Hostos (1839-1903) y Laguerre (1905-2005): la secuencia de una inquietud profunda sobre Puerto Rico

 Dra. Carmen Cazurro García de la Quintana

Catedrática de la UPR en Aguadilla y escritora

Nadie pone en duda la originalidad de pensamiento, la fecundidad literaria e ideológica,  la portentosa cultura, el culto a la ética y alto sentido del deber que caracterizan a hombres tan completos como Eugenio María de Hostos y Enrique Arturo Laguerre.  Pero, estos apuntes no están guiados por la idea de que nos encontramos ante dos especímenes definitivos, mantenidos en conserva con el fin de mantener incólume la cultura puertorriqueña y sacarla a pasear de vez en cuando.

I. La búsqueda de lo nacional 

Explorar en Hostos y Laguerre la idea de lo nacional nos lleva, en primer lugar, a una evolución que va desde lo antillano a lo americano, en el caso del primero; desde lo insular a lo caribeño, en el caso de Laguerre).

Hostos sostuvo un doble enfrentamiento con el coloniaje, primero con España, luego con Estados Unidos y lo hizo cuando aún no existía el derecho de los pueblos a su autodeterminación. Desarrolló su idea central política con un punto de vista internacional, a la luz de su educación en España y de experiencias diversas en países extranjeros, fundamentalmente suramericanos, que más tarde, supo iluminar con un marcado y consistente autodidactismo en todos los ámbitos del saber. No así Laguerre quien, prácticamente ,nace instalado en  un nuevo coloniaje, el norteamericano,  al que  pronto decide enfrentarse con un fuerte sentimiento hispanófilo, que comparte con su generación del 30 por algún tiempo. Más adelante, se distancia de  aquellos postulados para proponer una reconceptualización de la puertorriqueñidad desde el mestizaje. A partir de entonces enfila su pensamiento, tan universitario como autodidacta, a Iberoamérica. Algunas ideas propiciaron el cambio de uno y de otro.

En principio, Hostos tuvo como “idea dominante” la liberación y confederación de Las Antillas, idea que se expande, profundiza y se forja en verdadera dimensión americana, cuando, se decepciona por la traición de sus aliados en el contexto de una España republicana y liberal.

Ya no le preocupa simplemente la libertad política de Puerto Rico o Cuba o la Confederación Antillana como meta final; va más allá: a los conceptos de libertad y justicia universales. Por eso, interviene recurrentemente en la vida nacional de otros países americanos. Tanto Nueva York, como su primer viaje al Sur (1870-74) y sus posteriores estadías en Venezuela, República Dominicana, Chile y, finalmente, Puerto Rico y otra vez la República Dominicana dan fe de ello. En ese recorrido se produce la obra fundamental de su vida.

Otra nueva decepción le haría cambiar de rumbo. Al  estallar la guerra hispanoamericana. Hostos estaba en Chile y como había luchado por liberar a Puerto Rico de España hasta el año 1898, no pudo anticipar la invasión de Puerto Rico. Entonces decidió regresar para así participar del proceso inevitable de la transición política. Como había residido en Estados Unidos,  conocía muy bien este país y sabía que a los norteamericanos no les gustaba, la verbalización retórica, la dialéctica, ni la pomposidad, sino el poco hablar, por eso comprendió que su antiguo ideal no podría mantenerse inflexible y que se hacía necesario adaptarse a sus ideas democráticas.

En este contexto, cobra mayor relieve el reclamo de Hostos contra las pretensiones anexionistas de este país. Hostos reclamó el gobierno temporal del país interventor, Estados Unidos, y un plebiscito en que los puertorriqueños definieran su destino (esta idea la tomó del Senador Charles Sumner, quien la propuso para dirimir el conflicto entre Alsacia y Lorena y así evitar la Guerra Franco-Prusiana en el 1870. Sumner fue el abolicionista radical y colaborador de Lincoln que contribuyó de manera decisiva a derrotar en el senado norteamericano el intento del Presidente Grant de anexionar la República dominicana).

Pero Hostos no se conforma con buscar una fórmula procesal que devolviera los derechos a la Isla y pretende, además, que los puertorriqueños entablen una conversación de pueblo a pueblo con los Estados Unidos. En este sentido, concibe como estrategia política convocar a una Asamblea Nacional de carácter unitario, en la que estuvieran representadas todas las tendencias con respecto al estatus. Esa asamblea se tornaría en ente negociador en el Congreso, el Ejecutivo y la Corte Suprema de Estados Unidos. Pero, cuando se proponía preparar al pueblo para tal empresa liberadora,  se encontró con la misma realidad social que había enfrentado Betances en 1868: “un pueblo que a fuerza de enviciado por el coloniaje, aún los hombres más cultos del país, no se deciden a tener iniciativa para nada”. La incapacidad decisoria del pueblo, lo frustra y marcha al exilio donde se crece ante tal adversidad y se sitúa por encima no sólo de su pueblo, también de su época.

Como se ve el idealismo de Hostos estuvo sujeto a la mentalidad de un jurista que defiende el Derecho Natural. Cosa nada extraña si consideramos que conocía los textos de Curso de Derecho Natural y Filsofía del Derecho, traducidos en 1841 del alemán por el jurista español Sanz del Río. Defendió, tal y como lo hizo Bolívar, un cuarto poder: el de los electores, de forma que toda solución política debía ser viable según lo decidiera el pueblo. Incluso fue más allá de defender este cuarto poder, el electorado, al situar la soberanía en la sociedad, como organismo natural, y no en el Estado, al que consideraba mero artificio para darle funcionalidad. De más está decir que el exilio de Hostos casi fue perenne

Lo nacional en Laguerre no es un proyecto jurídico, ni internacional, como en Hostos, sino una intensa búsqueda de la identidad nacional, de qué somos y cómo somos, como paso previo a cualquier otro.

Frente a la subordinación política, propugnaba una afirmación ontológica y con ello una autonomía cultural. Le debe mucho al 98 español en su afán revisionista y en el acudir a la historia para comprender mejor la realidad del presente. También al existencialismo, al igual que Jean Paul Sartre, afirmaba que el hombre no tiene pasado, es su pasado, y por eso preconizaba la importancia que tiene para el puertorriqueño, por lo común desmemoriado de su historia, entender su realidad histórica. Para el escritor, la historia no se profundiza celebrando el Día de Muñoz Rivera, el Día de Hostos, o cualquier fecha relevante;  sino que se profundiza viviéndola en la intimidad, cuando uno está dispuesto a leudar la historia, es decir a vivificarla con afecto mediante sus leyendas y mitos. Seguía en esto a Unamuno, en su deseo de llevar la historia al pueblo sencillo,  y también a los grandes mentores griegos, Homero, Aristóteles o Platón, quienes a través de los mitos educaron a la juventud.

Pero, al igual que apreciamos en Hostos, se produce un cambio en Laguerre. De la búsqueda científica sobre lo que es único y diferente, el escritor evoluciona a una búsqueda de la identidad nacional con profundo afecto de la mitología, de lo histórico, lo social y lo cultural, en fin  Laguerre se separa de la idea dominante generacional  y propone una reconceptualización de la puertorriqueñidad hasta el momento definida por lo hispano con el emblema del jíbaro blanco del interior. Ante tal definición de búsqueda nacional, Hostos hubiera reaccionado, pues para él la imaginación y la fantasía dificultaban, por hacerlas más intensas, la realización de las ideas.

Aunque en toda su obra proyecta esa búsqueda nacional, quizá sea en dos novelas La resaca y Proa libre sobre mar gruesa donde se resalta de manera muy especial. La primera describe las postrimerías del siglo XIX. Es la época del General Palacio y los compontes, así como la lucha de los criollos por emanciparse, lucha en la que juegan un papel destacado las logias masónicas. Dolorito Montojo, alter ego de Laguerre cuyo nombre recuerda los simbolismos nominales de Rómulo Gallegos al aludir al dolor de los montes, encarna la gran crisis de fines del XIX, su sicología lo ubica en un “camino medio”. Su incapacidad para la gesta pudiera ser reflejo de la ausencia de dirigentes fuertes presentes en el Puerto Rico de fines del XIX, recordemos que Hostos y Betances estaban casi siempre fuera del país y su determinación por el autonomismo parece obedecer a la presencia poderosa y continua en el país de Baldorioty.

En Proa libre sobre mar gruesa, Laguerre ilusiona con la idea de lo nuestro , pero esta vez con las luces del siglo XVIII. Hay cambio de escenografía –las costas de Puerto Rico y el mar Caribe- y de propuestas a que nos tenía acostumbrados en su obra anterior. El protagonista es el corsario mulato Miguel Henríquez, hijo de esclava y zapatero que llegó a convertirse en el hombre más poderoso de la época, hasta el punto de recibir “La Real Efigie” del Rey Felipe V.

La obra tiene como punto histórico el desafío a la autoridad, pero lo importante es que en el personaje ya se ve una manera de ser y de pensar muy distinta a los peninsulares.

Pero el asomo a lo antillano, en Laguerrre, no sólo está reflejado en el espíritu aventurero y carácter subvertidor de un mulato corsario puertorriqueño como Miguel Henríquez, que astutamente saca partido de las luchas europeas que se desarrollan en el Caribe, también en la estructura tripartita de la novela que refleja además de la política puertorriqueña, la de las Antillas mayores que son tres.

El hecho de que en las novelas de Laguerre la aparición del status político es esporádica  o aparece como aspiración  abstracta y remota, es lo que ha provocado que se le haya visto como independentista y que, a su vez, los sectores independentistas le hayan tildado de frialdad ideológica y a sus personajes novelescos de indecisos y derrotistas. Sin embargo, el novelista no sólo proyectó una posición nacionalista, particularmente en sus primeras obras (La llamarada, La resaca), sino una idea de carácter universal en las que le siguieron. Del enfoque geopolítico y de protesta social pasa al enfoque existencial, a criticar la sociedad de consumo y el capitalismo deshumanizado. Si algo crece con fuerza en su novelística es la justicia social.

Patria pensada y patria imaginada

Entre la patria pensada por Hostos (a través de la legalidad jurídica y el Derecho) y la patria imaginada por Laguerre (mediante el conocimiento de la historia) está la profunda sed de conocimiento y la profunda sensibilidad hacia su entorno, aunque a la inversa esto no sucediera particularmente en el caso del primero. Creyeron en la educación y la escritura  como instrumentos para su pensamiento de patria y de modernización social.

La autenticidad de su empeño se debe a que ninguno de ellos obedece a imposiciones. Viene al caso citar a Jacques Monod quien, en su ya clásico y hermoso libro El azar y la necesidad expresa lo siguiente: “La ética del conocimiento no se impone al hombre; es él, por el contrario, quien se la impone haciendo de ella axiomáticamente la condición de autenticidad de todo discurso o de toda acción” Pues bien, es en este sentido de elección, no de imposición ética, donde debemos ubicar la autenticidad de Laguerre y a Hostos. Y es un convencimiento que se puede palpar cuando, como lectores, en el “hondón del alma” de personajes como Bayoán (La peregrinación de Bayoán de Hostos) y Juan Antonio Borrás (La llamarada de Laguerre) encontramos la prolongación de ellos mismos.

Ambos aspiraban a armonizar al sujeto con la sociedad. En pesaba  el  panenteísmo o “racionalismo armónico. Este ideal de humanidad, especie de orden universal, que había adquirido del Krausismo español durante su educación en España primero en Bilbao y luego en Madrid, cuyos elementos espirituales eran la abnegación y el altruismo y se fundamentaba en el Derecho y la Educación.

Laguerre, hereda esa forja de aspiración armónica y añade como elemento espiritual la geopiedad, una actitud en forma de afecto y sueños, unas veces o como preocupación ambientalista y recreación estética de la geografia, otras veces (Solar Montoya, 1941), que si bien se puede identificar como patriotismo, sin embargo en el novelista es una actitud global, a la vez que local, que no conduce al exagerado nacionalismo.

Otro matiz diferenciador es que Laguerre pone más empeño en el hombre que en la naturaleza para conseguir ese todo armónico. De hecho, se adelantó al cambio de rumbo que ocurriría en la novelística hispanoamericana a mediados de siglo y lo explicaba así: “el hombre mismo cargará con la responsabilidad y no la naturaleza como ocurre en Doña Barbara, La vorágine y Don Segundo Sombra”, narraciones catalogadas como “novelas de la tierra”.  Su mentalidad más que europea es latinoamérica.

II. Lo Moral

Moral.  Ambos pensadores fueron sumamente exigentes consigo mismos. Para Hostos el desarrollo moral es un proceso gradual y progresivo, el ser humano es inicialmente moral, es decir juzga y actúa de acuerdo a deberes morales por necesidad (dependencia), luego por gratitud (afecto), posteriormente por utilidad (interés) y finalmente por derecho y deber (el deber por el deber mismo) Por lo tanto, el derecho moral máximo tiene lugar cuando se cumple con el deber por el deber mismo hacia la humanidad. Una radiografía de lo anterior es su Diario, todo un viaje interior que se extiende desde 1886, cuando el escritor tenía 27 años hasta 1903, cinco días antes de su muerte, con apenas 20 años de silencio entre 1878 y 1898. Lo escribió, en sus propias palabras,  con objeto de estudiarse a sí mismo, dominarse, mejorarse y proceder según conciencia. Hay un conflicto interior que busca mitigar por medio del autoanálisis, sólo unas pocas páginas se refieren a sus actividades como enviado de Puerto Rico en Washington en 1898.  Se queja de su inhabilidad social: “Aun cuando me sentía fuerte en mis idas, me sentía débil en mis relaciones con los hombres.”.  En 1869 el autor se lamenta porque no se comprendan ni a él ni a sus escritos y en 1870 se reprocha el desarrollar un pensamiento que nadie entiende”.  Dice Laguerre al respecto: “Lo que más caracteriza la vida de Hostos, aparte de su perenne actividad educativa, es su soledad. Es casi paradójico que un paladín de la educación sufriera tanta angustia de soledad.” (Polos de la cultura 144)

Como en todos los diarios íntimos el amor ocupa un lugar de importancia: su matrimonio tardío a los 38, el gran número de damas que le interesaron sentimentalmente, menciona el diarista once nombres, sus obligaciones de patriota, su pobreza, su timidez, su deber… Por cierto que debemos a Hostos el primer diario  íntimo de las literaturas hispánicas.  En suelo hispánico, como afirmaba Unamuno, los hombres son reacios a mostrar su interioridad, que suele ser de flaquezas y miserias, de debilidades y pequeñeces. No es sino hasta entrado el siglo XX que se encentran algunas autobiografías con intención de análisis introspectivo.

Sin embargo, algunos autores, como Ángel Villarini, al explorar la actualidad de la teoría moral hostosiana, señalan que no es meramente el resultado del conflicto cognoscitivo interno, sino el producto histórico de las relaciones en las que la persona entra al pertenecer y participar en comunidades cada vez más amplias.

Laguerre comparte el alcance del deber hostosiano, el sentido de exigencia consigo mismo y  forja su moral en la estética modernista del arielismo del uruguayo José Enrique Rodó R (Ariel 1900), cuyo lema definía “A la ética por la estética” y también en el espíritu de la generación española del 98, recordemos que muchos de sus representantes estaban ligados a la Institución Libre de Enseñanza, que dirigía Francisco Giner de los Ríos, tan influyente en Hostos.

Aspiraban los dos a ser hombres completos, pues estaban conscientes de que había que cultivar los conocimientos y enfrentar, tanto en la realidad política (Hostos)  como en la ficción novelada (Laguerre) las conciencias vacilantes. Esta cita de Hostos se aplica a ambos:

Creo que el único modo de ser útil a las ideas y a los pueblos es levantar los hombres a la discusión de su deber, más que bajar con ellos a la negociación de sus intereses. Hay en ello, es verdad, un resultado para mí que no por ser lejano deja de ser menos glorioso…”

III. Racionalismo (el paradigma de la razón centrada en el sujeto). 

El pensamiento hostosiano se inscribe por completo en la línea del racionalismo moderno, dentro de lo que hoy se ha dado en llamar “paradigma de la razón centrada en el sujeto”.  Advierte Hostos que una misma realidad da lugar a formulaciones diferentes y que las ideas surgen en la razón a consecuencia del choque con alguna realidad (Tratado de Lógica, 70).

En La educación científica de la mujer que Hostos presentó en forma de dos discursos en la Academia de Bellas Artes de Chile (1873) el educador alude a las individualidades femeninas  a través de la historia (la mujer espartana que rivalizaba con los hombres en destrezas y fuerza, la madre de los Gracos, la mujer de Bruto; Juana de Arco, Santa Teresa de Jesús, Isabel la Católica, Georges Sand, entre otras cuya individualidad genial se salía del cuadro en que la educación rutinaria la encerraba. Habla de la triple esclavitud, religiosa, política y económica a la que se encuentra sometida la mujer y se refiere a esta manera: “formemos ante todo seres de razón”. Ella puede completar por esfuerzo de buena educación, una indudable y constante iniciativa en todos los hechos.” De hecho, tres mujeres antillanas: Belinda Ayala, su esposa cubana; Lola Rodríguez de Tió, la poeta puertorriqueña que fue su madrina de bodas en Caracas y la dominicana Salomé Henríquez Ureña, quien fundó y rigió, por inspiración del maestro, la Escuela Normal de Señoritas en Santo Domingo sus fieles seguidoras.

A Laguerre lo educó Nina, su hermana mayor. Por otro  lado, su madre jibara de ascendencia canaria, aunque era analfabeta, influyó en su ética personal. “Pienso en mi madre, en sus alegrías y amarguras, cuando planifico una novela” solía decir.  Su novela Contrapunto de soledades  es un tributo a la educadora aguadillana Carmen Gómez Tejera y, a la vez un fino estudio psicológico de la mujer y sus circunstancias. De su fina observación no se escapó: la mujer idealizada (La llamarada); ambiciosa y luchadora como Lucha Madrigal (Los dedos de la mano); peligrosa y capaz de destruir al hombre (Los gemelos); la espiritual y espiritista (Los amos benévolos) solterona destinada a vivir, o morir, sin amor (Contrapunto de soledades e Infiernos privados). Sus mentoras, amigas, críticas e inspiradoras (Carmen Gómez Tejera, Concha Meléndez , Nilita Vientós y Clara Lair) fueron mujeres totalmente preparadas.

El escenario en Hostos es diferente, la mujer que lo enamora es siempre muy joven y poco preparada conforme a los patrones de su época- Inda su esposa tenía quince años al contraer matrimonio; una máxima pureza que le permita ejercer como Pigmalión.

IV. Pintoresquismo 

La curiosidad que siente el siglo XIX por todo lo relacionado con las costumbres pintorescas da lugar al libro de viajes como género literario “Amamos a la patria porque es un punto de partida. La vida es un viaje; la razón no sabría encontrar el punto de partida si no fuera por el terruño, cuya imagen atrayente vemos por todas partes” dice Hostos.

Su primera novela La peregrinación de Bayoán es el comienzo simbólico de su carácter itinerante que lo llevaría inicialmente a un viaje por las Antillas. Aunque su peregrinar es más interno, de su consciencia, que externo en este libro, viaja posteriormente a Francia y,  desde  allí,  parte a territorio hispanoamericano, viajes estos últimos que se recogen en su mayoría en Mi viaje al sur. Durante el viaje recorre toda la Patagonia chilena y argentina. Explora zonas ignotas de la costa, medita en los conflictos  limítrofes entre ambos países e impulsa la construcción de un ferrocarril trasandino desde sus columnas periodísticas, porque como bien señala Juan Mari Brás, “Dondequiera que estuvo Hostos ejerció el periodismo”.

Entre los 30 y los 50 Laguerre visitó pueblo a pueblo del litoral y el interior de la isla y casi todas las comunidades rurales, algunas veces acompañado de visitantes extranjeros Un Puerto Rico más íntimo que visible a primera vista fue apareciendo en sus narraciones. Cuando salió La ceiba en el tiesto términos como  rolones, cactus, vegetación espinosa, hácares barbados dieron pie a que se le acusara de haber trasladado parte del paisaje de Méjico a Puerto Rico. Laguerre fue uno de los pioneros en el estudio serio del español campesino puertorriqueño. No creo que se haya destacado lo suficiente que la labor lingüística que realiza en Solar Montoya (1956) se anticipa a la realizada por ilustres estudiosos del idioma como Tomás Navarro Tomás, Álvarez Nazario, María Vaquero y Amparo Morales.

En el escritor se aprecia una relación entrañable entre la tierra y el hombre, la geopiedad,  que consiste en una forma de conocer, percibir, presentar, y también imaginar la tierra, que no tiene nada que ver con la tendencia descriptiva, ni la telúrica, ni la real maravillosa que, también, se encuentran en sus novelas. Es una actitud en forma de afecto y sueños, unas veces o como preocupación ambientalista y recreación estética de la geografia, denominada actitud geopiadosa, por una de sus mejores críticas, Estelle Irizarry.

Laguerre, anticipó por cuatro décadas el afán por conocer las raíces que surgió en los Estados Unidos con la publicación en 1976 de la novela Roots de Halex Haley. En una obra como Los gemelos recoge los pasos indígenas en Puerto Rico y hasta recoge, en términos de estructura,  repeticiones, saltos y lagunas que se observan en el recuento de cronistas, como Pané.

V. Pedagogía 

El conocimiento enciclopédico de filosofía, lingüística, sicología, sociología, historia, y otras disciplinas, le permitió a Hostos construir un modelo educativo operacional que, por su originalidad. Se anticipaba en muchos aspectos los intentos actuales de corrientes pedagógicas como la educación basada en el cerebro, el constructivismo piagetiano, la perspectiva histórico-cultural vigotskiana y la pedagogía de la liberación de Freire.

Hay que recalcar que la pedagogía de Hostos,  a diferencia de los educadores de su época (Pestalozzi en Europa, Giner de los Rios en España y, posteriormente, la de Dewey en los Estados Unidos) es, desde un principio, una pedagogía al servicio de la liberación, tanto en el sentido ético-humanista, como en el político-social. Contrario a lo que pudiera suponerse hoy su pedagogía no estaba dirigida a otorgar títulos ni a formar profesionales, estuvo dirigida a formar hombres y mujeres completos, libres, capaces de construir una Confederación de las Antillas.

Con el triunfo en la República Dominicana del sector liberal que encabezaba su protector Gregorio Luperón, Hostos regresa a la República Dominica en 1879 para ponerse al frente de los esfuerzos por reformar la educación pública que se encontraba en total deterioro y es casi inexistente en ese país. Redacta el proyecto de ley de la reforma y se pone al frente, como director y profesor, tanto de la Escuela Normal, que preparaba a los futuros maestros, como del Instituto Profesional de Enseñanza, que en aquel momento era el único centro universitario. Con esta gesta Hostos convierte  a la República Dominicana en uno de los países más avanzados para su época en términos de política, filosofía y organización educativa del mundo. En conflicto con el dictador de turno, abandona el país y se traslada a Chile 1888 donde es particularmente notable su contribución a la reforma del estudio del Derecho, y la preparación de juristas. Con la caída de la soberanía española en Puerto Rico, precipitada por la invasión norteamericana, temeroso de que se convirtiera a Puerto Rico de nuevo en colonia, Hostos regresa a su patria, (1898) con el propósito de fundar un movimiento político-educativo, la Liga de Patriotas. Su estrategia era brillante y ambiciosa. Primero, había que unir a todos los puertorriqueños en la defensa del interés común de su soberanía. Esto requería hablar desde la perspectiva del interés de la patria, de su soberanía, no del partidismo. Segundo, era necesario a través del ejercicio diplomático y del uso de la prensa, recordarle a los norteamericanos que la lealtad que debían a sus principios los obligaba a establecer la democracia en Puerto Rico y a respetar la soberanía del pueblo puertorriqueño a través de una consulta plebiscitaría. Por último su estrategia contemplaba el llevar a cabo una reforma educativa en Puerto Rico que propiciara el desarrollo material de nuestra sociedad y su conciencia nacional.

En Juana Díaz, primero, donde funda un Colegio Agrícola, y sobre todo en Mayagüez, se dio la tarea de implantar su reforma educativa. En esta última ciudad, creo el Instituto Municipal, colegio de nivel primario y secundario para niños en su mayoría de familias de escasos recursos económicos y, además, ofreció clases nocturnas para obreros.

La reforma educativa que Hostos proponía se fundamentaba en la idea de que la libertad y civilización de nuestros pueblos sólo se conseguirían si los individuos que los constituían se educaban en el desarrollo de su capacidad de conocer, es decir de razonar. De ahí que defienda, por la influencia del Krausismoespañol, la tolerancia académica, y libertad de cátedra frente al dogmatismo.

Adelantándose a las actuales propuestas constructivistas, Hostos estaba convencido de que el conocimiento es algo que el propio ser humano tiene que elaborar mediante el ejercicio de su pensamiento. Por ello su programa de estudios estaba basado en la estimulación del proceso natural y gradual de desarrollo cognitivo del ser humano, que asciende desde la intuición (observación), a la inducción, a la deducción y, finalmente a la síntesis.

Pero su esfuerzos, en aquel momento, fueron en vano; se estrellaron contra la política imperialista que seguían los republicanos en los Estados Unidos y las tendencias oportunistas y colonialistas de los políticos locales. Ya en 1900 regresa a la República dominicana, para una vez más hacerse cargo de la Reforma Educativa y enfrentarse a la oposición de los sectores tradicionalistas. Allí habría de experimentar Hostos su gran momento de gloria.

VI. Educadores antes que nada

Laguerre, como Hostos se define como educador antes que nada. Cree, al igual que su antecesor, que la única solución permanente que tienen los problemas sociales del país es de carácter educativo.

En 1924 se inició en el magisterio en la escuela rural de su pueblo, y luego en la escuela intermedia y superior. Mientras tanto, estudiaba los veranos en la Universidad de Puerto Rico. En estos primeros años surge el Laguerre escritor bajo el aliento de la educadora Carmen Gómez Tejera. En 1937 se graduó de Bachiller en Artes con altos honores y cuatro años más tarde, de Maestro en Artes en el Departamento de Estudios Hispánicos de la UPR en Río Piedras. Estuvo a punto de doctorarse por la universidad de Columbia, pero se negó a cumplir con el requisito de presentar la tesis en inglés.

Esta última nota ha de ponerse en el contexto de un profesor de Humanidades con especialidad en literatura española, puertorriqueña e hispanoamericana que nunca limitó su natural avidez por aprender. Tomó cursos de literatura norteamericana y británica pues, aparte de sus reservas en lo que respecta a la política de imperialismo económico de Estados Unidos, admiraba el espíritu liberal de sus escritores . Enseñó además cursos de literatura brasileña  y antillana.

Para Laguerre, la acción educativa, como en Hostos,  debe abarcar todas las dimensiones del ser, es decir debe aspirar a una integracin armónica entre sus funciones en el salón de clases y la vida del alumno y de la comunidad. Respecto del currículo  escolar, debe este asentarse en la realidad social y no implantar ideas pedagógicas extranjeras. Ello supone una elección cuidadosa de libros de texto. Ponderaba el establecimiento, en este sentido de la Editorial del Departamento de Instrucción.

Se desempeñó en diversos trabajos: redactor para “La escuela del Aire” del Departamento de Instrucción Pública y del programa radial “Puntos de Partida. Fue miembro de la Asociación de Maestros y de comités educativos, escritor de centenares de artículos de carácter educativo que publicó en periódicos y revistas de la Isla, como la columna “Hojas libres que comenzó a publicar a partir de 1959 y Director del Departamento de Producción en el Centro Regional de educación Fundamental para la América Latina, en el estado de Michoacán, en Méjico.

Dedicó muchos años en la elaboración de currículos en el Departamento de Instrucción Pública y en la publicación de textos para estudiantes y maestros. Su visualización de la escuela pública como niveladora social, no es otra cosa que la cultura de la convivencia. El currículo escolar debe asentarse en la realidad social del estudiante y el conocimiento de las realidades hispanas e iberoamericanas y no implantar ideas pedagógicas extranjeras antes que las nacionales. El D I P apoyó hasta tal punto su énfasis en la literatura nacional que su novela La llamarada se convirtió en lectura obligada, junto a Isla Cerrera por considerar esta novelas prácticamente textos fundacionales. Andando el tiempo la libertad de cátedra prevalecería sobre la obligatoriedad del texto (La segunda hija de Olga Nolla, fue el otro texto detonante).

En Polos de la cultura Iberoamericana Laguerre nos acerca a Hostos:

En 1868, cuando el Grito de Lares,  Hostos tenía 29 años y Martí 16. Ambos eran separatistas; estuvieron casi toda su vida en el destierro, fueron activos reformistas en contra de la oligarquía, cultivaron el periodismo y literatura; se distinguieron más en el ensayo que en cualquier otro género; creyeron en la Confederación Antillana; fueron paladines de la justicia y la libertad; cultivaron el arte comprometido con las ideas que sustentaban.

Aun en sus trabajos más literarios- Hamlet por ejemplo- se destaca Hostos educador.

VII. Hostos y Laguerre como escritores

Mientras la imparable y fecunda trayectoria novelística de Laguerre (quince novelas) le acercó al premio Nobel de Literatura, La literatura hostosiana ha sido la faceta menos atendida por la crítica a pesar de que acapara la mayoría de su obra (La peregrinación de Bayoán y La tela de araña, Diario, ensayos, teatro).

Un  excelente estudio Las voces autoriales, de Jorge Enrique Lefevre Tavárez devela sus méritos. Dentro del contexto español donde fue escrita y publicada, La peregrinación de Bayoán , si fuera estudiada en España como novela llenaría una laguna, ya que había un vacío novelístico a finales del XIX. Dentro del contexto latinoamericano, sin duda caería en la categoría de Impossible Romances , es decir una especie de alegoría romántica que apunta hacia la fundación de un país; un mensaje populista encarnado en una alegoría romántica o  un imposible romance con final trágico..

Publicada inicialmente en España en 1863 y luego en Chile en 1873 está escrita en forma de diario narrado por el joven Bayoán. Hay un conflicto íntimo que lo desgarra: quiere crear una Federación de las Antillas pero con España. Durante el peregrinaje físico- geográfico conoce a Marién, sin embargo posterga la relación amorosa en aras del deber. Al enfermarse ésta deciden casarse, pero ella muere y Bayoán entrega su diario a su amigo Hostos. Así entra el autor como personaje en la novela y es a través de él que el lector descubre la frustración de Bayoán. Hostos, además acaba siendo el editor de la historia y la prologa.

Hubo un total silencio en España  y confiscación prohibición en las Antillas. Años después Hostos sufre el mismo devenir de Bayoán ya que su intervención juvenil con revolución La Gloriosa no quedó en nada y la República no atendió sus reclamos. Empieza entonces su peregrinación por latinoamerica, como Bayoán antes por las Antillas, .donde enriquece su pensamiento político.

En la publicación de 1873,  Hostos desea explicar su novela e incluye una clave para que se entienda la alegoría, según la cual  Bayoán es Puerto Rico , Marién Cuba y Guarionex Santo Domingo. Y de nuevo sobrevino el olvido hasta que en 1939 con motivo de su centenario se publican sus obras completas en veinte tomos. Pedreira, su primer biógrafo, Manrique Cabrera, autor de la primera Historia de la Literatura puertorriqueña (1956) y Juan Bosh hacen de ella una lectura canónica. Posteriormente sobreviene el rescate de su valor literario por autores como Marcos Reyes Dávila. La dificultad son las múltiples voces Bayoán, Hostos personaje, Hostos autor y Hostos editor de la segunda publicación de la novela. Para ver la jerarquía que tienen las voces se acude a la narratología escuela del estructuralismo.

Conclusiones. La mejor carta de identidad puertorriqueña: sus pensadores

En la difusa supervivencia cultural que caracteriza a Puerto Rico como colonia hemos acudido a Hostos y Laguerre,  dos hombres completos con clara conciencia de su tiempo y libres de preocupaciones sectarias,  con la idea fija de repensar sus inquietudes. Ambos saben que las nacionalidades no son bellas durmientes en espera de un príncipe azul que las venga a despertar de su letargo, sino que dependen de que sus miembros imaginen una comunidad, una causa común. En su visión de los fenómenos nacionales como proyectos colectivos, hay sutiles diferencias: hay que construirlos o fabricarlos en el caso de Hostos (Derecho)  o imaginarlos (historia leudada con el afecto), en el caso de Laguerre.

Las perspectivas de Hostos y Laguerre nunca fueron fijas, sino que evolucionaron. El primero, en su visión utópica sobre las Antillas,  llegó a incluir a Jamaica, aunque hablaba otra lengua) y a la América Central, es decir el Gran Caribe, entidad no necesariamente homogénea, pero distinguible. Laguerre prefiere el término Iberoamericano para incluir a Brasil.

Fueron mentalidades de avanzada. Hostos se adelanta a una época que aún no se prestaba al psicoanálisis.  La mentalidad de la duda y la incertidumbre psicologista se ven ya en La peregrinación de Bayoán, en el Diario, y en su ensayo sobre Hamlet que, por cierto, ha sido traducido al inglés en el universidad de Harvard. Las sicologías vacilantes de los personajes de Laguerre  recogen esta mentalidad.

Al situar la soberanía en la sociedad como organismo natural, Hostos estaba adelantando nociones que hoy ya son punto de diferenciación entre la idea de estado nacional moderno y de la nación natural que asoma como la institución sobreviviente en la postmodernidad.

Por su parte,  Laguerre abre una nueva perspectiva, la de novela intrahistórica que se hacía día a día por la gente humilde del cañaveral o la de novela abierta, enraizada en circunstancias muy concretas, pero no limitada a ellas. Con su primera novela publicada en 1935, el escritor, anticipó por cuatro décadas el afán por conocer las raíces que surgió en los Estados Unidos con la publicación en 1976 de la novela Roots de Halex Haley. Del mismo modo, se adelantó al cambio de rumbo que ocurriría en la novelística hispanoamericana a mediados de siglo

Laguerre leuda la historia, la imagina para despertar afanes y sueños no de lo que se es, sino de lo que debiera ser. Este enfoque lo convierte en un escritor tan clásico con  novísimo por la cercanía de enfoques a la que se ha dado en llamar la «novísima historia». Para Laguerre los gestos, las actitudes humanas son historia. Su transparente legado ideológico de base humanista le llevó a la nominación para premio Nobel de Literatura en 1999.

Quizás Hostos confiaba demasiado en la razón (“Si se piensa bien todo sale bien”) y a la vista está que la historia no es racional y mucho menos la política, sin embargo, en el campo político social la actitud de deliberación pública a la que llamó Hostos (la Liga de patriotas tenía una tarea social, no partidista) deja un mensaje histórico para Puerto Rico.

Ninguno de los dos practicó el arte por el arte. Fueron ensayistas, pedagogos y periodistas  con similar intensidad. Quizá es en el ejercicio literario donde se bifurcan sus caminos debido a que Hostos creía que la ficción debilitaba la razón.

En suma, Hostos y Laguerre son el ejemplo perfecto de dos voluntades tenaces ante situaciones límites que hoy son actuales a juzgar por la actualidad periodística, política (con la VII cumbre de las Américas),  literaria (a juzgar  por dos libros recientes Historia comparada de las Antillas de José Antonio Piqueras  y La segunda guerra mundial en las Antillas de Ligia T. Domenech y lingüística ( el español de Puerto Rico se describe por el Presidente de la RAE como una expresión del llamado español caribeño, lleno de expresividad, con una música muy armónica y eso sí, con una capacidad grande para asimilar términos del inglés.


  1. Influyen en ésta sus contactos con compatriotas puertorriqueños como Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis, los médicos Basora, Manuel Zeno Gandía, Julio Henna y Manuel Guzmán Rodríguez; los dominicanos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal, y el general Gregorio Luperón, los cubanos José Martí y Antonio Maceo. Tres mujeres antillanas: Belinda Ayala, su esposa cubana; Lola Rodríguez de Tió, la poeta puertorriqueña que fue su madrina de bodas en Caracas y la dominicana Salomé Henríquez Ureña, quien fundó y rigió, por inspiración del maestro, la Escuela Normal de Señoritas en Santo Domingo.
  2. Esta misma idea la recogerá José de Diego en 1916 en un proyecto de ley que representaba un intento  descolonizador, pero que no obtuvo el apoyo de sus colegas en la Cámara de Delegados.
  3. Véase Orlando José Hernández, Juan Mari Bras: Estudioso y propulsor del pensamiento hostosiano. Ponencia. Tributo realizado en Nueva York, el 15 de junio de 2013.
  4. Epistolario de Betances a Hostos , 1983. Citado por Félix Lugo Nazario en “Betances y Hostos. Motivos de su exilio”. Revista El Cuervo de la Universidad de Puerto rico en Aguadilla, No.19, 1998,pp.12-15).
  5. Para Juan Mari Bras: “… hay una diferencia cualitativa entre el tejido social que va plasmándose en la interacción de influencias étnicas, geográficas, culturales, políticas y económicas a lo largo de los siglos- que es lo que constituye la nación natural- y el artificio circunstancial de juntar naciones en etapas diferentes de desarrollo con territorios aledaños o lejanos por razón de la fuerza, que es lo que se ha llamado el estado nacional”.  Revista El Cuervo de  la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, No.19, 1998,p 57.
  6. Vése Carmen Cazurro García de la Quintana. “Una invitación a reconceptualizar  la puertorriqueñidad”.  Revista El Cuervo de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, No.19, 1998, pp. 16-24.
  7. Laguerre solía poner de ejemplo a los franceses, quienes hicieron suyas las palabras de Shakespeare con esta frase “Nous sommes faîtes de la même étoffe de nos rêves” (Estamos hechos de la misma materia que nuestros sueños). En esta novela, ya fuera de los parámetros hispanófilos de su generación que identificaban en el jíbaro blanco de la montaña cafetalera del XIX, el emblema de lo puertorriqueño,  Laguerre  propone otro emblema anterior en el tiempo, el mestizo,  que se desenvuelve en la costa y en el mar.
  8. La primera publicación del diario de Hostos aparece en 1939, 36 años después de la muerte de su autor, y constituye los dos primeros volúmenes, de veinte, de las Obras Completas que el Gobierno de Puerto Rico mandó a imprimir para celebrar el primer centenario del natalicio del prócer.
  9. Automoribundia de Ramón Gómez de la Serna y Mi medio siglo se confiesa a medias de César González Ruano. En cuanto a diarios, sólo los de Blanco Fombona, otro hispanoamericano, contienen atisbos de interioridad. Confieso que he vivido del chileno Neruda o Mortal y rosa, del español Francisco Umbral se proyectan más a la exterioridad.
  10. Lo que le permite afirmar a nuestra estudiosa que Laguerre es un consumado paisajista tanto de magníficas vistas panorámicas, como de espectáculos minuciosos (94), tendencia que pasa a la expresión literaria mediante detalles estilísticos  a manera de sfumato, aquella técnica renacentista que introdujo Leonardo Da Vinci y consistía en difuminar los contornos, a la vez que se precisan las formas. El efecto lo logra Laguerre con el diminutivo, el posesivo, las metáforas e incluso dedicatorias como la que acompaña a Infiernos privados  “A mis compueblanos de los tres pueblos donde nací” (Moca, Aguadilla e Isabela). La geopiedad de Laguerre es todo un proceso de acentuación gradual y variable donde nada pasa desapercibido, se interioriza lo que está afuera y se exterioriza lo que está adentro, como si deseara captar el momento afectivo de lo real.
  11. Debe su nombre a Karl Chistian Friedich Krause (1781-1832. Esta filosofía tuvo amplia difusión en España donde alcanzó su máximo desarrollo práctico en la Institución Libre de Enseñanza, dirigida por Francisco Giner de los Ríos.
  12. Para estimular este desarrollo se practicaban en el Instituto Municipal los métodos objetivos y activos de conocimiento: el uso de objetos, mapas, globos, láminas y sobre todo la observación de la realidad objetiva misma y el diálogo. Eran frecuentes las excursiones de los estudiantes en los alrededores del pueblo con el propósito de la ejercitación física y mental, y el desarrollo de la sensibilidad ética y estética en el amor al terruño.
  13. Edgar Lee Masters, Synclair Lewis, Cliford Odets o Lilliam Hellman.
  14. Se han utilizado nombre como las Indias Occidentales, las Antillas del Caribe, el Caribe insular, la Cuenca del Caribe, el Caribe por apellidos: hispano, francés, inglés, holandés y americano. Bill Clinton  una vez se refirió a Estados Unidos como nación caribeña porque parte de su territorio está en el Caribe. Esto sí podría representar un verdadero problema de identidad.
  15. Véase Juan Mari Bras “La nación en la postmodernidad”. Revista el Cuervo de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla. No. 19, Año 1998, pp. 51-59.
  16. Historia comparada de las Antillas de José Antonio Piqueras Arenas. Madrid: Doce Calles, 2014; La segunda guerra mundial en las Antillas de Ligia T. Domenech Universe, 2014.

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