La construcción de la verdad desde un amor en ruinas

Candelaria Gómez

Recorrer el poemario Desvaríos femeninos, hacia una poética de las emociones, es ponerse en contacto con los tiempos de la poeta y participar un poco de los desvaríos que, en esa búsqueda femenina constante, a todas nos toca en mayor o menor grado.  Es ser participe y tocar con la punta de los dedos las emociones de una mujer que en alas de afectos y desafectos se ahoga en un torrente de vivencias y deja salir las emociones contenidas en un caudal de imágenes.   La vida que le tocó vivir no fue sencilla y, aunque no reniega de ella, las emociones se le atragantan a menudo y tiene que expelerlas en un poema que, como a través de un velo, nos deja percibir retazos de su interior. 

Para entender el poemario se tiene que hacer un recorrido por un Museo de nostalgias que le provocan Verdades sencillas hasta escalar en Voces infinitas que despiertan sentimientos profundos que creía dormidos.  En el poemario Carmen crea una realidad alterna que se nutre con sus emociones y vivencias a través de su paso por la existencia.  Ella construye su realidad desde las vivencias de un amor en ruinas, desde sus tiempos y sus dudas. Es un amor que, a fuerza de represión, emerge de las ruinas lleno de luz y se convierte, a veces, en un amor platónico que vivifica el alma de la poetisa que lucha para seguir amando a través de las infinitas formas del amor y a pesar de las desilusiones que el amor ha tatuado en su alma. 

Como un dios con su creación, ella tiene el poder de revelar el misterio que encierra cada verso, pero decide que nunca será una revelación total, provocando en el lector un deseo de desentrañar la madeja para conocer más sobre las motivaciones de la autora.

Hay que recordar que la poesía ofrece dos puntos de vista, el que autor quiere dejar ver, ya sea de forma sutil o atrevida y el del lector, que a través de su percepción busca la intención de cada poema.   La poesía es abstracta y está sujeta a la sensibilidad del lector, por lo que un poema puede tener infinitos mensajes, depende de quien lo lea y hasta del estado de ánimo que se sienta al leerlo.   Aclarado esto, comienzo expresando mi percepción sobre el primer poema, Asombro, que da inicio a la tercera parte del poemario.

El amor platónico y sutil expresado en los poemas primeros parece no conformarse y la voz femenina nos recuerda, que a pesar del tiempo y de la madurez emocional y física, su cuerpo se estremece aún al revivir el placer de los sentidos.  Ese placer la hace vulnerable al toque de otro cuerpo y vuelve a soñar y a asombrarse con las sensaciones que le inspiran el placer compartido, hasta poder tocar con los ojos de los dedos los rincones más íntimos para escalar y descender la montaña de la entrega que su sensibilidad inventa o evoca.

Disfruta la pasión perversamente femenina que le provoca robarle una y otra vez el alma al ser amado hasta que solo quede el cansancio compartido quemándose en el sol que se asoma e incita al cuerpo despierto a continuar el disfrute hasta que anochezca otra vez.

En medio de este viaje por sus vivencias la poetisa descubre con tristeza que el amor soñado quizás le llegó a destiempo y, aunque ella está dispuesta a vivirlo a plenitud, sus sentimientos no son igualados por el ser amado, lo que la hace repensar si vale la pena poner sus sentimientos tan preciados en una relación tan confusa.

En el poema Sin saber, establece el contraste entre el amor de ella, sin excusas ni evasivas, y el de él que rehúye el compromiso, tal vez por temor a perder su libertad y le corta las alas al amor que ella está dispuesta a entregar, a pesar de las experiencias anteriores.

Guarda su dignidad sin reclamarle nada y escribe su mejor página de poesía con su silencio salvador que es más elocuente que las palabras:

Aislados momentos sin futuro los nuestros.

Tú, incorruptible al yugo del amor;

Yo con el roce de tus despedidas

en mis manos, …

Por qué será que mis recuerdos

deambulan entre miles de palabras

que sólo tú proferiste…

Sus emociones se derrumban ante el contraste de sentimientos que se debaten entre las ruinas de la desilusión y la belleza del amor que, a pesar de sus heridas, aún vive en la grandeza de su espíritu.   En su poema Estallido expresa:

Qué hacer con este estruendo de ruinas,

con esta inusitada luz

que hace brotar los recuerdos

por cada uno de los poros de mi piel.

Al final, se percata de que el adiós es la única salida; quedarse y conformarse con las migajas de un amor a medias no es aceptable para una mujer que en el amor se da por completo.  No quiere exponerse al embate inestable de un amor que se debate entre las dudas y prefiere buscar su paz interior lejos de él, aunque le cueste vivir un periodo de oscuridad y de represión.

Para evitar que el dolor se agigante con el paso del tiempo y poder seguir viviendo sin aniquilarse por el desamor, decide comenzar de nuevo y lo expresa en el poema Te diré adiós:

Ya no permitiré

que entren tus sueños

en mi bahía estrellada.

A pesar de la aparente rendición que se percibe en el poema Te diré adiós, enseguida nos deja ver que su voluntad le impide darse por vencida y que no sucumbirá ante esta prueba, por lo que racionaliza su existencia, mientras siente los espasmos de la soledad.   No se echará a morir por él y se reinventará con los pedazos que rescata de la despedida y surgirá más fortalecida para enfrentar la vida con la fuerza que renace de su determinación. 

En el poema Soledad en espasmo nos deja ver su valentía para superarse y volver a empezar, sin permitir que la amargura mate su alegría de vivir.  Aunque no renuncia al amor, sí debe conformarse, al menos por un tiempo, con uno platónico, inventado desde su soledad, así será.   Prefiere continuar sola, pero dueña de sus sentimientos:

Volveré a montarme en el viento

con mi bandera perenne de amor.

Volveré a construir la verdad,

pero esta vez más fuerte

y más honesta.

En fin, el poemario es un diálogo con las vivencias, con las ausencias, con el amor en todas sus vertientes, con el desamor, con la desesperación y la esperanza y un conjunto de confesiones veladas, donde a voz poética deja entrever sólo lo que desea. 

No son confesiones desnudas, están vestidas de imágenes sensoriales que las cubre con un velo azul y misterioso que le permiten conservar el derecho sobre su creación, dejando en el lector un sentimiento inconforme porque anhela descubrir un poco más del mundo interior de la mujer que expresa sus desvaríos femeninos. 


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