Erotismo y ensoñación

Dra. Flor María Pagán

El poemario “Desvaríos femeninos” de Carmen Cazurro es una reflexión sobre la esencia del amor, sus fundamentos vitales, sus encuentros y desencuentros.

Voy a destacar como el erotismo de estos poemas, tiene como trasfondo literario “El collar de la paloma”, libro del poeta árabe-hispano Ibn Hazm de Córdoba, del siglo XII (que me consta conoce la autora por ser el más bello y completo tratado sobre el amor cortés y por ser considerado como la cumbre de la literatura andalusí) y , por otro lado, quiero destacar la maravilla poética bíblica del “Cantar de los cantares” del Rey Salomón que también se cuela en el poemario. Ambas obras son joyas literarias sobre el tema amoroso de un valor incalculable para la literatura medieval y renacentista de España, y forman un acertado bagaje cultural presente en la poesía de la autora, castellana por excelencia.

La voz poética abre el prólogo de su nostalgia amorosa con el poema titulado “Acuarela de dolores”, donde manifiesta que se siente un poco como la “tierra” de Castilla, donde alimenta su alma romántica y “aguarda el momento” de la llegada del amor, en medio de sus campos. Éstos, de manera inesperada y silvestre, permiten que crezca el amor” en “colores”, “aromas” y “trinos” y diferentes estaciones del año””, particularmente la primavera y el invierno. Por tanto, es en los campos de Castilla donde la voz poética despierta al amor como si se tratara de un paraíso terrenal.

En el poema titulado “Llegando a ti”, la ensoñación del amor se convierte en realidad para la poeta, pues la amada avanza por “un camino de flores silvestres” para lograr acercarse al objeto del deseo. Las acciones verbales de “alcanzar”, “tocar”, “mirar” o “confundirse en abrazo…” (que se acompañan de un silencio de tres puntos suspensivos”), evocan el importante lenguaje de la mirada que alimenta el deseo.

 La visión en la primera parte titulada Fuga de nostalgias es neoplatónica, ya que evoca el mito de los amantes que, a pesar de la lejanía y la ausencia de contacto físico, ansían ser parte de una unidad originaria. “Yo soy la cita”, dice orgullosa la voz poética en el poema Los pasos de la tarde, al estilo de un poema del amor cortés oriental, pues ella se autoproclama:  la “señora natural de estas tierras castellanas…” que va al encuentro de un “milenario caballero”, y apunto que es la única vez que se nombra al objeto del deseo, al otro ser, con un sustantivo y adjetivo. 

Posteriormente, se desatan emociones mientras se produce el encuentro y es el esplendor de la naturaleza en toda su esencia, el que la prepara para el primer encuentro amoroso. Este aparece de manera insinuante en el poema titulado “14 besos”. 

Cada verso del poema se deleita en una parte del cuerpo: manos, nuca, cuello, cabello, labios, que ya fueron motivos de excelsa elevación erótica en toda la poesía castellana: desde los poemas musulmanes llamados jarchas, el Romancero y el Cancionero; pasando por toda la poesía renacentista que exaltaba el vivir al día o el carpe diem.

Es en este poema donde el detenimiento en la naturaleza desaparece para dar paso al culto del cuerpo Esos besos “sin apellido”, pues no interesa nombrar al amante aún, despiertan “la tierra árida en sentimientos y emociones y “viajan” hasta la casa del amado, de forma que  no quedan rincones, ni “balcones” que no reciban, en puro  éxtasis, el néctar de esos besos. La razón, representada en el sabio Salomón, aconseja a la voz poética “cordura”, pero el amor, que no sabe de lógicas, elige la “andadura”, es decir, la aventura de abandonarse a los sentidos y confiesa:

El primer beso va en la mano

como un sendero abierto.

El segundo, en el hombro,

cerca del cuello;

como paso del viento.

El tercero en la nuca,

bajo el cabello;

en hechizado lamento.

El cuarto, en la oreja;

convertido en anhelada queja.

El quinto, en mis labios

para que la soledad el sexto

desenrede de la madeja del séptimo tormento …

Como en el cuadro de Chagall, los amantes vuelan en pleno éxtasis., pues esta devoción, que parece basarse en la afinidad espiritual, sublima al amado en el verso final:

Tomo, me tienes mientras vuelo…

Soy leña abrasadora

 y tú…me mantienes ardiendo

¡Ah, tus catorce besos!

El erotismo, en materia literaria, es la metáfora del amor en todas sus dimensiones. El erotismo es la vida de nuestro cuerpo, en lo inherente tanto a la sexualidad, como también a nuestro pensamiento y todo lo que es espiritual.

En otras palabras, es dejarse fluir, comunicarse, hablar, asumiendo la responsabilidad y el placer de ser. Ya en el “Cantar de los Cantares” de Salomón se advierte ese juego de atracciones que interactúan, con pausas, avances, retrocesos, silencios y exclamaciones. Es el goce y deseo por la ausencia y presencia de lo amado, reflejado en los textos a través de la sugerencia. Cada momento erótico es como una caja de sorpresas donde la autora ha encerrado sus energías más potentes con las que tiñe todo con un manto de deseo. Enciende la brasa para que el fuego arda, pero lo hace lentamente, con la suficiente morosidad como para que el deseo crezca, se inflame y, luego, fulgure. Es una insinuación dulce y sugerente del placer sexual, visual y estético.

El fino erotismo elevado a la espiritualidad, está presente en Respiración:

Ahora que no pido nada,

ahora que no espero nada,

viene el amor

a levantarme entre sus brazos

con la suavidad del mar;

a dibujarme dentro de una postal de luz

con prodigios de plata

Por su parte, la ensoñación la construye la voz poética en la simple vibración que siente al respirar el aire del amado y así reflexiona en el poema Comunión:

Recibo toda tu vida

en un suspiro

y la resumo

en mi respiraciόn.

Es una visión neoplatónica que tanto para la poeta Carmen Cazurro como para el poeta cordobés, antes mencionado, la naturaleza del amor consiste en la unión de las almas que, en este mundo creado, andan divididas en el tiempo y en el espacio, con relación a cómo eran en su elevada esencia. El amor es algo que radica en la misma esencia del alma y así dice la amada con tintes místicos:

Mi calma hecha de humildades

va levitando hacia tu alma ….

También el sentimiento amoroso se vuelve enfermedad como bien explica Avicena, el médico persa, que el poeta cordobés cita en su “Collar”. Es el mal de amores, la melancolía que provoca la ausencia del amado en un poema como El eco de un suspiro:

Mi corazón golpea tu puerta.

Tú tienes lo que yo busco: aire

palabra, tierra….

Me vuelvo insoportable sin ti.

Muero de ti.

Precisamente, Carmen Cazurro desde su mirada femenina en el siglo XXI, nos convence de que ciertas emociones transcienden con el paso del tiempo. Cierro esta fuga de emociones con el poema Cosa de dos:

Vamos a guardar ese día…

Para tener memoria de nuestra vida

Los dos nuevos en el alma preguntándose:

Por qué ahora…


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