Desde el «Valle de Aguas» hasta Puerto Rico

ángel

Entrevista por Ángel Gustavo Gonzalez

Esta española llegó a Puerto Rico un mes de mayo, hace ya treinta y seis años, dispuesta a integrarse a esta tierra, de la que sólo conocía la música de Rafael Hernández y la poesía de José de Diego. Cuenta que, a su llegada de noche a Puerto Rico, le pareció una postal de Navidad, a juzgar por las luces que se observaban desde el aviόn. Desde el primer momento se instalό en Aguadilla. Piensa que, aunque hablamos el mismo idioma y la cultura española predomina en el ámbito familiar, en las creencias, costumbres, arte y tradiciones, la idiosincrasia puertorriqueña tiene su propio talante: “Jamás me hubiera integrado realmente al país sin estudiar su historia y su literatura. Los primeros años de madre, ama de casa e integrante de alguna que otra asociación, sόlo me proveyeron la sensación de caminar en el aire, sin agarre, sin raíces. Finalmente, el mundo de trabajo me las dio”. Respeta mucho a nuestro  país, donde ha transcurrido toda su vida adulta con todo lo que esto significa: amistades, estudios, profesión, hogar, hijos…  pero los primeros años formativos, la familia original, la tierra de origen han forjado en ella una manera de ser que no admite sustituciόn alguna, aunque sí enriquecimiento de lo propio: “Poseer dos culturas es enriquecedor; te humaniza más”. Este sentir es el verdadero escenario de las clases que ofrece: Español de Honor, Redacción y estilo, entre otras.

Precisamente en Puerto Rico es que viene a realizar su verdadera vocaciόn, gracias a una maestría y doctorado en Literatura Puertorriqueña otorgados por el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico en consorcio con la Universidad de Valladolid. Sus tesis constituyen el estudio más completo, hasta el momento, sobre la obra del escritor  Manuel Méndez Ballester (cuento novela, teatro y periodismo) que abarca más de medio siglo.

Escribe sin preferencias de género: “Es el tema o el sentimiento quienes eligen por mí el molde adecuado. Cuando escribí Muros de sombra (2004), fue tan espontáneo el diario sentimental, como los cuentos o la poesía que contiene. El resultado fue un collage que mostrό la enfermedad del cáncer como un tema literaturizable y poético.”

Carmen Cazurro llegó a nuestra universidad luego de múltiples experiencias en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, tanto en San Germán, como en Aguadilla donde dirigiό el Programa de adultos AVANCE durante cinco años. Lleva once años con nosotros. Es catedrática en el Departamento de Español y dirije las Revistas Brisas y Prisma, donde fomenta la creatividad estudiantil, junto a la de escritores reconocidos.

Sobre los siete años que estuvo en la dirección de su departamento me confiesa: “ Fueron años que recuerdo, todavía perpleja, por la cantidad de energías que desplegué. El ambiente propiciaba iniciativas, gracias a eso pude dirigir cinco congresos a nivel isla que dieron prestigio no sólo al departamento, sino a toda la universidad, en particular aquél en que nos visitó el escritor chileno Antonio S. Skármeta y coincidió con la candidatura de Enrique A. Laguerre al Premio Nobel de Literatura. Puedo asegurar que extendimos verdaderos lazos culturales con la comunidad y el Departamento de Educación. También organicé certámenes literarios e impulsé el Club Cervantes. Luego vino mi gestión mediadora para la donación de la biblioteca de Enrique Laguerre.”

Cazurro considera que todo su trabajo ha sido suficientemente reconocido. Desde hace seis años, forma parte de la Junta de Directores de la Fundaciόn Puertorriqueña de las Humanidades, de la que es Vice-presidenta. La Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico, la distinguiό como Miembro de Número . Sus primeros dos ascensos en la Universidad de Puerto Rico se le otorgaron por mérito extraordinario.

A los 21 años recién cumplidos, usted obtuvo un Juris Doctor de una de las universidades más antiguas de España, la Universidad de Valladolid fundada en el siglo XIII. ¿Qué la llevo a estudiar Leyes?  Sin duda lo que me impulsό a estudiar la carrera de leyes fue la tradición familiar: por un lado, mi abuelo Antonio García de Quintana Núñez, figura política muy respetada, que asumió su propia defensa ante el tribunal militar que durante la Guerra Civil (1936) dictó su sentencia de muerte como una lección para otros personas íntegras como él; por otro, mi tío Antonio García de Quintana Hernández  de los escasos especialistas en Derecho Administrativo que modernamente fundó la primera firma de abogados en Valladolid.   Pero, como todo hay que decirlo, mi verdadera vocación eran las lenguas muertas: el griego y el latín. paradójicamente no seguí la carrera de Filosofia y Letras en aquel entonces, porque la profunda admiración que sentía por el catedrático de griego me inquietaba. Los sonrojos eran demasiados como para restar naturalidad a los años de universidad en los que seguiría él como profesor.

 ¿Cómo fue su experiencia durante los cinco años de estudio? En mi grupo de primer año éramos veinticinco chicas; ya, en el quinto, sólo quedábamos diez. Eran años de romper con todo tipo de fosilizaciones. Puse de moda el traje pantalón en la universidad y participé en todo tipo de reacciones contestatarias. Había mucho nepotismo, las cátedras se heredaban prácticamente, y en una de las manifestaciones en contra de esta situación, la guardia universitaria me encerró por cuatro horas, junto a otros compañeros, en la biblioteca del Palacio Santa Cruz.  El último año fue el más difícil, tuve que estudiar desde Puerto, donde ya vivía, para presentarme a exámenes libres. Las convocatorias coincidían con la fecha en que iba a dar a luz, pero al mes sufrí un aborto. Entonces regresé a España con la intención de solicitar permiso para incorporarme a los exámenes regulares. Los profesores estudiaron mi expediente y accedieron, pero una severa infección de oídos sólo me permitió tomar uno de ellos. En las cinco asignaturas restantes tuve que someterme a los temidos exámenes orales que incluían todos los códigos de leyes, penal, civil, administrativo, con sus cientos de artículos –todo un reto memorístico-. Después de esta carrera de obstáculos, logré mi licenciatura que nunca llegué a ejercer.

¿Entonces cόmo ha contribuido esta formación en su vida posterior? Me anima un profundo sentido de la justicia y de respeto a la dignidad del ser humano en todo mi quehacer personal y profesional. Aunque no ejerzo, siempre he sido “abogada de pobres”. La posible autoridad moral que me otorgan los demás, no sólo proviene de que he estudiado durante toda mi vida, sino de ese profunda aspiración inculcada por la filosofia del derecho en contacto con el albedrío del diario vivir.

Tengo curiosidad por una serigrafía con la caricatura de Mendez Ballester que decora su oficina. ¿En qué consistiό el Seminario Manuel Méndez Ballester: afirmación de las Humanidades en el Horizonte del sistema educativo puertorriqueño? Esta fue la primera propuesta que hice en mi vida mientras dirigía el Programa Avance de la Universidad Interamericana. Tuve la suerte de que la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades le encontrό sus méritos y me permitiό dirigir el seminario. Los participantes eran maestros del área noroeste interesados en actualizar sus conocimientos y escribir monografias sobre diferentes temas relacionados con la obra de Méndez Ballester. El historiador Mario Cancel y el escritor Carmelo Rodríguez Torres fueron vitales para este juicio postmoderno sobre la generaciόn del 30 y este escritor en particular.

¿Cómo se inició como escritora? Yo siempre escribí esporádicamente, sin afanes de publicación, hasta que el Pen Club de Puerto Rico me concedió el Primer Premio de Ensayo en 1995. A partir de este impulso y con estímulo de algunos escritores del país, empecé a publicar cuentos, después vino la edición de libros y más tarde unos poemarios y una novela.

Dentro de sus escritos se destaca la poesía ¿Hábleme un poco de sus poemarios Con la tinta de la amargura: Los cristales de tu ausencia (2000) y Rendijas de luz (2005)?  El primer poemario que mencionas recoge 75 poemas en torno al tema del amor que, al no ser correspondido en la medida que se ofrece, desemboca en amargura. Lo presenté en el V Congreso Internacional de Escritoras que organizό la poeta Mayrim Cruz Bernal y tuvo mucha aceptación. Fue con este libro que me presenté por primera vez en España como escritora “puertorriqueña” en el seno del  XII Congreso  Internacional: Literatura y Sociedad que se celebrό en Madrid. Lo curioso fue que en San Germán me invitaron a presentarlo como escritora “española”.  Rendijas de luz   o  La sorpresa de la emoción constituye una experimentación con el tipo de versificación japonesa conocido por “haiku”. Es una edición trilingüe, en  inglés e  italiano. El Dr. Fabio Farsi lo presentó en Santo Domingo en el transcurso de un Congreso Internacional de traductores. Espero presentarlo el próximo año en Argentina donde existe un Instituto del Haiku.

¿Qué satisfacciones le ha proporcionado  su primera novela, La hija del alcalde (2005)? Este libro es especial en mi consideraciόn, representa el lugar donde la represiόn obligada por la guerra civil española- yo la llamo exilio íntimo- cobra fuerza y sale a la luz. Es como el cuerpo vivo de un tiempo herido por la violencia. En  realidad, yo soy coautora del libro, pues el tema me lo regalό mi propia madre, durante largos años de conversación en los que el ayer nunca era algo vano; y, también, mi abuelo, gracias a los archivos municipales de Valladolid y Madrid. Lo mejor de todo es que mi madre habla de “nuestro libro” y que circula entre dos mundos con una propuesta: “Los muertos de las guerras son universales.”

Cuente alguna anécdota con sus lectores que sea digna de destacar.  Tengo una muy reciente. Los lectores de Aguadilla han querido hacer de carne y hueso al personaje de Carlos de mi libro Muros de sombra, caracterizado como poeta, amante y hombre débil ante el dolor. Es más, lo han identificado con un ciudadano cubano-aguadillano con el que no tengo el más mínimo trato. Este afán de identificar lo escrito como totalmente biográfico lleva a este morbo, muy humano, de querer construir la vida de la autora. Como escritora sé que, desde el momento en que se publica un libro, ya dejas de ser su dueña pues los lectores se posesionan ávidamente de sus páginas para recrearlas a su antojo en una nueva dimensión. Apasionante ¿no crees, Gustavo?


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