándolo en el cuello en la mano en la cabeza, porque cualquiera que lea un tratado erótico sabe que en cada parte del cuerpo se producen sensaciones diferentes, se descubre un placer diferente en una relación amorosa.

Sobre Los pasos de la tarde:

¿A qué se refiere al decir: “yo soy la cita”?

Como voz poética me siento tan confundida con la naturaleza, que ya soy capaz de citar al amor, que el amor venga a mí. Hay otro poema que digo que voy a romper la monotonía, la cotidianidad de la relación porque me siento preparada para eso. Ya no soy la costumbre, ya soy otra persona. Por esta razón, “yo soy la cita” es como que la mujer determina con su actitud que el amor venga a ella. Ella no busca al amor, ella lo va a citar, lo va atraer segura de que la otra parte va a llegar.

¿En la creación de esta poema, usted consideró volver a España? ¿En algún momento la nostalgia llegó a ese punto?

Por supuesto, yo tengo hecho un reportaje en estos parajes que -fundamentalmente- son de un pueblecito castellano de origen arabe que se llama la Mudarra. Estos paisajes en ese pueblo -que estan a media hora de mi ciudad- son increíbles. Definitivamente, siempre que retorno a España siempre retorno a esos paisajes. Es verdadera nostalgia, el regreso a los orígenes.

Algo similar a lo que sintió Ulises en La Odisea. Pues en la odisea, Odiseo regresa a su casa en Itaca. En ese camino por su afán de nostalgia de su tierra de hogar y de su mujer, llamada Penélope, él sufre aventuras increíbles: el canto de las sirenas, el cíclope, ente otros; pero regresa. Pues a mí me pasa lo mismo, yo construyo una vida lejos de esos parajes, pero esos parajes me llaman, entonces yo regreso siempre.

Sobre Captura:

¿De quién es rehén la voz poetica?¿Por qué personificarlo -específicamente- con la mirada?

La voz poética la mujer siente la primavera, y sabe que la otra parte, es decir el ser hombre, vive en un invierno. Y dice, aunque yo me sienta primavera y tú seas invierno, ya yo estoy cautivada porque lo que me ha cautivado de ti es tu mirada, pues no se necesita ni la cercanía ni el físico ni el amor sexual ni nada, sólo la mirada. Esta mirada, es un elemento primordial en el desarrollo que tuvo el occidente en el amor platónico. Sabes que el amor platónico le llega a los españoles y a todos los países hispanohablantes a través de los árabes.

El amor platónico es un amor inalcanzable, que normalmente no lleva a ninguna parte; es un amor que tuvo mucho éxito en el siglo XIX con los románticos porque como había diferentes clases sociales pues no se podía hablar a cualquier mujer.

Desde la distancia, tú amabas a la persona, y la forma de decirle que tú la amabas era mirándola a los ojos; si los ojos hacían un leve parpadeo ya eso era correspondido. Había comunión de voluntades, y no se necesitaba más, porque la mirada aumentaba el deseo.

El deseo era una manera más de consumación. Los arabes siempre buscaban más aumentar el deseo del placer del amor que consumarlo. De hecho había una tribu, que vivió en españa, los hudríes, que practicaban esto como religión.

Preguntas de Soy la costumbre:

¿Quién es el sujeto a quien usted alude?

La voz poética esta diciendo que su sentir es cerrado, introvertido, silencioso, encerrado en sí misma, que nadie sabe de él, pero que ya algún momento sería bueno romper con esta actitud introvertida y salir al mundo, aunque hiera. Pues es mejor salir así y cambiar la costumbre.

La entrevista fue realizada presencialmente el 2 de noviembre de 2022 de 8:00am-9:00am, por: Rafael Calderón Pérez


Hostos (1839-1903) y Laguerre (1905-2005): la secuencia de una inquietud profunda sobre Puerto Rico

 Dra. Carmen Cazurro García de la Quintana

Catedrática de la UPR en Aguadilla y escritora

Nadie pone en duda la originalidad de pensamiento, la fecundidad literaria e ideológica,  la portentosa cultura, el culto a la ética y alto sentido del deber que caracterizan a hombres tan completos como Eugenio María de Hostos y Enrique Arturo Laguerre.  Pero, estos apuntes no están guiados por la idea de que nos encontramos ante dos especímenes definitivos, mantenidos en conserva con el fin de mantener incólume la cultura puertorriqueña y sacarla a pasear de vez en cuando.

I. La búsqueda de lo nacional 

Explorar en Hostos y Laguerre la idea de lo nacional nos lleva, en primer lugar, a una evolución que va desde lo antillano a lo americano, en el caso del primero; desde lo insular a lo caribeño, en el caso de Laguerre).

Hostos sostuvo un doble enfrentamiento con el coloniaje, primero con España, luego con Estados Unidos y lo hizo cuando aún no existía el derecho de los pueblos a su autodeterminación. Desarrolló su idea central política con un punto de vista internacional, a la luz de su educación en España y de experiencias diversas en países extranjeros, fundamentalmente suramericanos, que más tarde, supo iluminar con un marcado y consistente autodidactismo en todos los ámbitos del saber. No así Laguerre quien, prácticamente ,nace instalado en  un nuevo coloniaje, el norteamericano,  al que  pronto decide enfrentarse con un fuerte sentimiento hispanófilo, que comparte con su generación del 30 por algún tiempo. Más adelante, se distancia de  aquellos postulados para proponer una reconceptualización de la puertorriqueñidad desde el mestizaje. A partir de entonces enfila su pensamiento, tan universitario como autodidacta, a Iberoamérica. Algunas ideas propiciaron el cambio de uno y de otro.

En principio, Hostos tuvo como “idea dominante” la liberación y confederación de Las Antillas, idea que se expande, profundiza y se forja en verdadera dimensión americana, cuando, se decepciona por la traición de sus aliados en el contexto de una España republicana y liberal.

Ya no le preocupa simplemente la libertad política de Puerto Rico o Cuba o la Confederación Antillana como meta final; va más allá: a los conceptos de libertad y justicia universales. Por eso, interviene recurrentemente en la vida nacional de otros países americanos. Tanto Nueva York, como su primer viaje al Sur (1870-74) y sus posteriores estadías en Venezuela, República Dominicana, Chile y, finalmente, Puerto Rico y otra vez la República Dominicana dan fe de ello. En ese recorrido se produce la obra fundamental de su vida.

Otra nueva decepción le haría cambiar de rumbo. Al  estallar la guerra hispanoamericana. Hostos estaba en Chile y como había luchado por liberar a Puerto Rico de España hasta el año 1898, no pudo anticipar la invasión de Puerto Rico. Entonces decidió regresar para así participar del proceso inevitable de la transición política. Como había residido en Estados Unidos,  conocía muy bien este país y sabía que a los norteamericanos no les gustaba, la verbalización retórica, la dialéctica, ni la pomposidad, sino el poco hablar, por eso comprendió que su antiguo ideal no podría mantenerse inflexible y que se hacía necesario adaptarse a sus ideas democráticas.

En este contexto, cobra mayor relieve el reclamo de Hostos contra las pretensiones anexionistas de este país. Hostos reclamó el gobierno temporal del país interventor, Estados Unidos, y un plebiscito en que los puertorriqueños definieran su destino (esta idea la tomó del Senador Charles Sumner, quien la propuso para dirimir el conflicto entre Alsacia y Lorena y así evitar la Guerra Franco-Prusiana en el 1870. Sumner fue el abolicionista radical y colaborador de Lincoln que contribuyó de manera decisiva a derrotar en el senado norteamericano el intento del Presidente Grant de anexionar la República dominicana).

Pero Hostos no se conforma con buscar una fórmula procesal que devolviera los derechos a la Isla y pretende, además, que los puertorriqueños entablen una conversación de pueblo a pueblo con los Estados Unidos. En este sentido, concibe como estrategia política convocar a una Asamblea Nacional de carácter unitario, en la que estuvieran representadas todas las tendencias con respecto al estatus. Esa asamblea se tornaría en ente negociador en el Congreso, el Ejecutivo y la Corte Suprema de Estados Unidos. Pero, cuando se proponía preparar al pueblo para tal empresa liberadora,  se encontró con la misma realidad social que había enfrentado Betances en 1868: “un pueblo que a fuerza de enviciado por el coloniaje, aún los hombres más cultos del país, no se deciden a tener iniciativa para nada”. La incapacidad decisoria del pueblo, lo frustra y marcha al exilio donde se crece ante tal adversidad y se sitúa por encima no sólo de su pueblo, también de su época.

Como se ve el idealismo de Hostos estuvo sujeto a la mentalidad de un jurista que defiende el Derecho Natural. Cosa nada extraña si consideramos que conocía los textos de Curso de Derecho Natural y Filsofía del Derecho, traducidos en 1841 del alemán por el jurista español Sanz del Río. Defendió, tal y como lo hizo Bolívar, un cuarto poder: el de los electores, de forma que toda solución política debía ser viable según lo decidiera el pueblo. Incluso fue más allá de defender este cuarto poder, el electorado, al situar la soberanía en la sociedad, como organismo natural, y no en el Estado, al que consideraba mero artificio para darle funcionalidad. De más está decir que el exilio de Hostos casi fue perenne

Lo nacional en Laguerre no es un proyecto jurídico, ni internacional, como en Hostos, sino una intensa búsqueda de la identidad nacional, de qué somos y cómo somos, como paso previo a cualquier otro.

Frente a la subordinación política, propugnaba una afirmación ontológica y con ello una autonomía cultural. Le debe mucho al 98 español en su afán revisionista y en el acudir a la historia para comprender mejor la realidad del presente. También al existencialismo, al igual que Jean Paul Sartre, afirmaba que el hombre no tiene pasado, es su pasado, y por eso preconizaba la importancia que tiene para el puertorriqueño, por lo común desmemoriado de su historia, entender su realidad histórica. Para el escritor, la historia no se profundiza celebrando el Día de Muñoz Rivera, el Día de Hostos, o cualquier fecha relevante;  sino que se profundiza viviéndola en la intimidad, cuando uno está dispuesto a leudar la historia, es decir a vivificarla con afecto mediante sus leyendas y mitos. Seguía en esto a Unamuno, en su deseo de llevar la historia al pueblo sencillo,  y también a los grandes mentores griegos, Homero, Aristóteles o Platón, quienes a través de los mitos educaron a la juventud.

Pero, al igual que apreciamos en Hostos, se produce un cambio en Laguerre. De la búsqueda científica sobre lo que es único y diferente, el escritor evoluciona a una búsqueda de la identidad nacional con profundo afecto de la mitología, de lo histórico, lo social y lo cultural, en fin  Laguerre se separa de la idea dominante generacional  y propone una reconceptualización de la puertorriqueñidad hasta el momento definida por lo hispano con el emblema del jíbaro blanco del interior. Ante tal definición de búsqueda nacional, Hostos hubiera reaccionado, pues para él la imaginación y la fantasía dificultaban, por hacerlas más intensas, la realización de las ideas.

Aunque en toda su obra proyecta esa búsqueda nacional, quizá sea en dos novelas La resaca y Proa libre sobre mar gruesa donde se resalta de manera muy especial. La primera describe las postrimerías del siglo XIX. Es la época del General Palacio y los compontes, así como la lucha de los criollos por emanciparse, lucha en la que juegan un papel destacado las logias masónicas. Dolorito Montojo, alter ego de Laguerre cuyo nombre recuerda los simbolismos nominales de Rómulo Gallegos al aludir al dolor de los montes, encarna la gran crisis de fines del XIX, su sicología lo ubica en un “camino medio”. Su incapacidad para la gesta pudiera ser reflejo de la ausencia de dirigentes fuertes presentes en el Puerto Rico de fines del XIX, recordemos que Hostos y Betances estaban casi siempre fuera del país y su determinación por el autonomismo parece obedecer a la presencia poderosa y continua en el país de Baldorioty.

En Proa libre sobre mar gruesa, Laguerre ilusiona con la idea de lo nuestro , pero esta vez con las luces del siglo XVIII. Hay cambio de escenografía –las costas de Puerto Rico y el mar Caribe- y de propuestas a que nos tenía acostumbrados en su obra anterior. El protagonista es el corsario mulato Miguel Henríquez, hijo de esclava y zapatero que llegó a convertirse en el hombre más poderoso de la época, hasta el punto de recibir “La Real Efigie” del Rey Felipe V.

La obra tiene como punto histórico el desafío a la autoridad, pero lo importante es que en el personaje ya se ve una manera de ser y de pensar muy distinta a los peninsulares.

Pero el asomo a lo antillano, en Laguerrre, no sólo está reflejado en el espíritu aventurero y carácter subvertidor de un mulato corsario puertorriqueño como Miguel Henríquez, que astutamente saca partido de las luchas europeas que se desarrollan en el Caribe, también en la estructura tripartita de la novela que refleja además de la política puertorriqueña, la de las Antillas mayores que son tres.

El hecho de que en las novelas de Laguerre la aparición del status político es esporádica  o aparece como aspiración  abstracta y remota, es lo que ha provocado que se le haya visto como independentista y que, a su vez, los sectores independentistas le hayan tildado de frialdad ideológica y a sus personajes novelescos de indecisos y derrotistas. Sin embargo, el novelista no sólo proyectó una posición nacionalista, particularmente en sus primeras obras (La llamarada, La resaca), sino una idea de carácter universal en las que le siguieron. Del enfoque geopolítico y de protesta social pasa al enfoque existencial, a criticar la sociedad de consumo y el capitalismo deshumanizado. Si algo crece con fuerza en su novelística es la justicia social.

Patria pensada y patria imaginada

Entre la patria pensada por Hostos (a través de la legalidad jurídica y el Derecho) y la patria imaginada por Laguerre (mediante el conocimiento de la historia) está la profunda sed de conocimiento y la profunda sensibilidad hacia su entorno, aunque a la inversa esto no sucediera particularmente en el caso del primero. Creyeron en la educación y la escritura  como instrumentos para su pensamiento de patria y de modernización social.

La autenticidad de su empeño se debe a que ninguno de ellos obedece a imposiciones. Viene al caso citar a Jacques Monod quien, en su ya clásico y hermoso libro El azar y la necesidad expresa lo siguiente: “La ética del conocimiento no se impone al hombre; es él, por el contrario, quien se la impone haciendo de ella axiomáticamente la condición de autenticidad de todo discurso o de toda acción” Pues bien, es en este sentido de elección, no de imposición ética, donde debemos ubicar la autenticidad de Laguerre y a Hostos. Y es un convencimiento que se puede palpar cuando, como lectores, en el “hondón del alma” de personajes como Bayoán (La peregrinación de Bayoán de Hostos) y Juan Antonio Borrás (La llamarada de Laguerre) encontramos la prolongación de ellos mismos.

Ambos aspiraban a armonizar al sujeto con la sociedad. En pesaba  el  panenteísmo o “racionalismo armónico. Este ideal de humanidad, especie de orden universal, que había adquirido del Krausismo español durante su educación en España primero en Bilbao y luego en Madrid, cuyos elementos espirituales eran la abnegación y el altruismo y se fundamentaba en el Derecho y la Educación.

Laguerre, hereda esa forja de aspiración armónica y añade como elemento espiritual la geopiedad, una actitud en forma de afecto y sueños, unas veces o como preocupación ambientalista y recreación estética de la geografia, otras veces (Solar Montoya, 1941), que si bien se puede identificar como patriotismo, sin embargo en el novelista es una actitud global, a la vez que local, que no conduce al exagerado nacionalismo.

Otro matiz diferenciador es que Laguerre pone más empeño en el hombre que en la naturaleza para conseguir ese todo armónico. De hecho, se adelantó al cambio de rumbo que ocurriría en la novelística hispanoamericana a mediados de siglo y lo explicaba así: “el hombre mismo cargará con la responsabilidad y no la naturaleza como ocurre en Doña Barbara, La vorágine y Don Segundo Sombra”, narraciones catalogadas como “novelas de la tierra”.  Su mentalidad más que europea es latinoamérica.

II. Lo Moral

Moral.  Ambos pensadores fueron sumamente exigentes consigo mismos. Para Hostos el desarrollo moral es un proceso gradual y progresivo, el ser humano es inicialmente moral, es decir juzga y actúa de acuerdo a deberes morales por necesidad (dependencia), luego por gratitud (afecto), posteriormente por utilidad (interés) y finalmente por derecho y deber (el deber por el deber mismo) Por lo tanto, el derecho moral máximo tiene lugar cuando se cumple con el deber por el deber mismo hacia la humanidad. Una radiografía de lo anterior es su Diario, todo un viaje interior que se extiende desde 1886, cuando el escritor tenía 27 años hasta 1903, cinco días antes de su muerte, con apenas 20 años de silencio entre 1878 y 1898. Lo escribió, en sus propias palabras,  con objeto de estudiarse a sí mismo, dominarse, mejorarse y proceder según conciencia. Hay un conflicto interior que busca mitigar por medio del autoanálisis, sólo unas pocas páginas se refieren a sus actividades como enviado de Puerto Rico en Washington en 1898.  Se queja de su inhabilidad social: “Aun cuando me sentía fuerte en mis idas, me sentía débil en mis relaciones con los hombres.”.  En 1869 el autor se lamenta porque no se comprendan ni a él ni a sus escritos y en 1870 se reprocha el desarrollar un pensamiento que nadie entiende”.  Dice Laguerre al respecto: “Lo que más caracteriza la vida de Hostos, aparte de su perenne actividad educativa, es su soledad. Es casi paradójico que un paladín de la educación sufriera tanta angustia de soledad.” (Polos de la cultura 144)

Como en todos los diarios íntimos el amor ocupa un lugar de importancia: su matrimonio tardío a los 38, el gran número de damas que le interesaron sentimentalmente, menciona el diarista once nombres, sus obligaciones de patriota, su pobreza, su timidez, su deber… Por cierto que debemos a Hostos el primer diario  íntimo de las literaturas hispánicas.  En suelo hispánico, como afirmaba Unamuno, los hombres son reacios a mostrar su interioridad, que suele ser de flaquezas y miserias, de debilidades y pequeñeces. No es sino hasta entrado el siglo XX que se encentran algunas autobiografías con intención de análisis introspectivo.

Sin embargo, algunos autores, como Ángel Villarini, al explorar la actualidad de la teoría moral hostosiana, señalan que no es meramente el resultado del conflicto cognoscitivo interno, sino el producto histórico de las relaciones en las que la persona entra al pertenecer y participar en comunidades cada vez más amplias.

Laguerre comparte el alcance del deber hostosiano, el sentido de exigencia consigo mismo y  forja su moral en la estética modernista del arielismo del uruguayo José Enrique Rodó R (Ariel 1900), cuyo lema definía “A la ética por la estética” y también en el espíritu de la generación española del 98, recordemos que muchos de sus representantes estaban ligados a la Institución Libre de Enseñanza, que dirigía Francisco Giner de los Ríos, tan influyente en Hostos.

Aspiraban los dos a ser hombres completos, pues estaban conscientes de que había que cultivar los conocimientos y enfrentar, tanto en la realidad política (Hostos)  como en la ficción novelada (Laguerre) las conciencias vacilantes. Esta cita de Hostos se aplica a ambos:

Creo que el único modo de ser útil a las ideas y a los pueblos es levantar los hombres a la discusión de su deber, más que bajar con ellos a la negociación de sus intereses. Hay en ello, es verdad, un resultado para mí que no por ser lejano deja de ser menos glorioso…”

III. Racionalismo (el paradigma de la razón centrada en el sujeto). 

El pensamiento hostosiano se inscribe por completo en la línea del racionalismo moderno, dentro de lo que hoy se ha dado en llamar “paradigma de la razón centrada en el sujeto”.  Advierte Hostos que una misma realidad da lugar a formulaciones diferentes y que las ideas surgen en la razón a consecuencia del choque con alguna realidad (Tratado de Lógica, 70).

En La educación científica de la mujer que Hostos presentó en forma de dos discursos en la Academia de Bellas Artes de Chile (1873) el educador alude a las individualidades femeninas  a través de la historia (la mujer espartana que rivalizaba con los hombres en destrezas y fuerza, la madre de los Gracos, la mujer de Bruto; Juana de Arco, Santa Teresa de Jesús, Isabel la Católica, Georges Sand, entre otras cuya individualidad genial se salía del cuadro en que la educación rutinaria la encerraba. Habla de la triple esclavitud, religiosa, política y económica a la que se encuentra sometida la mujer y se refiere a esta manera: “formemos ante todo seres de razón”. Ella puede completar por esfuerzo de buena educación, una indudable y constante iniciativa en todos los hechos.” De hecho, tres mujeres antillanas: Belinda Ayala, su esposa cubana; Lola Rodríguez de Tió, la poeta puertorriqueña que fue su madrina de bodas en Caracas y la dominicana Salomé Henríquez Ureña, quien fundó y rigió, por inspiración del maestro, la Escuela Normal de Señoritas en Santo Domingo sus fieles seguidoras.

A Laguerre lo educó Nina, su hermana mayor. Por otro  lado, su madre jibara de ascendencia canaria, aunque era analfabeta, influyó en su ética personal. “Pienso en mi madre, en sus alegrías y amarguras, cuando planifico una novela” solía decir.  Su novela Contrapunto de soledades  es un tributo a la educadora aguadillana Carmen Gómez Tejera y, a la vez un fino estudio psicológico de la mujer y sus circunstancias. De su fina observación no se escapó: la mujer idealizada (La llamarada); ambiciosa y luchadora como Lucha Madrigal (Los dedos de la mano); peligrosa y capaz de destruir al hombre (Los gemelos); la espiritual y espiritista (Los amos benévolos) solterona destinada a vivir, o morir, sin amor (Contrapunto de soledades e Infiernos privados). Sus mentoras, amigas, críticas e inspiradoras (Carmen Gómez Tejera, Concha Meléndez , Nilita Vientós y Clara Lair) fueron mujeres totalmente preparadas.

El escenario en Hostos es diferente, la mujer que lo enamora es siempre muy joven y poco preparada conforme a los patrones de su época- Inda su esposa tenía quince años al contraer matrimonio; una máxima pureza que le permita ejercer como Pigmalión.

IV. Pintoresquismo 

La curiosidad que siente el siglo XIX por todo lo relacionado con las costumbres pintorescas da lugar al libro de viajes como género literario “Amamos a la patria porque es un punto de partida. La vida es un viaje; la razón no sabría encontrar el punto de partida si no fuera por el terruño, cuya imagen atrayente vemos por todas partes” dice Hostos.

Su primera novela La peregrinación de Bayoán es el comienzo simbólico de su carácter itinerante que lo llevaría inicialmente a un viaje por las Antillas. Aunque su peregrinar es más interno, de su consciencia, que externo en este libro, viaja posteriormente a Francia y,  desde  allí,  parte a territorio hispanoamericano, viajes estos últimos que se recogen en su mayoría en Mi viaje al sur. Durante el viaje recorre toda la Patagonia chilena y argentina. Explora zonas ignotas de la costa, medita en los conflictos  limítrofes entre ambos países e impulsa la construcción de un ferrocarril trasandino desde sus columnas periodísticas, porque como bien señala Juan Mari Brás, “Dondequiera que estuvo Hostos ejerció el periodismo”.

Entre los 30 y los 50 Laguerre visitó pueblo a pueblo del litoral y el interior de la isla y casi todas las comunidades rurales, algunas veces acompañado de visitantes extranjeros Un Puerto Rico más íntimo que visible a primera vista fue apareciendo en sus narraciones. Cuando salió La ceiba en el tiesto términos como  rolones, cactus, vegetación espinosa, hácares barbados dieron pie a que se le acusara de haber trasladado parte del paisaje de Méjico a Puerto Rico. Laguerre fue uno de los pioneros en el estudio serio del español campesino puertorriqueño. No creo que se haya destacado lo suficiente que la labor lingüística que realiza en Solar Montoya (1956) se anticipa a la realizada por ilustres estudiosos del idioma como Tomás Navarro Tomás, Álvarez Nazario, María Vaquero y Amparo Morales.

En el escritor se aprecia una relación entrañable entre la tierra y el hombre, la geopiedad,  que consiste en una forma de conocer, percibir, presentar, y también imaginar la tierra, que no tiene nada que ver con la tendencia descriptiva, ni la telúrica, ni la real maravillosa que, también, se encuentran en sus novelas. Es una actitud en forma de afecto y sueños, unas veces o como preocupación ambientalista y recreación estética de la geografia, denominada actitud geopiadosa, por una de sus mejores críticas, Estelle Irizarry.

Laguerre, anticipó por cuatro décadas el afán por conocer las raíces que surgió en los Estados Unidos con la publicación en 1976 de la novela Roots de Halex Haley. En una obra como Los gemelos recoge los pasos indígenas en Puerto Rico y hasta recoge, en términos de estructura,  repeticiones, saltos y lagunas que se observan en el recuento de cronistas, como Pané.

V. Pedagogía 

El conocimiento enciclopédico de filosofía, lingüística, sicología, sociología, historia, y otras disciplinas, le permitió a Hostos construir un modelo educativo operacional que, por su originalidad. Se anticipaba en muchos aspectos los intentos actuales de corrientes pedagógicas como la educación basada en el cerebro, el constructivismo piagetiano, la perspectiva histórico-cultural vigotskiana y la pedagogía de la liberación de Freire.

Hay que recalcar que la pedagogía de Hostos,  a diferencia de los educadores de su época (Pestalozzi en Europa, Giner de los Rios en España y, posteriormente, la de Dewey en los Estados Unidos) es, desde un principio, una pedagogía al servicio de la liberación, tanto en el sentido ético-humanista, como en el político-social. Contrario a lo que pudiera suponerse hoy su pedagogía no estaba dirigida a otorgar títulos ni a formar profesionales, estuvo dirigida a formar hombres y mujeres completos, libres, capaces de construir una Confederación de las Antillas.

Con el triunfo en la República Dominicana del sector liberal que encabezaba su protector Gregorio Luperón, Hostos regresa a la República Dominica en 1879 para ponerse al frente de los esfuerzos por reformar la educación pública que se encontraba en total deterioro y es casi inexistente en ese país. Redacta el proyecto de ley de la reforma y se pone al frente, como director y profesor, tanto de la Escuela Normal, que preparaba a los futuros maestros, como del Instituto Profesional de Enseñanza, que en aquel momento era el único centro universitario. Con esta gesta Hostos convierte  a la República Dominicana en uno de los países más avanzados para su época en términos de política, filosofía y organización educativa del mundo. En conflicto con el dictador de turno, abandona el país y se traslada a Chile 1888 donde es particularmente notable su contribución a la reforma del estudio del Derecho, y la preparación de juristas. Con la caída de la soberanía española en Puerto Rico, precipitada por la invasión norteamericana, temeroso de que se convirtiera a Puerto Rico de nuevo en colonia, Hostos regresa a su patria, (1898) con el propósito de fundar un movimiento político-educativo, la Liga de Patriotas. Su estrategia era brillante y ambiciosa. Primero, había que unir a todos los puertorriqueños en la defensa del interés común de su soberanía. Esto requería hablar desde la perspectiva del interés de la patria, de su soberanía, no del partidismo. Segundo, era necesario a través del ejercicio diplomático y del uso de la prensa, recordarle a los norteamericanos que la lealtad que debían a sus principios los obligaba a establecer la democracia en Puerto Rico y a respetar la soberanía del pueblo puertorriqueño a través de una consulta plebiscitaría. Por último su estrategia contemplaba el llevar a cabo una reforma educativa en Puerto Rico que propiciara el desarrollo material de nuestra sociedad y su conciencia nacional.

En Juana Díaz, primero, donde funda un Colegio Agrícola, y sobre todo en Mayagüez, se dio la tarea de implantar su reforma educativa. En esta última ciudad, creo el Instituto Municipal, colegio de nivel primario y secundario para niños en su mayoría de familias de escasos recursos económicos y, además, ofreció clases nocturnas para obreros.

La reforma educativa que Hostos proponía se fundamentaba en la idea de que la libertad y civilización de nuestros pueblos sólo se conseguirían si los individuos que los constituían se educaban en el desarrollo de su capacidad de conocer, es decir de razonar. De ahí que defienda, por la influencia del Krausismoespañol, la tolerancia académica, y libertad de cátedra frente al dogmatismo.

Adelantándose a las actuales propuestas constructivistas, Hostos estaba convencido de que el conocimiento es algo que el propio ser humano tiene que elaborar mediante el ejercicio de su pensamiento. Por ello su programa de estudios estaba basado en la estimulación del proceso natural y gradual de desarrollo cognitivo del ser humano, que asciende desde la intuición (observación), a la inducción, a la deducción y, finalmente a la síntesis.

Pero su esfuerzos, en aquel momento, fueron en vano; se estrellaron contra la política imperialista que seguían los republicanos en los Estados Unidos y las tendencias oportunistas y colonialistas de los políticos locales. Ya en 1900 regresa a la República dominicana, para una vez más hacerse cargo de la Reforma Educativa y enfrentarse a la oposición de los sectores tradicionalistas. Allí habría de experimentar Hostos su gran momento de gloria.

VI. Educadores antes que nada

Laguerre, como Hostos se define como educador antes que nada. Cree, al igual que su antecesor, que la única solución permanente que tienen los problemas sociales del país es de carácter educativo.

En 1924 se inició en el magisterio en la escuela rural de su pueblo, y luego en la escuela intermedia y superior. Mientras tanto, estudiaba los veranos en la Universidad de Puerto Rico. En estos primeros años surge el Laguerre escritor bajo el aliento de la educadora Carmen Gómez Tejera. En 1937 se graduó de Bachiller en Artes con altos honores y cuatro años más tarde, de Maestro en Artes en el Departamento de Estudios Hispánicos de la UPR en Río Piedras. Estuvo a punto de doctorarse por la universidad de Columbia, pero se negó a cumplir con el requisito de presentar la tesis en inglés.

Esta última nota ha de ponerse en el contexto de un profesor de Humanidades con especialidad en literatura española, puertorriqueña e hispanoamericana que nunca limitó su natural avidez por aprender. Tomó cursos de literatura norteamericana y británica pues, aparte de sus reservas en lo que respecta a la política de imperialismo económico de Estados Unidos, admiraba el espíritu liberal de sus escritores . Enseñó además cursos de literatura brasileña  y antillana.

Para Laguerre, la acción educativa, como en Hostos,  debe abarcar todas las dimensiones del ser, es decir debe aspirar a una integracin armónica entre sus funciones en el salón de clases y la vida del alumno y de la comunidad. Respecto del currículo  escolar, debe este asentarse en la realidad social y no implantar ideas pedagógicas extranjeras. Ello supone una elección cuidadosa de libros de texto. Ponderaba el establecimiento, en este sentido de la Editorial del Departamento de Instrucción.

Se desempeñó en diversos trabajos: redactor para “La escuela del Aire” del Departamento de Instrucción Pública y del programa radial “Puntos de Partida. Fue miembro de la Asociación de Maestros y de comités educativos, escritor de centenares de artículos de carácter educativo que publicó en periódicos y revistas de la Isla, como la columna “Hojas libres que comenzó a publicar a partir de 1959 y Director del Departamento de Producción en el Centro Regional de educación Fundamental para la América Latina, en el estado de Michoacán, en Méjico.

Dedicó muchos años en la elaboración de currículos en el Departamento de Instrucción Pública y en la publicación de textos para estudiantes y maestros. Su visualización de la escuela pública como niveladora social, no es otra cosa que la cultura de la convivencia. El currículo escolar debe asentarse en la realidad social del estudiante y el conocimiento de las realidades hispanas e iberoamericanas y no implantar ideas pedagógicas extranjeras antes que las nacionales. El D I P apoyó hasta tal punto su énfasis en la literatura nacional que su novela La llamarada se convirtió en lectura obligada, junto a Isla Cerrera por considerar esta novelas prácticamente textos fundacionales. Andando el tiempo la libertad de cátedra prevalecería sobre la obligatoriedad del texto (La segunda hija de Olga Nolla, fue el otro texto detonante).

En Polos de la cultura Iberoamericana Laguerre nos acerca a Hostos:

En 1868, cuando el Grito de Lares,  Hostos tenía 29 años y Martí 16. Ambos eran separatistas; estuvieron casi toda su vida en el destierro, fueron activos reformistas en contra de la oligarquía, cultivaron el periodismo y literatura; se distinguieron más en el ensayo que en cualquier otro género; creyeron en la Confederación Antillana; fueron paladines de la justicia y la libertad; cultivaron el arte comprometido con las ideas que sustentaban.

Aun en sus trabajos más literarios- Hamlet por ejemplo- se destaca Hostos educador.

VII. Hostos y Laguerre como escritores

Mientras la imparable y fecunda trayectoria novelística de Laguerre (quince novelas) le acercó al premio Nobel de Literatura, La literatura hostosiana ha sido la faceta menos atendida por la crítica a pesar de que acapara la mayoría de su obra (La peregrinación de Bayoán y La tela de araña, Diario, ensayos, teatro).

Un  excelente estudio Las voces autoriales, de Jorge Enrique Lefevre Tavárez devela sus méritos. Dentro del contexto español donde fue escrita y publicada, La peregrinación de Bayoán , si fuera estudiada en España como novela llenaría una laguna, ya que había un vacío novelístico a finales del XIX. Dentro del contexto latinoamericano, sin duda caería en la categoría de Impossible Romances , es decir una especie de alegoría romántica que apunta hacia la fundación de un país; un mensaje populista encarnado en una alegoría romántica o  un imposible romance con final trágico..

Publicada inicialmente en España en 1863 y luego en Chile en 1873 está escrita en forma de diario narrado por el joven Bayoán. Hay un conflicto íntimo que lo desgarra: quiere crear una Federación de las Antillas pero con España. Durante el peregrinaje físico- geográfico conoce a Marién, sin embargo posterga la relación amorosa en aras del deber. Al enfermarse ésta deciden casarse, pero ella muere y Bayoán entrega su diario a su amigo Hostos. Así entra el autor como personaje en la novela y es a través de él que el lector descubre la frustración de Bayoán. Hostos, además acaba siendo el editor de la historia y la prologa.

Hubo un total silencio en España  y confiscación prohibición en las Antillas. Años después Hostos sufre el mismo devenir de Bayoán ya que su intervención juvenil con revolución La Gloriosa no quedó en nada y la República no atendió sus reclamos. Empieza entonces su peregrinación por latinoamerica, como Bayoán antes por las Antillas, .donde enriquece su pensamiento político.

En la publicación de 1873,  Hostos desea explicar su novela e incluye una clave para que se entienda la alegoría, según la cual  Bayoán es Puerto Rico , Marién Cuba y Guarionex Santo Domingo. Y de nuevo sobrevino el olvido hasta que en 1939 con motivo de su centenario se publican sus obras completas en veinte tomos. Pedreira, su primer biógrafo, Manrique Cabrera, autor de la primera Historia de la Literatura puertorriqueña (1956) y Juan Bosh hacen de ella una lectura canónica. Posteriormente sobreviene el rescate de su valor literario por autores como Marcos Reyes Dávila. La dificultad son las múltiples voces Bayoán, Hostos personaje, Hostos autor y Hostos editor de la segunda publicación de la novela. Para ver la jerarquía que tienen las voces se acude a la narratología escuela del estructuralismo.

Conclusiones. La mejor carta de identidad puertorriqueña: sus pensadores

En la difusa supervivencia cultural que caracteriza a Puerto Rico como colonia hemos acudido a Hostos y Laguerre,  dos hombres completos con clara conciencia de su tiempo y libres de preocupaciones sectarias,  con la idea fija de repensar sus inquietudes. Ambos saben que las nacionalidades no son bellas durmientes en espera de un príncipe azul que las venga a despertar de su letargo, sino que dependen de que sus miembros imaginen una comunidad, una causa común. En su visión de los fenómenos nacionales como proyectos colectivos, hay sutiles diferencias: hay que construirlos o fabricarlos en el caso de Hostos (Derecho)  o imaginarlos (historia leudada con el afecto), en el caso de Laguerre.

Las perspectivas de Hostos y Laguerre nunca fueron fijas, sino que evolucionaron. El primero, en su visión utópica sobre las Antillas,  llegó a incluir a Jamaica, aunque hablaba otra lengua) y a la América Central, es decir el Gran Caribe, entidad no necesariamente homogénea, pero distinguible. Laguerre prefiere el término Iberoamericano para incluir a Brasil.

Fueron mentalidades de avanzada. Hostos se adelanta a una época que aún no se prestaba al psicoanálisis.  La mentalidad de la duda y la incertidumbre psicologista se ven ya en La peregrinación de Bayoán, en el Diario, y en su ensayo sobre Hamlet que, por cierto, ha sido traducido al inglés en el universidad de Harvard. Las sicologías vacilantes de los personajes de Laguerre  recogen esta mentalidad.

Al situar la soberanía en la sociedad como organismo natural, Hostos estaba adelantando nociones que hoy ya son punto de diferenciación entre la idea de estado nacional moderno y de la nación natural que asoma como la institución sobreviviente en la postmodernidad.

Por su parte,  Laguerre abre una nueva perspectiva, la de novela intrahistórica que se hacía día a día por la gente humilde del cañaveral o la de novela abierta, enraizada en circunstancias muy concretas, pero no limitada a ellas. Con su primera novela publicada en 1935, el escritor, anticipó por cuatro décadas el afán por conocer las raíces que surgió en los Estados Unidos con la publicación en 1976 de la novela Roots de Halex Haley. Del mismo modo, se adelantó al cambio de rumbo que ocurriría en la novelística hispanoamericana a mediados de siglo

Laguerre leuda la historia, la imagina para despertar afanes y sueños no de lo que se es, sino de lo que debiera ser. Este enfoque lo convierte en un escritor tan clásico con  novísimo por la cercanía de enfoques a la que se ha dado en llamar la «novísima historia». Para Laguerre los gestos, las actitudes humanas son historia. Su transparente legado ideológico de base humanista le llevó a la nominación para premio Nobel de Literatura en 1999.

Quizás Hostos confiaba demasiado en la razón (“Si se piensa bien todo sale bien”) y a la vista está que la historia no es racional y mucho menos la política, sin embargo, en el campo político social la actitud de deliberación pública a la que llamó Hostos (la Liga de patriotas tenía una tarea social, no partidista) deja un mensaje histórico para Puerto Rico.

Ninguno de los dos practicó el arte por el arte. Fueron ensayistas, pedagogos y periodistas  con similar intensidad. Quizá es en el ejercicio literario donde se bifurcan sus caminos debido a que Hostos creía que la ficción debilitaba la razón.

En suma, Hostos y Laguerre son el ejemplo perfecto de dos voluntades tenaces ante situaciones límites que hoy son actuales a juzgar por la actualidad periodística, política (con la VII cumbre de las Américas),  literaria (a juzgar  por dos libros recientes Historia comparada de las Antillas de José Antonio Piqueras  y La segunda guerra mundial en las Antillas de Ligia T. Domenech y lingüística ( el español de Puerto Rico se describe por el Presidente de la RAE como una expresión del llamado español caribeño, lleno de expresividad, con una música muy armónica y eso sí, con una capacidad grande para asimilar términos del inglés.


  1. Influyen en ésta sus contactos con compatriotas puertorriqueños como Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis, los médicos Basora, Manuel Zeno Gandía, Julio Henna y Manuel Guzmán Rodríguez; los dominicanos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal, y el general Gregorio Luperón, los cubanos José Martí y Antonio Maceo. Tres mujeres antillanas: Belinda Ayala, su esposa cubana; Lola Rodríguez de Tió, la poeta puertorriqueña que fue su madrina de bodas en Caracas y la dominicana Salomé Henríquez Ureña, quien fundó y rigió, por inspiración del maestro, la Escuela Normal de Señoritas en Santo Domingo.
  2. Esta misma idea la recogerá José de Diego en 1916 en un proyecto de ley que representaba un intento  descolonizador, pero que no obtuvo el apoyo de sus colegas en la Cámara de Delegados.
  3. Véase Orlando José Hernández, Juan Mari Bras: Estudioso y propulsor del pensamiento hostosiano. Ponencia. Tributo realizado en Nueva York, el 15 de junio de 2013.
  4. Epistolario de Betances a Hostos , 1983. Citado por Félix Lugo Nazario en “Betances y Hostos. Motivos de su exilio”. Revista El Cuervo de la Universidad de Puerto rico en Aguadilla, No.19, 1998,pp.12-15).
  5. Para Juan Mari Bras: “… hay una diferencia cualitativa entre el tejido social que va plasmándose en la interacción de influencias étnicas, geográficas, culturales, políticas y económicas a lo largo de los siglos- que es lo que constituye la nación natural- y el artificio circunstancial de juntar naciones en etapas diferentes de desarrollo con territorios aledaños o lejanos por razón de la fuerza, que es lo que se ha llamado el estado nacional”.  Revista El Cuervo de  la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, No.19, 1998,p 57.
  6. Vése Carmen Cazurro García de la Quintana. “Una invitación a reconceptualizar  la puertorriqueñidad”.  Revista El Cuervo de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, No.19, 1998, pp. 16-24.
  7. Laguerre solía poner de ejemplo a los franceses, quienes hicieron suyas las palabras de Shakespeare con esta frase “Nous sommes faîtes de la même étoffe de nos rêves” (Estamos hechos de la misma materia que nuestros sueños). En esta novela, ya fuera de los parámetros hispanófilos de su generación que identificaban en el jíbaro blanco de la montaña cafetalera del XIX, el emblema de lo puertorriqueño,  Laguerre  propone otro emblema anterior en el tiempo, el mestizo,  que se desenvuelve en la costa y en el mar.
  8. La primera publicación del diario de Hostos aparece en 1939, 36 años después de la muerte de su autor, y constituye los dos primeros volúmenes, de veinte, de las Obras Completas que el Gobierno de Puerto Rico mandó a imprimir para celebrar el primer centenario del natalicio del prócer.
  9. Automoribundia de Ramón Gómez de la Serna y Mi medio siglo se confiesa a medias de César González Ruano. En cuanto a diarios, sólo los de Blanco Fombona, otro hispanoamericano, contienen atisbos de interioridad. Confieso que he vivido del chileno Neruda o Mortal y rosa, del español Francisco Umbral se proyectan más a la exterioridad.
  10. Lo que le permite afirmar a nuestra estudiosa que Laguerre es un consumado paisajista tanto de magníficas vistas panorámicas, como de espectáculos minuciosos (94), tendencia que pasa a la expresión literaria mediante detalles estilísticos  a manera de sfumato, aquella técnica renacentista que introdujo Leonardo Da Vinci y consistía en difuminar los contornos, a la vez que se precisan las formas. El efecto lo logra Laguerre con el diminutivo, el posesivo, las metáforas e incluso dedicatorias como la que acompaña a Infiernos privados  “A mis compueblanos de los tres pueblos donde nací” (Moca, Aguadilla e Isabela). La geopiedad de Laguerre es todo un proceso de acentuación gradual y variable donde nada pasa desapercibido, se interioriza lo que está afuera y se exterioriza lo que está adentro, como si deseara captar el momento afectivo de lo real.
  11. Debe su nombre a Karl Chistian Friedich Krause (1781-1832. Esta filosofía tuvo amplia difusión en España donde alcanzó su máximo desarrollo práctico en la Institución Libre de Enseñanza, dirigida por Francisco Giner de los Ríos.
  12. Para estimular este desarrollo se practicaban en el Instituto Municipal los métodos objetivos y activos de conocimiento: el uso de objetos, mapas, globos, láminas y sobre todo la observación de la realidad objetiva misma y el diálogo. Eran frecuentes las excursiones de los estudiantes en los alrededores del pueblo con el propósito de la ejercitación física y mental, y el desarrollo de la sensibilidad ética y estética en el amor al terruño.
  13. Edgar Lee Masters, Synclair Lewis, Cliford Odets o Lilliam Hellman.
  14. Se han utilizado nombre como las Indias Occidentales, las Antillas del Caribe, el Caribe insular, la Cuenca del Caribe, el Caribe por apellidos: hispano, francés, inglés, holandés y americano. Bill Clinton  una vez se refirió a Estados Unidos como nación caribeña porque parte de su territorio está en el Caribe. Esto sí podría representar un verdadero problema de identidad.
  15. Véase Juan Mari Bras “La nación en la postmodernidad”. Revista el Cuervo de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla. No. 19, Año 1998, pp. 51-59.
  16. Historia comparada de las Antillas de José Antonio Piqueras Arenas. Madrid: Doce Calles, 2014; La segunda guerra mundial en las Antillas de Ligia T. Domenech Universe, 2014.

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Notas inspiradas en, desde y por Carmelo Rodríguez Torres

Dra. Carmen Cazurro García de la Quintana

Catedrática UPR Aguadilla

La sensibilidad se pierde cuando uno no sabe mirar atrás. Parodiando al niño descalzo bajo un sol de tradiciones, personaje central de la tercera novela de Carmelo Rodríguez Torres, puedo describir cómo se despertó en mí aquella sensación llena de magnetismo que, gradualmente, me permitiría  leer  en sus ojos de negro todo lo que no había leído en mi firmamento blanco hasta ese momento. Sus conocimientos iban a instalarme en el mundo caribeño del negro esclavizado, de forma que podía revisar la historia imperial de mis ancestros desde la parte oprimida del racismo y la esclavitud. Y toda esta subversión con ayuda de Fuencarral, por supuesto.

Don Ricardo Alegría (1921-2011), que siempre pensó en atrechos y no en autopistas para acceder a la cultura puertorriqueña, facilitaba desde el Centro de Estudios Avanzados, el acceso a una Maestría  en Estudios de Puerto Rico y el Caribe a todos los interesados del área noroeste. El convenio con el R.U.M. ubicó las clases iniciales en el Edificio Chardón.  Allí dos leyendas vivas de la literatura e historia de Puerto Rico, los profesores Carmelo Rodríguez Torres y Juan Rodríguez Cruz, congregaban un nutrido grupo para los cursos iniciales de literatura e historia respectivamente. Ambos me parecieron un tándem perfecto para lo que buscaba por la flama rompedora y nacionalista con que insuflaban sus clases. Ya se lo había dicho a don Ricardo: “Quiero opinar como una puertorriqueña más que sabe de lo que habla y que no se me acuse de etnocentrista”. Con cierta ingenuidad, me presentaba con mis ínfulas de lograr la ciudadanía puertorriqueña mediante el conocimiento de la cultura de este país.

Y en ésas estaba, cuando, después de confundir amablemente mi palidez entre los compañeros, signados más o menos amablemente por el sol del trópico, alguien avisó que el profesor había llegado. Lo que acerté a ver primero fue un inmenso y orgulloso afro ambulante, luego vi un torso fornido y pujante dentro de una guayabera blanca impecable y, por fin, un rostro de expresión adusta que, no obstante, dibujaba una sonrisa amable y dedicaba palabras de salutación con un lento pestañeo de complacencia a la atención que suscitaba. Entonces, anticipando que ya era parte de su corte de estudiantes, me quedé esperando que me diera la mano de negro para yo darle mi mano de blanca sin saber que estaba invirtiendo un pasaje de la novela citada con anterioridad.

Hilos de correspondencia. Pronto me acaparó el verbo enérgico, inyectado de poesía, que se filtraba a raudales en su seria afabilidad. Así fue apareciendo ante mi sorpresa una generación, la del 30, que tanto me recordaba al 98 español, entre otros puntos de interés en los que Carmelo Rodríguez relacionaba la literatura española con la puertorriqueña a la velocidad  fulminante de un relámpago. Dominaba la literatura española y la explicaba no sólo con detalle, cosa que su Doctorado en Estudios Hispánicos hacía posible, sino con verdadera fruición, en particular cuando había algún matiz racial. Disfrutaba enormemente con los primeros personajes negros de la literatura española a los que aludía con citas que luego, al profundizar en su obra, pude encontrar como motivos preliminares de sus cuentos; citas como éstas: “Et porque la cosa prieta non es tan apuesta como la del otro color” o la relativa al padrastro del Lazarillo de Tormes quien, al comprobar el miedo que infundía a su hijo por ser el negro de la familia, le respondió riendo “¡Hideputa!”. Palabreja, en cuya dicción contundente, se regodeaba. Claro que yo aún no había indagado las características de su generación, entre las que se encontraba ese llamar a fila a las palabras que Camilo José Cela denominaría “tacos” desde su tremendismo literario.

Aquel primer informe que me asignó me dejó un tanto perpleja, máxime conociendo que Los Sueños de Quevedo, le proporcionaban su cita preferida: “Algunos blancos  pudieran ser esclavos”. Se trataba de la conocida polémica recogida en los Poemas de Para un Palacio un Caribe (1874) entre dos poetas de finales del siglo XIX: uno puertorriqueño, José Gualberto Padilla (El Caribe), y el otro español, Manuel del Palacio. Por fin, encontré una edición príncipe en la biblioteca del historiador aguadillano don Herman Reichard y su lectura me hizo sospechar un juego de intenciones: ante la clase, como española, no tendría más remedio que reconocer el comportamiento desagradecido de Manuel del Palacio, quien luego de exiliarse en Puerto Rico, escribió unos sonetos hirientes para los puertorriqueños. Pero la dialéctica histórica recién empezaba, pues no paré hasta conseguir pruebas que desagraviaran la fea conducta del  poeta que satirizaba aquí y allá, por costumbre y estilo, y llegó a pedir excusas en su discurso de ingreso a la Academia. Mi actitud no era defensiva, sino de afirmación;  hasta en la clase de historia resonaban “los genocidas españoles” y alguna vez me imaginé desplegando una bandera blanca.

Carmelo Rodríguez hablaba de Enrique Laguerre con gran respeto hacia su narrativa y, en cuanto a Méndez Ballester, destacaba, junto a su aportación a la dramaturgia del país, el humor filosófico cervantino y la sátira quevedesca que impregnaba su periodismo. No sé si fueron las constantes referencias a Cervantes o a Quevedo, los artículos periodísticos sobre los que nos pedía reacción, entre los que apareció Iris Chacón, una vedette que para los escritores del setenta tenía garra, o aquella lista de temas huérfanos de enfoques investigativos los que iluminaron la elección de mi tema de investigación en su curso de Tesis.

El recinto mítico donde el tiempo quedó abolido: una clase de verano con Carmelo (Literatura Antillana, 1987). Descubrí lo real maravilloso de la negritud cuando mi profesor me encargó informar sobre la novela El reino de este mundo del escritor cubano Alejo Carpentier. Más allá de los mitos griegos que había visto transferir a Luis Rafael Sánchez o a Rosario Ferrré a la realidad puertorriqueña en sus cuentos y obras de teatro, constaté que el hombre-mito Fuencarral, personaje fundamental en el universo creativo de Carmelo Rodríguez Torres, tenía un entronque haitiano, americano y caribeño: Mackandal.

La creación de esta nueva mitología me alejaba de dioses y semidioses tradicionales para acercarme al Olimpo de la negritud donde el sincretismo religioso primaba con sus potentes imágenes liberadoras.   Lo occidental mitificado, como el canto del gallo tres veces o el mito bíblico tomado de Números, los nefilim (los invasores), junto al carácter evocativo de los rituales y bailes de la santería afrocaribeña configuraban una mitología puertorriqueña negra cuyos atisbos ya había descubierto en Veinte siglos…. Esta novela es un río onírico de gran fuerza resultante de las sugerencias, más bien exhortaciones, que emanan del “fondo de  un pasado”, expresión que con ayuda de Thomas Mann puedo concretar así: “Nos encontramos ante una concepción de la vida, según la cual el papel de cada uno consiste en resucitar determinadas formas, determinados esquemas míticos establecidos por los antepasados, y permitir su reencarnación”.

Sin embargo, fue en su libro de cuentos Cinco cuentos negros  donde relatos como Paraíso, La única cara del espejo y Fuencarral me acercaron a los códigos creativos de mi profesor; tanto la conciencia negra que componen colectivamente los personajes de este libro -entre la enajenación y la crisis espiritual-, como la inconsistencia estilística extremada con el ir y venir temporal -con su preferencia por el presente en la conjugación y otras veces por el pasado, con una gran abundancia de imperfectos- me enfrentaron  a una intrincada lectura. Lejos de una línea recta cronológica, me  confrontaba con un entretejido de causas y efectos del racismo como mal social que Jorge Ibáñez interpreta de esta manera: “Esta preferencia por ciertos tiempos refleja también el estado anímico de los personajes narradores y, sobre todo, contrapondrá un estilo descriptivo a un estilo narrativo. En este sentido contrapondrá el estatismo del narrador castrado de Paraíso, contra la vitalidad del narrador fecundo de Fuencarral. Confieso que me costó acostumbrarme a la voz errática del narrador que pasaba sin una transición gramatical lógica, dentro de una misma oración, por la conciencia de varios personajes.

Una digresión de Honey, “alter ego” del escritor ejemplifica lo anterior: “[…] suerte la mía de concebir la realidad dentro de un microcosmos paralelo en el cual voy amarrando los personajes […] No sé,  del estudio para acá está la existencia; de esa puerta para allá el mundo de Beatriz, María y Juan”. Este personaje acomplejado, producto de una sociedad racista, tiene como antípoda a Fuencarral, intermediario entre su divinidad y los humanos; en contacto con sus raíces. Con este último Carmelo iniciaba una re-escritura crítica de algunas de las fuentes principales de la historia de Puerto Rico y el Caribe.

Pero, si llegué a comprenderla en toda su magnitud, fue gracias al empeño que puso en que fuera yo la que informará al grupo de verano sobre El reino de este mundo. Y es que para comprender a Fuencarral debía conocer a Mackandal, el revolucionario que luchaba contra los blancos para liberar y reivindicar a los negros esclavizados de Haití, un ser dotado de poderes sobrenaturales que le permiten metamorfosearse en diferentes animales cuando se encuentra ante las adversidades que se le presentan, entre ellas la de su ejecución. Lo que era un magnífico ejemplo de  lo “real maravilloso” pasó a ser la inspiración del creador de Fuencarral.

Fue un fogonazo para mí descubrir esos raros orígenes y entrar al juego de ajedrez que supuso para mí integrarme en toda aquella euforia de sueños y mitos que poblaban la respiración de la clase pues, si bien me había enfrentado ya el tema de la negritud con la lectura de En cuerpo de camisa de Luis Rafael Sánchez (1966), me adentraba ahora, insisto, en una mitología puertorriqueña negra creada por mi profesor. Y no fue una nota de calificación la que esperaba ganar, más bien esperaba que el profesor me dirigiera palabras justicieras al estilo de Ambrosio en El Quijote: “Por cortesía consentiré que os quedéis con lo que ya habéis tomado”.

Dicen que uno habla mejor de sí mismo mejor cuando habla de otros. A raíz de la publicación de Las ruinas que se dicen mi casa, de su discípulo y amigo Mario Cancel, Carmelo Rodríguez Torres afirmaba que para encontrar las claves de un texto tramposo, atrapado, como aquél, había que: “Quebrantar espacios, destruir tiempos, entender el proceso de injusticia (como en Vieques y la Biblia) y creer en sueños, muchos sueños, diablejos, brujas, aparecidos, destruir falsas columnas de crítica literaria en periódicos dominicales, rescatar los héroes de la patria y tener más sueños”. Claro, Cancel provenía de aquella hornada de estudiantes llena de entusiasmos literarios que surgió en el RUM a finales de los setenta que se había significado por la persistencia de su libertad creadora como investigador, poeta y ensayista. Era notable la complicidad y admiración entre ambos. Tenían mucho en común, en particular el sentido de lucha y reivindicación, por lo que sabía que compartían las claves de su creación, unas veces como iguales; otras como discípulo y maestro. Me sentí afortunada por conocer la materia prima que los presentaba ante mí como una especie de iluminados que no sólo rescataban, sino que recreaban el tiempo con paciencia de orfebre que sabe dar forma al misterio, al olvido, la mentira, la patria  o los límites de la literatura más allá de la realidad creativa.

Para mi profesor, la novela transcendía lo meramente físico para convertirse en un experimento metafísico. En Veinte siglos… está la cosmovisión dolorosa de su mundo, concretada en Vieques y en Puerto Rico; la visión caótica de una isla infeliz signada por un destino adverso. Desde la evocación de sus pueblos, fundados “por obra y gracia de los humildes” a la llegada de los norteamericanos –los nefilim- , todo se presenta con un tremendismo hiperbolizado por los procedimientos del realismo mágico.

El experimento desde luego era propio de un alquimista literario, al menos así me lo parecía, que como buen conocedor de la literatura hispánica y antillana, de la Biblia y toda la tradición cristiana, era capaz no sólo de desintegrar las porquerías sociales que le atribulaban, sino también de luchar contra toda lógica para rehacerlas, revolviendo, rompiendo el hilo del tiempo, contrapunteando tiempo pasado y presente, la historia con la leyenda, a Dios con Changó, el sueño con la realidad o el mito con la verdad científica. De esta forma, según el juicio atinado de Luis Martínez, Carmelo Rodríguez lograba un relato confuso, dislocado que instaba a ser lectores activos – no pasivos, como en las novelas tradicionales- y a colaborar con el autor en el empeño de su creación.

Sin duda, a partir de aquel verano me convertí en ese tipo de lectora que quería descubrir aquel “gran y único diamante negro”, calificativo de Juan Marey. Lo que me impresionó más, dado que mi bagaje cultural obedecía a una narrativa preponderantemente lineal,  fueron sus procedimientos técnicos: la mezcla de puntos de vista de diversos personajes; la confusión entre el relato en tercera persona y las intervenciones del autor omnisciente; el fluir de la conciencia o el monólogo interior de sus personajes en primera persona; la intercalación de episodios de la Biblia, de la historia de Roma o pasajes del Poema del Cid para provocar en la narración un doble plano entre recuerdos, sueños y la realidad física…

Una vez, en el tono sentencioso que le caracterizaba, Rodríguez Torres sostuvo que, después de El Quijote no se había escrito nada nuevo, pues allí estaban presentes todas las técnicas imaginables. Y, efectivamente allí estaba uno de sus mayores veneros. Al que añado la literatura oral del mester de juglaría, que él trasmuta en los rumores de barrio que tanto aportan a la intriga de sus novelas, o el personaje estructurador de El Lazarillo de Tormes quien en su novela Este pueblo…. pasa a ser un adolescente negro que ordena el mundo imaginario de siete relatos independientes relacionados con su entorno familiar con gran ternura cervantina.

En el caos de su visión bíblico-política aprecié el tratamiento de lo sexual como fuerza secreta oculta donde anhelaba trascender de macho a hembra y viceversa desde la oscura soledad de su yo. En algún momento de la clase confesaba que daría algo por sentir el mundo desde el cuerpo de una mujer. Quizá por eso, en  La casa y la llama fiera  lo más importante sea el intento de un escritor masculino (Aldo)  por presentar el mundo y la sicología femenina desde el punto de vista de una mujer (Beatriz). Este personaje, establecía ya en “Paraíso” una feliz analogía cuando mira a su marido en el acto de escribir: “Te observo en esa posición necesaria  para poder entender Las meninas, con una cortina de humo y un aire radiante de la luz del pasillo” y agrega como ve sus manos “asediando como una pluma negra una página blanca”,

La expresión poética de su lenguaje no cuadraba con todo aquello, pero allí estaba contrarrestando el lenguaje procaz propio de la podredumbre y la suciedad,  con el tono bíblico o las imágenes particulares relacionadas con rituales como el de Lalo: “Canta, oh Lalo, la desgracia de esta isla que por haber olvidado el amor a la libertad, se ha sumido en la más hermosa de las injusticias”.  Quizá, para escribir la gesta que él quería contar, pensaba que la poesía no se prestaba para contar la infelicidad de un pueblo, sin embargo su narrativa está plagada de ella. Poco hablaba de su poemario Minutero del tiempo (1965), pero todo el grupo leyó aquellos versos rebeldes, audaces y duros donde liberaba su tortura interior (“Y saldrán los soles rompiéndome las sienes…” p.12), fusionaba su compromiso social (“Pienso en la grandeza y veo la miseria…” p.34) y anticipaba ya, como un compromiso estético, las expresiones bíblicas, surrealistas y barrocas que emplearía en sus novelas y cuentos (“Yo soy una criatura de mis ansias”, p.45).  Gracias a su alma de poeta universal disfrutamos extraordinariamente la poesía modernista, su plasticidad triunfal y su espiritualidad centelleante.

Con Carmelo Rodríguez internalicé la función social del escritor iberoamericano que concretaba Carpentier: “Asir la imagen más justa de su época; mostrar el mundo que le ha tocado vivir, es decir, describir, definir, denunciar; fijar el pasado para que no perezca. Cuando el escritor cumple esta función, sustrayéndose de la anécdota demasiado particular y en vista de las aspiraciones de todo un pueblo el discurso cobra dimensión épica”. En fin, del gran soplo literario de sus clases aprendí que algunos personajes existen más que por su consignación física, por la noción vaga de sus palabras y sus recuerdos y que, a veces, con independencia de su género, eran capaces de iluminar repentinamente al escritor.

Generaciones cruzadas. Andando el tiempo, durante la presentación de la novela Proa  libre sobre mar gruesa (1996) de Enrique Laguerre, tuve la oportunidad de dialogar con este escritor sobre los mitos, su creación y su necesidad. Su personaje central, Miguel Henríquez, un típico hijo del caribe de sangre blanca, negra e indígena, fue un corsario que históricamente existió. Gozaba, en la ficción, de un conocimiento geográfico total de las costas de la Isla, una personalidad polifacética que lo mismo construía barcos que los apresaba de forma que ponía en jaque a los españoles quienes no tuvieron más remedio que otorgar a ese hijo de zapatero negro la Real Efigie. La creación de este personaje-mito que encarnaba una raza negra, inteligente y poderosa frente a la metrópoli, ya en el siglo XVIII, me pareció a mí un motivo suficiente para reconceptualizar la puertorriqueñidad,  situarla en aquel siglo y desplazar al jíbaro blanco del XIX entronizado por los autores de la Generación del 30, como él.

Laguerre, que admiraba mucho a Carmelo Rodríguez y evolucionó conforme a las generaciones que le siguieron a lo largo de su siglo de vida, captó inmediatamente los hilos de correspondencia que intentaba establecer y me dijo: “Nous sommes faîtes de la même étoffe de nos rêves” (“Nosotros estamos hechos de la misma materia de nuestros sueños”). Estaba convencido de que había que leudar la historia con mitos que generaran orgullo por ella. Evidentemente Carmelo Rodríguez sabía que la mitificación del proceso histórico de la isla durante el siglo XX se debía en gran parte a escritores como Laguerre o Francisco Arriví, pienso en Vejigantes (1958), pero difería marcadamente con la posición idealista de los escritores del 30. A él le cuadraba mejor que el pasado idealizado, el presente degradado.

Percepciones autobiográficas: Barrio de Monte Santo y la casa de la hiedra. Guiada por el azar, la intuición o el capricho visité Vieques con mis padres. Mi principal objetivo era conocer el entorno familiar del niño negro que creció sin zapatos hasta llegar a la isla grande y convertirse en escritor burgués. La intención fue colmada de inmediato, pues la mujer a la que le preguntamos cómo llegar a la casa del escritor, era su hermana y la anciana que nos abrió su interior era su madre, una “mujer hecha para que un conjunto de familia en un sueño unido dijera: mamá”. Ambas con el mismo don de gentes del escritor.  Lo de ver con mis propios ojos la presencia de la Marina lastimando el mar y la tierra se resumió en una foto al lado de un militar estadounidense en la caseta de entrada a la base militar que custodiaba y, en cuanto a mi tercer objetivo, llegar hasta la excavación de Luis Chanlatte, se cumplió, pero con gran dolor de mis expectativas que se tuvieron que contentar con un agujero de ciertas proporciones cubierto por un plástico. Entre rumores de olas y en silencio me pregunté, como aquel niño negro: ¿por qué  es que uno siempre tiene que estar ligado a este pedazo de tierra y a ese azul del mar? Aquel recuento de sensaciones sobre “la tierra que se come a sus habitantes” me valió una preciada recompensa de Carmelo Rodríguez: la cabeza de un perro mudo en barro rescatada de las playas del sur por los pescadores viequenses. Aún conservó esta miniatura con reverencial apego fetichista encima de un pedestal de cristal.

En 1982,  ediciones Partenón publicó su segunda novela La casa y la llama fiera. Es verdad que dentro de su estructura encontré de todo: collage, monólogo, epístola…y, también, que un sentido laberíntico me invadió al seguir a tantas almas errantes en la narración. Continuaba el escritor en lo que Zayas Micheli calificó de narrativa barroca, sin embargo yo encontré más coherencia que en su obra anterior y ya mi dificultad como lectora no fue tanta.

Los personajes se daban vida a sí mismos como si el narrador evadiera la caracterización directa. Me solidaricé con Beatriz por su angustia  existencial entre el mundo de maquinillas y libros de Aldo, su esposo, en la carrera de escribir una novela sobre el prejuicio racial en las urbanizaciones burguesas. Me pareció una víctima de las circunstancias en un plano real, pero también el leit motif del cosmos narrativo de la novela. Carmelo Rodríguez, parece que había cumplido aquella aspiración de sentir como mujer no ya por cinco minutos, como alguna vez nos confesó, sino por el tiempo de convivencia entre un matrimonio. Por otro lado, la hija mayor, Aldo y el narrador omnisciente configuraban a Beatriz de otro modo. Entre la interrelación y la autocontemplación, los personajes se iban distorsionando y complicando. Esta apuesta, donde me pareció ver parodiadas ciertas obras universales, como las de Cervantes, y nacionales, como Palés o Hernández Aquino, me encantó. Además, esa manera de hacer trizas la seriedad o la solemnidad occidental mediante la ironía y el humor – alguna vez pensé que Carmelo Rodríguez veía el mundo con las mismas dioptrías que Quevedo-, me afianzaba más en el tema de la que iba a ser mi tesis de maestría.

Para entonces alguna que otra indicación para mi investigación me hizo visitar su casa en Mayagüez cuya fachada distintivamente estaba cubierta por la hiedra –quien sabe si para contener “la llama fiera” que habitaba allí-. Tuve la sensación de que tanto la enredadera como el afro de Carmelo Rodríguez lanzaban al entorno burgués un mensaje de valentía a lo Tolstoi, en el sentido de que el hombre es tanto más él, es tanto más individuo, cuando tiene la fuerza, la fantasía y la inteligencia de transformarse. Aquel escenario real me permitió conectar con la realidad de Aldo, su escritorio-oficina, las paredes forradas de libros… y probar sus dotes de cocinero. Sencillez familiar, cordialidad amistosa, tortilla deliciosa que compartí con su hijo menor, mientras el periodismo humorístico-satírico de Manuel Méndez Ballester iba instalándose en nuestras conversaciones como prueba de fuego para mis aspiraciones literarias. Recuerdo que me  devolvió una mirada incrédula, cuando le comuniqué que el escritor me había convertido en la gestora de la donación de su biblioteca personal, pero admirativa a la vez,  pues sabía que no sería fácil: “No sé si sabes que has hecho lo que Bécquer con su arpa. Has sustraído del olvido el periodismo de Méndez Ballester”.  Quizá por eso un año antes de mi graduación me dedicaba la mayor ambición estética de su novelar con un ingenioso juego de preposiciones que acercaba Vieques a Castilla con liberalidad gramatical: el número 310 de Veinte Siglos…. Pensé: “Si hubiera existido un conflicto, éste sería el armisticio”.

De profesora a escritor. Para 1991 fecha en que se publicó Este pueblo… ya trabajaba yo en la UPR de Aguadilla; había publicado mi tesis y presentado mi libro Medio Siglo de periodismo humorístico satírico en la Interamericana de Aguadilla, donde anteriormente había logrado una sala monográfica para Méndez Ballester. La participación de mi director de tesis me hizo sentir, apreciada, respetada y aceptada en el mundo literario puertorriqueño.  Según él, a la manera de Baltasar Gracián, había dejado el gusto picado, pero no molido en aquel conjunto de ensayos que luego me valieron el primer Premio de Ensayo del Pen Club (1993).

Cuando el Departamento de Español acordó incorporar la novela como libro de texto para las clases introductorias quedaba ya atrás el lenguaje hermético y las laberínticas formas del barroco.  Los procedimientos y la cultura compendiada en esta novela se adaptaban mejor a la capacidad descifradora del lector promedio. Aquel mundo humilde y cotidiano, movido por motivaciones económicas,  se trasformaba en imaginario  gracias a un lenguaje lírico capaz de descongelar palabras de su significado fijo, como el carajo que suelta Purificación para liberarse de una verdad decidida como mito o dogma: “díganle a don Pepe que si quiere mujer que se vaya para el carajo, que si quiere tener mujer que se haga una mujer de esta isla”.

Puse especial empeño en que los estudiantes  apreciaran que los personajes  de Carmelo Rodríguez siempre están frente a la vida, no importa si ésta encarna la destrucción o el caos, ellos se quieren realizar: tienen esperanza. Es más, extendieron su mirada al texto narrativo más lineal de toda su obra, Vieques es más dulce que la sangre (2000). En esta colección de cuentos se describe el descenso de personajes, como Muñoz Marín, al espacio infernal de los tiempos de crisis – portón de la base militar-, de forma que  pudieron valorar lo que es un gesto de redención final o sacrificio simbólico – este personaje pierde su vida por desobedecer las reglas militares de no traspasar. En la recuperación de la virtud de personajes como éste, concluyeron, con ayuda de algunos críticos, que el tiempo simbólico del apocalipsis deviene, en esta obra, en un tiempo utópico donde todo es posible y nuevo

La amistad es como la sangre, decía Quevedo, acude a la herida sin llamarla. Finalizados mis estudios, el entendimiento, la amistad, el disfrute de la literatura en general nos engranó en congresos de literatura,  presentaciones de libros o seminarios. De más está reconocer que mi descubrimiento de la literatura en este lado del Atlántico  fue todo un viaje vivificador y hasta disparatado.

Aprendí del “deber de plenitud” de Carmelo Rodríguez Torres que la literatura es una lucha contra las afrentas de la vida, como escribió Cesare Pavese y, quizá en su caso, un perpetuo y cerrado esfuerzo para no perderse a sí mismo de vista. Su denso diálogo con autores y obras de todos los tiempos, desde la Biblia hasta el siglo XXI; su fecunda convivencia intelectual, en la que insertaba el ámbito familiar y los amigos, me brindó sin saberlo todo un viaje como el que llevó a mis antepasados a cruzar el océano con el sueño de una nueva vida, pues la literatura, y no las leyes, iba a tomar protagonismo decisivo en mi vida desde entonces.


  1. Este pueblo no es un manto de sonrisas. Editorial Cultural, 1991,  primer párrafo, p. 32. En adelante se citará por razones de espacio, como Este pueblo…
  2. Personaje mítico, poderoso y misterioso que crea el escritor  en contraposición  al mundo blanco, extranjerizante, cristiano y occidentalista, pero que también encarna una visión distinta de la negritud frente a todas las cosas que se dicen del negro en Puerto Rico, De ahí que Marie Ramos Rosado en su magnífico ensayo Carmelo Rodríguez Torres y “La realeza mítica de los orígenes”, lo conciba como un “Cristo negro y revolucionario”. La mujer negra en la literatura puertorriqueña, p.109.
  3.  Don Ricardo Alegría, en la entrevista de admisión al Centro de Estudios Avanzados, reparó en mi Licenciatura en  Leyes por la Universidad de Valladolid y me pidió un ensayo donde explicar por qué dirigía mi interés en formalizar estudios puertorriqueños.
  4. “Estoy esperando que don Pepe me dé la mano de blanco para yo darle la mano de negro”, Este pueblo…p. 62.
  5. Cita del Libro de Patronio o Conde Lucanor, de Don Juan Manuel. En Fuencarral . Cinco cuentos negros. The Publisher’s Group. 1ra.  edic.  1976, p. 43.
  6. Preludio a El sapo de oro, en Cinco cuentos negros, p. 54.
  7. Cita tomada de Milan Kundera en Los testamentos traicionados. Barcelona: Tusquets, 1994, p.20.
  8. Ibáñez, p. 97.
  9. “Paraíso”, p. 36
  10. Me viene a la mente un poemario de Mario Cancel, compañero de estudios de maestría, Estos raros orígenes (1910)
  11. En El Quijote, primera parte, capítulos XII, XIII, XIV. Historia de Crisóstomo (respuesta al señor Vivaldo).
  12.  Véase La euforia onírica de los Mitos, p. 201.
  13. Publicada por primera vez en 1971, es considerada por la crítica literaria nacional como una de las primeras en emparentar a la historia literaria puertorriqueña con la estética del “boom” literario latinoamericano de los años sesenta.
  14.  Carmelo Rodríguez Torres, Veinte siglos…, p. 117. 
  15. Como buen agricultor que era, quizá pensaba en las posibilidades de la naturaleza: en Puerto Rico hay dos árboles nativos conocidos como yagrumos: el yagrumo macho y el yagrumo hembra El segundo tiene los sexos separados.   Por lo tanto, es perfectamente correcto hablar de yagrumo hembra- hembra y de yagrumo hembra- macho.
  16. Veinte siglos… edic. 1971. p. 51
  17. “Papel social del  novelista” en Tientos y diferencias, pp. 101-119.
  18. Este personaje aparece en las crónicas de Salvador Brau y en la obra histórica de Aida Caro en la época (1725) que aparece novelada por Laguerre. Posteriormente, el historiador Ángel  López Canto publicó una monografía sobre Miguel Enríquez.
  19. Véase “Una invitación a reconceptualizar  la puertorriqueñidad”. El Cuervo, 19,  pp. 16-24.
  20. En 1977, comenzó las excavaciones del barrio La Hueca en Vieques, donde descubrió los vestigios de una manifestación cultural nunca antes documentada en la isla ni en el resto del Caribe insular, a la que bautizó como la cultura huecoide.
  21. El perro mudo (Canis lupus familiaris) de los Taínos, llamado Josibi o Ateo, dejó de existir muy pronto luego de la llegada de los  españoles.
  22. Publicado por la Editorial Mester (1971), de la que había sido cofundador en 1963, con una tirada de 1000 ejemplares. La dedicatoria: “A Carmen: En el aire, desde el aire y por el aire de Vieques y Castilla. Veinte siglos después.” Mi graduación fue en 1990, siendo rector del Centro de Estudios Avanzados don Ricardo Alegría.
  23. No así el texto iniciador de la literatura viequense, Usmail, de Pedro Juan Soto e incluso su obra más temprana
  24. Lindsey Anne Court & Israel Ruiz Cumba, p.61.
  25. Como el Seminario Manuel Méndez Ballester: Afirmación de las Humanidades en el Panorama Educativo Puertorriqueñor que auspició la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades en 1995 y reunió conmigo, como si se tratara de los tres mosqueteros, a Mario Cancel y Carmelo Rodríguez  Torres.

Bibliografía

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