Sobre el poemario Desvarios Femeninos

Rafael Calderón

De primera instancia, me llamó la atención el título Desvaríos femeninos.  Pensé que sus versos trasmitirían un progresivo estado de locura. Sin embargo, conversando con la autora, el verdadero propósito del título fue desvelado. Es decir, cuando se habla de desvaríos, se alude a quimeras, imposibles ensoñaciones, y huidas de sentimientos, desde un alma que se siente encerrada en sí misma. Precisamente, la parte de este poemario que generó gran curiosidad en míi se titula, Fuga de nostalgias.

Debo aclarar que, como joven lector, me agradó la facilidad con la que se lee el contenido del poemario. Es decir, sus versos no responden a un patrón clásico de rimas, medidas o estrofas, sino que parecen establecer la cercanía con el lector como si se tratara de una simple conversación al estilo de la poesía modernista más atenta al mundo de las imágenes y sensaciones. A mi entender este poemario sigue las huellas de Pablo Neruda, el poeta chileno que escribió los famosos 20 poemas de amor y una canción desesperada.

Por ejemplo, en el poema Seamos escuchamos una conversación con el TU, y leo: “Y encontrarte como entonces, vehemente, entre azules huellas de complicidad latente, con ese “me gustas rojo” en tu decir vibrante… En ese sentido, el poemario no resultó ser un gran obstáculo para mi lectura y comprensión. Es decir, pensé que tendría dificultad visualizando los parajes de Castilla con sus cambios significativos en las estaciones del año que yo no he podido presenciar en la isla.

De hecho, mientras leía el poema “Capturano fue extraño imaginar frente a mí las frías cencellas, ese fenómeno invernal que parece cristales congelados, o apreciar las alfombras de trigo y amapolas que forman los colores de la bandera de España. Dichas imágenes me iban resultando familiares.

Pero más allá de mi sentir, conversando con la poeta, supe que estos cambios de la naturaleza reflejan el estado anímico y, por consiguiente, el grado de nostalgia de la voz poética que personifica los parajes, porque se siente dueña de ellos.  De manera similar a Julia de Burgos”, en su conocido poema “Río grande de Loiza”, Carmen Cazurro plasma un sentimiento platónico que va subiendo de intensidad en la medida que se apodera de ella el recuerdo lejano del ser amado, su aire, sus palabras su tierra….

Por ejemplo, en el poema Captura la voz poética, se mueve y vive idealmente entre mundos opuestos e imposibles, sin desesperarse para caer finalmente rendida ante el ser anhelado:

Como las amapolas

recorren con sus ríos rojos

los campos de trigo

suavizándolos de oro,

así me emociona el viaje por tu vena

sensible a mis caricias

mientras mi fragilidad se desespera

y me recuerda que soy

tributo perecedero de la primavera

Pero, aun así, en tu invierno,

deseo que dibujes mis pétalos

en la fría cencella

y sepas que mi centro orgulloso de reina,

aún congelado,

está en ti siempre

incluso en el amanecer gris

que no quieres ver por la ventana.

Pues ya soy rehén de esa mirada

Interpreto que la voz poética es la primavera que desea dibujar sus amapolas en el invierno frío, gris y hasta congelado, del ser amado. Se puede deducir que, en este sentimiento deseable, hay una diferencia no sólo de tiempo o de país, sino de edad entre los dos seres.

Otro poema que acaparó mi interés es el titulado Soy la costumbre, pues creo que es difícil romper con la monotonía de una vida cómoda. Hace falta valentía como la que expresa la voz poética para aceptar el dolor que ello supone:

Sería bueno

atentar contra mi vida

aprender a caminar

de nuevo.

Me hace falta la herida

gritar tu nombre,

para variar,

desde el amanecer

Esta dolorosa libertad conlleva posteriormente un grito que a mí me parece feminista o al menos es un mensaje de asertividad. Lo apreciamos en Los pasos de la tarde, cuando la poeta confiesa:

Yo nunca sabré

si volveré a pisar el aire,

si podré seguir los pasos de esta tarde…

si lo mío es quedarme

o partir,           

pero una voz con donaire

sale en estos momentos

de los confines más hondos

y exclama presurosa:

yo soy la cita.


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