Mujeres sin Edén

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Prólogo del libro:

Escribir es defender la soledad en que se está; es una acciόn que sόlo brota desde una aislamiento afectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas. Entre estas palabras de María Zambrano, autora del ensayo Hacia un saber sobre el alma, y los relatos que siguen hay un paralelismo. La lejanía del amor, por más cerca que esté, su no concreciόn en “otro”, es lo que nos permite relacionar las voces femeninas que emergen de estas páginas – ella, tú y yo- y  descubrir interesantes relaciones entre ellas.

En general, y quizá ésta es la nota predominante, la voluntad de introspecciόn domina a todos los personajes centrales (amas de casa, mujeres casadas, mujeres sin pareja, intelectuales, extranjeras, estudiantes maduras…) de ahí el tono, entre el asombro y la impasibilidad ante las continuas contradicciones que les muestra la vida. Las vidas de las mujeres de estos relatos están dominadas por la soledad y el vacío que siempre conlleva la falta de comunicaciόn de los anhelos más íntimos. En realidad, la mayoría son historias acerca de cómo las personas pueden iniciar relaciones amorosas por algunas inesperadas circunstancias y la imposibilidad de establecer un vínculo afectivo definitivo, incluso cuando todo parezca  favorecerlo. También, se exploran los silencios femeninos en las relaciones humanas polarizantes.

El muestrario femenino es vasto…

Mujeres que observan meditativamente los estragos del amor y los sufren como una verdadera enfermedad. En Llorar ausencias el amor no es metafóricamente un cáncer, sino que convive realmente con la enfermedad desandándose por el camino del temor y la debilidad del ser amado ante el dolor o la cercanía de la muerte. Además de la mutilación física, asistimos a la automutilación emocional; es un queriendo sin querer, para no abrazar más, para no correr más en pos de amores ridículos escamoteados por la pasiόn. La voluntad es la cura, la erradicación de ambos males: la enfermedad y la pasión.

Mujeres en un entorno hostil, profesional o social que, unas veces, lejos de hundirlas, exacerban sus sentidos, su espiritualidad, para llegar a conclusiones sobre la condiciόn humana femenina, tan propensa a la copia, el chisme, la envidia y la hipocresía; pero otras, las asume sufridamente en medio de una vorágine adaptativa, masificadora.  El intruso ilustra el primer caso, tiene algo de cuento oriental por su alma de fábula, mientras que Balada de la vida breve más bien parece una estampa costumbrista y una metáfora capaz de desnudar ciertos aspectos idiosincrásicos de un país reconocible.

Mujeres debatiéndose entre culturas diferentes tratando de entender infructuosamente las diferencias y de explicar su propia existencia. La fiesta y Carmen, la juglaresa son dos relatos que nos acercan a mujeres que viven lejos de su lugar de origen y se envuelven en tareas vanas, como la de captar la forma de pensar del hombre, lo cual no hace sino exacerbar y develar las diferencias culturales, más destructivas que constructivas en ambos cuentos.

Mujeres que buscan en su soledad o en los libros espejos inusitados. Loneliness es un  relato donde la mujer emerge de su soledad con verdadera conciencia de que convive con ella. En Mundo a solas la mujer – libro se instala en el nivel erótico del hombre-página. Su grito desaforado ¡Léeme! equivale al clímax de cualquier relación amorosa.

El erotismo femenino se explora desde la sordidez del dolor en El otro goce en una insinuante relación de tres; desde el mundo cortés medieval con el relato Carmen, la juglaresa, o desde la des-inhibidora naturaleza tropical, como en La puesta de sol. En todos estos cuentos el deseo resulta más privilegiado que el amor.

Mujeres que tardíamente rompen episodios tristes de violencia sicolόgica, como la protagonista de El  epitafio.

Mujeres que encuentran en simples animales la ternura que otros seres le niegan como la madre de Un compañero irrepetible.

El título del conjunto Mujeres sin Edén está íntimamente relacionado con el final del cuento La puesta de sol (Andros), donde la voz narrativa sorprende a su personaje escribiendo en un diario: “Andros, somos los expulsados del Jardín y estamos condenados a inventarlo… delante de nosotros está el mundo.” De forma que los hombres que aparecen en el trasfondo del libro, Andros, Marcos, Yamán… -algunos con rasgos de intelectuales o poetas- son el “otro” necesario al imaginario femenino para acercarse al mítico Edén.

El lector decidirá si él, ella o los dos imposibilitan su disfrute.

Estos relatos rompen las fronteras entre el cuento, el ensayo y la poesía.

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