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Reacciones de Carmen Cazurro en la presentación de Desvaríos femeninos

Carmen Cazurro

Es un verdadero lujo contar con los estudiantes, que por lo general, le huyen a la poesía, argumentando que no la entienden. Por lo visto, ya se puede ahuyentar ese tabú.

En esta convocatoria de emociones no han faltado verdaderos compañeros del alma como Jose Neville Caraballo, Robert Mayer y Ana Cuebas a quienes siempre he distinguido por su personalidad tan profesional, como humana. Son verdaderos seres afines a mi, de forma que puedo afirmar que, en este sentido, he crecido entre ellos y con ellos.

Qué decir de los panelistas: Valentin Massa, Flor Pagan, Cande Gomez y Rafael Calderón que se han acercado a mi poemario como profesores, escritores y estudiantes, pues ha habido representación de todo esto. No sólo han leído Desvaríos femeninos con delicadeza, sino que se han detenido con cierta morosidad cómplice en las emociones con las que he intentado sublimar el sentimiento amoroso. 

Durantes años (49 exactamente) en mi caminar de fronteras entre Puerto Rico y España, he ido plasmando imaginativamente estos versos que no deben entenderse como la historia de un amor único sino como una historia de emociones variadas y dispersas en el tiempos relacinadas, eso sí , con el sentimiento amoroso.

Acertadamente los deponentes han develado mis influencias creativas, pues conocen que soy experta en literatura erótica y mística por mis conocimientos en la historia y literatura españolas. Los áarabes nos dulcificaron con el cultivo de los sentidos y el amor platonico; es decir, privilegiaron el deseo sobre el acto de consumación del amor. Y, en cuanto a los místicos, que nos hablaron de noches oscuras del alma, o de moradas dentro de nuestro cuerpo, siento una gratitud eterna por sacarnos de la negrura espiritual de su época.

El poeta mejicano Octavio Paz en su libro La llama doble definía el erotismo como la máxima movilización de los sentidos (y tenemos cinco -gusto, tacto, olfato, vista y oído- todos los seres humanos). Me incluyo entre los seres humanos que en vez de ir al gimnasio, prefieren ejercitarse en esta máxima y cren imágenes como éstas:.

siesta de abrazos

alegria de momentos

colores de fiesta

lealtad de afectos inseperados

infancia de membrillo

alfombra de amapolas

guiños lilas

rostro que coquetea entre luces y sombras

apresuradas lentitudes

vivacidad callada

pisar el aire

besos que viajan sin apellido

alas de un afecto

afán tentador

comlicidad latent

ruborizadas amapolas

camino blanco de tus palabras

audaces lejaníias

En la primera parte, se  dibuja un perfil de caballero milenario, con sonrisa de soberbio temple que guarda un hondo secreto en sus manos; de ternura ensimismada, cuya hombria produce chispas de fuego. Tiene lo que ella busca  aire, palabra, tierra y produce una magia lejana

Enla segunda , el alma sale a pasear, luego de una experiencia dolorosa y desea y busca las señales del paraíso. No hay ser retratado, porque ya es parte de un pasado.

En verdadedes infinitas hay decepciones y desencuentros. Se dibuja un hombre que se cree inmenso y único. La voz poetica siente que su amor se dsmorona en ruinas y decide contruir una nueva verdad.

Ahora mis lectores pueden recrear, experimentar, hacerse dueños de este poemario, pues ya no me pertenece desde el momento que he decidido publicarlo. 


El Carpe diem como antídoto de la nostalgia

Francisco Valentín

Llama mi atención del sugerente subtítulo del poemario: Hacia una poética de las emociones, ya que me ha recordado otro poemario anerior de la autora titulado: La sorpresa de la emoción, donde Carmen disfruta lúdicamente de las emociones, al estilo oriental de los haikus japoneses.

En otras palabras, Carmen caza las emociones, las captura y, finalmente, las encierra en unos versos de modo casi instantáneo, en especial cuando se trata de emociones que le produce la contemplación de la naturaleza castellana Y me refiero a cielos grises o de sol radiante; a trinos de pájaros; a los campos de trigos y amapolas; al cambio de estaciones que provocan en la voz poética el despertar de sensaciones, incluso me refiero a los recuerdos de la infancia en todo su esplendor de luz y de color.

El poemario muestra sutilmente el contraste entre la realidad de su tierra española con la realidad de América. A partir de este ir y venir entre fronteras es que comienza a recordar con nostalgia. Este es el marco de ensoñación que se establece en la primera parte del poemario. La palabra nostalgia, que se puede definer como la tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida, es la clave fundamental para entender la primera parte.

La voz poética va creando un mundo de ensoñación donde se van dibujando los rasgos físicos y espirituales de un destinatario ideal. Ciertas imágenes nos van presentando casi un cuadro al óleo de un caballero de mayor edad que la voz poética y que goza de gran prestigio por su autoridad y manejo de la palabra; podemos pensar en un escritor tal vez.

El paisaje castellano se presta perfectamente para el nacimiento y disfrute a plenitud de esta cercanía de seres afines en gustos, aunque – insisto- de diferente edad. Sobresalen elementos de una naturaleza que varía, según las estaciones del año comomo: los cardos, las amapolas, los trigales trigales…Una naturaleza que me precio de conocer bien, pues la conozco a través de mi viajes a España, pero que puntualizo: después de leer este poemrio, me emociona más””. Pues bien, dentro de esta realidad castellana se va desarrollando una relación amorosa que es, insisto pura ensoñación; es una imagen. Pero surge un obstáculo: la distancia que separa a la voz poética y el imaginado ser a quien ha elegido como objeto de deseo.

Una vez definido el ambiente idilico, la distancia y el deseo, hay que reparar en una apelación o llamado de la voz poética al otro ser, pues lo convoca a existir, a vivir, a dejar el mundo imaginativo. El poema Existamos es un claro ejemplo de lo que señalo:

Pero mi piel es ahora suave, voluble y alada.

Por mi alma, hasta ahora aletargada,

fluye la savia procaz

de mi deseo impúdico y voraz.

Ya soy todo un arco iris de abrazos

que esculpen en el aire tu figura.

La sed de amar se duplica, se multiplica y el hablante del poema y la figura idealizada se abrazan. Cuando finalmente se entrecruzan sus miradas, el tiempo que inevitablemente lleva a la muerte se detiene en un presente eterno. Entonces la voz poética se convierte en la cautiva de ese ser soñado e idealizado al que eterniza en un presente.

Hace finalmente un llamado para que toda esta ensoñación se convierta en realidad, en una existencia real cuando dice:

Cuando rozo exactamente el aleteo de tu mirada,

el tiempo detiene su negra escalada.

Cautiva de haberte creado, Ya no te puedo olvidar

Igualmente, en el poema Seamos, el amor ideal crece, se concreta; se torna corpóreo y el tiempo se detiene en las calles conocidas por ambos. Tanto el hablante lírico, como ese destinatario o figura idealizada se convierten en esencia, en seres reales de esta manera:

Y darte el brazo y su firmeza

con el paso detenido y elocuente.

Y la huella veraz

y la palabra luz

por tanta calle amada

entre tu vida presente

y la mía olvidada:

Encuentro en estos dos últimos poemas mencionados una insinuación al Carpe diem, esa filosofía que nos mostraron los escritores renacentistas donde se hace un llamado a aprovechar la vida presenta, ya que la muerte acecha y con todo acaba. Es el mismo llamado a disfrutar, a vivir el presente hace la voz poética.”


La construcción de la verdad desde un amor en ruinas

Candelaria Gómez

Recorrer el poemario Desvaríos femeninos, hacia una poética de las emociones, es ponerse en contacto con los tiempos de la poeta y participar un poco de los desvaríos que, en esa búsqueda femenina constante, a todas nos toca en mayor o menor grado.  Es ser participe y tocar con la punta de los dedos las emociones de una mujer que en alas de afectos y desafectos se ahoga en un torrente de vivencias y deja salir las emociones contenidas en un caudal de imágenes.   La vida que le tocó vivir no fue sencilla y, aunque no reniega de ella, las emociones se le atragantan a menudo y tiene que expelerlas en un poema que, como a través de un velo, nos deja percibir retazos de su interior. 

Para entender el poemario se tiene que hacer un recorrido por un Museo de nostalgias que le provocan Verdades sencillas hasta escalar en Voces infinitas que despiertan sentimientos profundos que creía dormidos.  En el poemario Carmen crea una realidad alterna que se nutre con sus emociones y vivencias a través de su paso por la existencia.  Ella construye su realidad desde las vivencias de un amor en ruinas, desde sus tiempos y sus dudas. Es un amor que, a fuerza de represión, emerge de las ruinas lleno de luz y se convierte, a veces, en un amor platónico que vivifica el alma de la poetisa que lucha para seguir amando a través de las infinitas formas del amor y a pesar de las desilusiones que el amor ha tatuado en su alma. 

Como un dios con su creación, ella tiene el poder de revelar el misterio que encierra cada verso, pero decide que nunca será una revelación total, provocando en el lector un deseo de desentrañar la madeja para conocer más sobre las motivaciones de la autora.

Hay que recordar que la poesía ofrece dos puntos de vista, el que autor quiere dejar ver, ya sea de forma sutil o atrevida y el del lector, que a través de su percepción busca la intención de cada poema.   La poesía es abstracta y está sujeta a la sensibilidad del lector, por lo que un poema puede tener infinitos mensajes, depende de quien lo lea y hasta del estado de ánimo que se sienta al leerlo.   Aclarado esto, comienzo expresando mi percepción sobre el primer poema, Asombro, que da inicio a la tercera parte del poemario.

El amor platónico y sutil expresado en los poemas primeros parece no conformarse y la voz femenina nos recuerda, que a pesar del tiempo y de la madurez emocional y física, su cuerpo se estremece aún al revivir el placer de los sentidos.  Ese placer la hace vulnerable al toque de otro cuerpo y vuelve a soñar y a asombrarse con las sensaciones que le inspiran el placer compartido, hasta poder tocar con los ojos de los dedos los rincones más íntimos para escalar y descender la montaña de la entrega que su sensibilidad inventa o evoca.

Disfruta la pasión perversamente femenina que le provoca robarle una y otra vez el alma al ser amado hasta que solo quede el cansancio compartido quemándose en el sol que se asoma e incita al cuerpo despierto a continuar el disfrute hasta que anochezca otra vez.

En medio de este viaje por sus vivencias la poetisa descubre con tristeza que el amor soñado quizás le llegó a destiempo y, aunque ella está dispuesta a vivirlo a plenitud, sus sentimientos no son igualados por el ser amado, lo que la hace repensar si vale la pena poner sus sentimientos tan preciados en una relación tan confusa.

En el poema Sin saber, establece el contraste entre el amor de ella, sin excusas ni evasivas, y el de él que rehúye el compromiso, tal vez por temor a perder su libertad y le corta las alas al amor que ella está dispuesta a entregar, a pesar de las experiencias anteriores.

Guarda su dignidad sin reclamarle nada y escribe su mejor página de poesía con su silencio salvador que es más elocuente que las palabras:

Aislados momentos sin futuro los nuestros.

Tú, incorruptible al yugo del amor;

Yo con el roce de tus despedidas

en mis manos, …

Por qué será que mis recuerdos

deambulan entre miles de palabras

que sólo tú proferiste…

Sus emociones se derrumban ante el contraste de sentimientos que se debaten entre las ruinas de la desilusión y la belleza del amor que, a pesar de sus heridas, aún vive en la grandeza de su espíritu.   En su poema Estallido expresa:

Qué hacer con este estruendo de ruinas,

con esta inusitada luz

que hace brotar los recuerdos

por cada uno de los poros de mi piel.

Al final, se percata de que el adiós es la única salida; quedarse y conformarse con las migajas de un amor a medias no es aceptable para una mujer que en el amor se da por completo.  No quiere exponerse al embate inestable de un amor que se debate entre las dudas y prefiere buscar su paz interior lejos de él, aunque le cueste vivir un periodo de oscuridad y de represión.

Para evitar que el dolor se agigante con el paso del tiempo y poder seguir viviendo sin aniquilarse por el desamor, decide comenzar de nuevo y lo expresa en el poema Te diré adiós:

Ya no permitiré

que entren tus sueños

en mi bahía estrellada.

A pesar de la aparente rendición que se percibe en el poema Te diré adiós, enseguida nos deja ver que su voluntad le impide darse por vencida y que no sucumbirá ante esta prueba, por lo que racionaliza su existencia, mientras siente los espasmos de la soledad.   No se echará a morir por él y se reinventará con los pedazos que rescata de la despedida y surgirá más fortalecida para enfrentar la vida con la fuerza que renace de su determinación. 

En el poema Soledad en espasmo nos deja ver su valentía para superarse y volver a empezar, sin permitir que la amargura mate su alegría de vivir.  Aunque no renuncia al amor, sí debe conformarse, al menos por un tiempo, con uno platónico, inventado desde su soledad, así será.   Prefiere continuar sola, pero dueña de sus sentimientos:

Volveré a montarme en el viento

con mi bandera perenne de amor.

Volveré a construir la verdad,

pero esta vez más fuerte

y más honesta.

En fin, el poemario es un diálogo con las vivencias, con las ausencias, con el amor en todas sus vertientes, con el desamor, con la desesperación y la esperanza y un conjunto de confesiones veladas, donde a voz poética deja entrever sólo lo que desea. 

No son confesiones desnudas, están vestidas de imágenes sensoriales que las cubre con un velo azul y misterioso que le permiten conservar el derecho sobre su creación, dejando en el lector un sentimiento inconforme porque anhela descubrir un poco más del mundo interior de la mujer que expresa sus desvaríos femeninos. 


Sobre el poemario Desvarios Femeninos

Rafael Calderón

De primera instancia, me llamó la atención el título Desvaríos femeninos.  Pensé que sus versos trasmitirían un progresivo estado de locura. Sin embargo, conversando con la autora, el verdadero propósito del título fue desvelado. Es decir, cuando se habla de desvaríos, se alude a quimeras, imposibles ensoñaciones, y huidas de sentimientos, desde un alma que se siente encerrada en sí misma. Precisamente, la parte de este poemario que generó gran curiosidad en míi se titula, Fuga de nostalgias.

Debo aclarar que, como joven lector, me agradó la facilidad con la que se lee el contenido del poemario. Es decir, sus versos no responden a un patrón clásico de rimas, medidas o estrofas, sino que parecen establecer la cercanía con el lector como si se tratara de una simple conversación al estilo de la poesía modernista más atenta al mundo de las imágenes y sensaciones. A mi entender este poemario sigue las huellas de Pablo Neruda, el poeta chileno que escribió los famosos 20 poemas de amor y una canción desesperada.

Por ejemplo, en el poema Seamos escuchamos una conversación con el TU, y leo: “Y encontrarte como entonces, vehemente, entre azules huellas de complicidad latente, con ese “me gustas rojo” en tu decir vibrante… En ese sentido, el poemario no resultó ser un gran obstáculo para mi lectura y comprensión. Es decir, pensé que tendría dificultad visualizando los parajes de Castilla con sus cambios significativos en las estaciones del año que yo no he podido presenciar en la isla.

De hecho, mientras leía el poema “Capturano fue extraño imaginar frente a mí las frías cencellas, ese fenómeno invernal que parece cristales congelados, o apreciar las alfombras de trigo y amapolas que forman los colores de la bandera de España. Dichas imágenes me iban resultando familiares.

Pero más allá de mi sentir, conversando con la poeta, supe que estos cambios de la naturaleza reflejan el estado anímico y, por consiguiente, el grado de nostalgia de la voz poética que personifica los parajes, porque se siente dueña de ellos.  De manera similar a Julia de Burgos”, en su conocido poema “Río grande de Loiza”, Carmen Cazurro plasma un sentimiento platónico que va subiendo de intensidad en la medida que se apodera de ella el recuerdo lejano del ser amado, su aire, sus palabras su tierra….

Por ejemplo, en el poema Captura la voz poética, se mueve y vive idealmente entre mundos opuestos e imposibles, sin desesperarse para caer finalmente rendida ante el ser anhelado:

Como las amapolas

recorren con sus ríos rojos

los campos de trigo

suavizándolos de oro,

así me emociona el viaje por tu vena

sensible a mis caricias

mientras mi fragilidad se desespera

y me recuerda que soy

tributo perecedero de la primavera

Pero, aun así, en tu invierno,

deseo que dibujes mis pétalos

en la fría cencella

y sepas que mi centro orgulloso de reina,

aún congelado,

está en ti siempre

incluso en el amanecer gris

que no quieres ver por la ventana.

Pues ya soy rehén de esa mirada

Interpreto que la voz poética es la primavera que desea dibujar sus amapolas en el invierno frío, gris y hasta congelado, del ser amado. Se puede deducir que, en este sentimiento deseable, hay una diferencia no sólo de tiempo o de país, sino de edad entre los dos seres.

Otro poema que acaparó mi interés es el titulado Soy la costumbre, pues creo que es difícil romper con la monotonía de una vida cómoda. Hace falta valentía como la que expresa la voz poética para aceptar el dolor que ello supone:

Sería bueno

atentar contra mi vida

aprender a caminar

de nuevo.

Me hace falta la herida

gritar tu nombre,

para variar,

desde el amanecer

Esta dolorosa libertad conlleva posteriormente un grito que a mí me parece feminista o al menos es un mensaje de asertividad. Lo apreciamos en Los pasos de la tarde, cuando la poeta confiesa:

Yo nunca sabré

si volveré a pisar el aire,

si podré seguir los pasos de esta tarde…

si lo mío es quedarme

o partir,           

pero una voz con donaire

sale en estos momentos

de los confines más hondos

y exclama presurosa:

yo soy la cita.


Erotismo y ensoñación

Dra. Flor María Pagán

El poemario “Desvaríos femeninos” de Carmen Cazurro es una reflexión sobre la esencia del amor, sus fundamentos vitales, sus encuentros y desencuentros.

Voy a destacar como el erotismo de estos poemas, tiene como trasfondo literario “El collar de la paloma”, libro del poeta árabe-hispano Ibn Hazm de Córdoba, del siglo XII (que me consta conoce la autora por ser el más bello y completo tratado sobre el amor cortés y por ser considerado como la cumbre de la literatura andalusí) y , por otro lado, quiero destacar la maravilla poética bíblica del “Cantar de los cantares” del Rey Salomón que también se cuela en el poemario. Ambas obras son joyas literarias sobre el tema amoroso de un valor incalculable para la literatura medieval y renacentista de España, y forman un acertado bagaje cultural presente en la poesía de la autora, castellana por excelencia.

La voz poética abre el prólogo de su nostalgia amorosa con el poema titulado “Acuarela de dolores”, donde manifiesta que se siente un poco como la “tierra” de Castilla, donde alimenta su alma romántica y “aguarda el momento” de la llegada del amor, en medio de sus campos. Éstos, de manera inesperada y silvestre, permiten que crezca el amor” en “colores”, “aromas” y “trinos” y diferentes estaciones del año””, particularmente la primavera y el invierno. Por tanto, es en los campos de Castilla donde la voz poética despierta al amor como si se tratara de un paraíso terrenal.

En el poema titulado “Llegando a ti”, la ensoñación del amor se convierte en realidad para la poeta, pues la amada avanza por “un camino de flores silvestres” para lograr acercarse al objeto del deseo. Las acciones verbales de “alcanzar”, “tocar”, “mirar” o “confundirse en abrazo…” (que se acompañan de un silencio de tres puntos suspensivos”), evocan el importante lenguaje de la mirada que alimenta el deseo.

 La visión en la primera parte titulada Fuga de nostalgias es neoplatónica, ya que evoca el mito de los amantes que, a pesar de la lejanía y la ausencia de contacto físico, ansían ser parte de una unidad originaria. “Yo soy la cita”, dice orgullosa la voz poética en el poema Los pasos de la tarde, al estilo de un poema del amor cortés oriental, pues ella se autoproclama:  la “señora natural de estas tierras castellanas…” que va al encuentro de un “milenario caballero”, y apunto que es la única vez que se nombra al objeto del deseo, al otro ser, con un sustantivo y adjetivo. 

Posteriormente, se desatan emociones mientras se produce el encuentro y es el esplendor de la naturaleza en toda su esencia, el que la prepara para el primer encuentro amoroso. Este aparece de manera insinuante en el poema titulado “14 besos”. 

Cada verso del poema se deleita en una parte del cuerpo: manos, nuca, cuello, cabello, labios, que ya fueron motivos de excelsa elevación erótica en toda la poesía castellana: desde los poemas musulmanes llamados jarchas, el Romancero y el Cancionero; pasando por toda la poesía renacentista que exaltaba el vivir al día o el carpe diem.

Es en este poema donde el detenimiento en la naturaleza desaparece para dar paso al culto del cuerpo Esos besos “sin apellido”, pues no interesa nombrar al amante aún, despiertan “la tierra árida en sentimientos y emociones y “viajan” hasta la casa del amado, de forma que  no quedan rincones, ni “balcones” que no reciban, en puro  éxtasis, el néctar de esos besos. La razón, representada en el sabio Salomón, aconseja a la voz poética “cordura”, pero el amor, que no sabe de lógicas, elige la “andadura”, es decir, la aventura de abandonarse a los sentidos y confiesa:

El primer beso va en la mano

como un sendero abierto.

El segundo, en el hombro,

cerca del cuello;

como paso del viento.

El tercero en la nuca,

bajo el cabello;

en hechizado lamento.

El cuarto, en la oreja;

convertido en anhelada queja.

El quinto, en mis labios

para que la soledad el sexto

desenrede de la madeja del séptimo tormento …

Como en el cuadro de Chagall, los amantes vuelan en pleno éxtasis., pues esta devoción, que parece basarse en la afinidad espiritual, sublima al amado en el verso final:

Tomo, me tienes mientras vuelo…

Soy leña abrasadora

 y tú…me mantienes ardiendo

¡Ah, tus catorce besos!

El erotismo, en materia literaria, es la metáfora del amor en todas sus dimensiones. El erotismo es la vida de nuestro cuerpo, en lo inherente tanto a la sexualidad, como también a nuestro pensamiento y todo lo que es espiritual.

En otras palabras, es dejarse fluir, comunicarse, hablar, asumiendo la responsabilidad y el placer de ser. Ya en el “Cantar de los Cantares” de Salomón se advierte ese juego de atracciones que interactúan, con pausas, avances, retrocesos, silencios y exclamaciones. Es el goce y deseo por la ausencia y presencia de lo amado, reflejado en los textos a través de la sugerencia. Cada momento erótico es como una caja de sorpresas donde la autora ha encerrado sus energías más potentes con las que tiñe todo con un manto de deseo. Enciende la brasa para que el fuego arda, pero lo hace lentamente, con la suficiente morosidad como para que el deseo crezca, se inflame y, luego, fulgure. Es una insinuación dulce y sugerente del placer sexual, visual y estético.

El fino erotismo elevado a la espiritualidad, está presente en Respiración:

Ahora que no pido nada,

ahora que no espero nada,

viene el amor

a levantarme entre sus brazos

con la suavidad del mar;

a dibujarme dentro de una postal de luz

con prodigios de plata

Por su parte, la ensoñación la construye la voz poética en la simple vibración que siente al respirar el aire del amado y así reflexiona en el poema Comunión:

Recibo toda tu vida

en un suspiro

y la resumo

en mi respiraciόn.

Es una visión neoplatónica que tanto para la poeta Carmen Cazurro como para el poeta cordobés, antes mencionado, la naturaleza del amor consiste en la unión de las almas que, en este mundo creado, andan divididas en el tiempo y en el espacio, con relación a cómo eran en su elevada esencia. El amor es algo que radica en la misma esencia del alma y así dice la amada con tintes místicos:

Mi calma hecha de humildades

va levitando hacia tu alma ….

También el sentimiento amoroso se vuelve enfermedad como bien explica Avicena, el médico persa, que el poeta cordobés cita en su “Collar”. Es el mal de amores, la melancolía que provoca la ausencia del amado en un poema como El eco de un suspiro:

Mi corazón golpea tu puerta.

Tú tienes lo que yo busco: aire

palabra, tierra….

Me vuelvo insoportable sin ti.

Muero de ti.

Precisamente, Carmen Cazurro desde su mirada femenina en el siglo XXI, nos convence de que ciertas emociones transcienden con el paso del tiempo. Cierro esta fuga de emociones con el poema Cosa de dos:

Vamos a guardar ese día…

Para tener memoria de nuestra vida

Los dos nuevos en el alma preguntándose:

Por qué ahora…


Hostos (1839-1903) y Laguerre (1905-2005): la secuencia de una inquietud profunda sobre Puerto Rico

 Dra. Carmen Cazurro García de la Quintana

Catedrática de la UPR en Aguadilla y escritora

Nadie pone en duda la originalidad de pensamiento, la fecundidad literaria e ideológica,  la portentosa cultura, el culto a la ética y alto sentido del deber que caracterizan a hombres tan completos como Eugenio María de Hostos y Enrique Arturo Laguerre.  Pero, estos apuntes no están guiados por la idea de que nos encontramos ante dos especímenes definitivos, mantenidos en conserva con el fin de mantener incólume la cultura puertorriqueña y sacarla a pasear de vez en cuando.

I. La búsqueda de lo nacional 

Explorar en Hostos y Laguerre la idea de lo nacional nos lleva, en primer lugar, a una evolución que va desde lo antillano a lo americano, en el caso del primero; desde lo insular a lo caribeño, en el caso de Laguerre).

Hostos sostuvo un doble enfrentamiento con el coloniaje, primero con España, luego con Estados Unidos y lo hizo cuando aún no existía el derecho de los pueblos a su autodeterminación. Desarrolló su idea central política con un punto de vista internacional, a la luz de su educación en España y de experiencias diversas en países extranjeros, fundamentalmente suramericanos, que más tarde, supo iluminar con un marcado y consistente autodidactismo en todos los ámbitos del saber. No así Laguerre quien, prácticamente ,nace instalado en  un nuevo coloniaje, el norteamericano,  al que  pronto decide enfrentarse con un fuerte sentimiento hispanófilo, que comparte con su generación del 30 por algún tiempo. Más adelante, se distancia de  aquellos postulados para proponer una reconceptualización de la puertorriqueñidad desde el mestizaje. A partir de entonces enfila su pensamiento, tan universitario como autodidacta, a Iberoamérica. Algunas ideas propiciaron el cambio de uno y de otro.

En principio, Hostos tuvo como “idea dominante” la liberación y confederación de Las Antillas, idea que se expande, profundiza y se forja en verdadera dimensión americana, cuando, se decepciona por la traición de sus aliados en el contexto de una España republicana y liberal.

Ya no le preocupa simplemente la libertad política de Puerto Rico o Cuba o la Confederación Antillana como meta final; va más allá: a los conceptos de libertad y justicia universales. Por eso, interviene recurrentemente en la vida nacional de otros países americanos. Tanto Nueva York, como su primer viaje al Sur (1870-74) y sus posteriores estadías en Venezuela, República Dominicana, Chile y, finalmente, Puerto Rico y otra vez la República Dominicana dan fe de ello. En ese recorrido se produce la obra fundamental de su vida.

Otra nueva decepción le haría cambiar de rumbo. Al  estallar la guerra hispanoamericana. Hostos estaba en Chile y como había luchado por liberar a Puerto Rico de España hasta el año 1898, no pudo anticipar la invasión de Puerto Rico. Entonces decidió regresar para así participar del proceso inevitable de la transición política. Como había residido en Estados Unidos,  conocía muy bien este país y sabía que a los norteamericanos no les gustaba, la verbalización retórica, la dialéctica, ni la pomposidad, sino el poco hablar, por eso comprendió que su antiguo ideal no podría mantenerse inflexible y que se hacía necesario adaptarse a sus ideas democráticas.

En este contexto, cobra mayor relieve el reclamo de Hostos contra las pretensiones anexionistas de este país. Hostos reclamó el gobierno temporal del país interventor, Estados Unidos, y un plebiscito en que los puertorriqueños definieran su destino (esta idea la tomó del Senador Charles Sumner, quien la propuso para dirimir el conflicto entre Alsacia y Lorena y así evitar la Guerra Franco-Prusiana en el 1870. Sumner fue el abolicionista radical y colaborador de Lincoln que contribuyó de manera decisiva a derrotar en el senado norteamericano el intento del Presidente Grant de anexionar la República dominicana).

Pero Hostos no se conforma con buscar una fórmula procesal que devolviera los derechos a la Isla y pretende, además, que los puertorriqueños entablen una conversación de pueblo a pueblo con los Estados Unidos. En este sentido, concibe como estrategia política convocar a una Asamblea Nacional de carácter unitario, en la que estuvieran representadas todas las tendencias con respecto al estatus. Esa asamblea se tornaría en ente negociador en el Congreso, el Ejecutivo y la Corte Suprema de Estados Unidos. Pero, cuando se proponía preparar al pueblo para tal empresa liberadora,  se encontró con la misma realidad social que había enfrentado Betances en 1868: “un pueblo que a fuerza de enviciado por el coloniaje, aún los hombres más cultos del país, no se deciden a tener iniciativa para nada”. La incapacidad decisoria del pueblo, lo frustra y marcha al exilio donde se crece ante tal adversidad y se sitúa por encima no sólo de su pueblo, también de su época.

Como se ve el idealismo de Hostos estuvo sujeto a la mentalidad de un jurista que defiende el Derecho Natural. Cosa nada extraña si consideramos que conocía los textos de Curso de Derecho Natural y Filsofía del Derecho, traducidos en 1841 del alemán por el jurista español Sanz del Río. Defendió, tal y como lo hizo Bolívar, un cuarto poder: el de los electores, de forma que toda solución política debía ser viable según lo decidiera el pueblo. Incluso fue más allá de defender este cuarto poder, el electorado, al situar la soberanía en la sociedad, como organismo natural, y no en el Estado, al que consideraba mero artificio para darle funcionalidad. De más está decir que el exilio de Hostos casi fue perenne

Lo nacional en Laguerre no es un proyecto jurídico, ni internacional, como en Hostos, sino una intensa búsqueda de la identidad nacional, de qué somos y cómo somos, como paso previo a cualquier otro.

Frente a la subordinación política, propugnaba una afirmación ontológica y con ello una autonomía cultural. Le debe mucho al 98 español en su afán revisionista y en el acudir a la historia para comprender mejor la realidad del presente. También al existencialismo, al igual que Jean Paul Sartre, afirmaba que el hombre no tiene pasado, es su pasado, y por eso preconizaba la importancia que tiene para el puertorriqueño, por lo común desmemoriado de su historia, entender su realidad histórica. Para el escritor, la historia no se profundiza celebrando el Día de Muñoz Rivera, el Día de Hostos, o cualquier fecha relevante;  sino que se profundiza viviéndola en la intimidad, cuando uno está dispuesto a leudar la historia, es decir a vivificarla con afecto mediante sus leyendas y mitos. Seguía en esto a Unamuno, en su deseo de llevar la historia al pueblo sencillo,  y también a los grandes mentores griegos, Homero, Aristóteles o Platón, quienes a través de los mitos educaron a la juventud.

Pero, al igual que apreciamos en Hostos, se produce un cambio en Laguerre. De la búsqueda científica sobre lo que es único y diferente, el escritor evoluciona a una búsqueda de la identidad nacional con profundo afecto de la mitología, de lo histórico, lo social y lo cultural, en fin  Laguerre se separa de la idea dominante generacional  y propone una reconceptualización de la puertorriqueñidad hasta el momento definida por lo hispano con el emblema del jíbaro blanco del interior. Ante tal definición de búsqueda nacional, Hostos hubiera reaccionado, pues para él la imaginación y la fantasía dificultaban, por hacerlas más intensas, la realización de las ideas.

Aunque en toda su obra proyecta esa búsqueda nacional, quizá sea en dos novelas La resaca y Proa libre sobre mar gruesa donde se resalta de manera muy especial. La primera describe las postrimerías del siglo XIX. Es la época del General Palacio y los compontes, así como la lucha de los criollos por emanciparse, lucha en la que juegan un papel destacado las logias masónicas. Dolorito Montojo, alter ego de Laguerre cuyo nombre recuerda los simbolismos nominales de Rómulo Gallegos al aludir al dolor de los montes, encarna la gran crisis de fines del XIX, su sicología lo ubica en un “camino medio”. Su incapacidad para la gesta pudiera ser reflejo de la ausencia de dirigentes fuertes presentes en el Puerto Rico de fines del XIX, recordemos que Hostos y Betances estaban casi siempre fuera del país y su determinación por el autonomismo parece obedecer a la presencia poderosa y continua en el país de Baldorioty.

En Proa libre sobre mar gruesa, Laguerre ilusiona con la idea de lo nuestro , pero esta vez con las luces del siglo XVIII. Hay cambio de escenografía –las costas de Puerto Rico y el mar Caribe- y de propuestas a que nos tenía acostumbrados en su obra anterior. El protagonista es el corsario mulato Miguel Henríquez, hijo de esclava y zapatero que llegó a convertirse en el hombre más poderoso de la época, hasta el punto de recibir “La Real Efigie” del Rey Felipe V.

La obra tiene como punto histórico el desafío a la autoridad, pero lo importante es que en el personaje ya se ve una manera de ser y de pensar muy distinta a los peninsulares.

Pero el asomo a lo antillano, en Laguerrre, no sólo está reflejado en el espíritu aventurero y carácter subvertidor de un mulato corsario puertorriqueño como Miguel Henríquez, que astutamente saca partido de las luchas europeas que se desarrollan en el Caribe, también en la estructura tripartita de la novela que refleja además de la política puertorriqueña, la de las Antillas mayores que son tres.

El hecho de que en las novelas de Laguerre la aparición del status político es esporádica  o aparece como aspiración  abstracta y remota, es lo que ha provocado que se le haya visto como independentista y que, a su vez, los sectores independentistas le hayan tildado de frialdad ideológica y a sus personajes novelescos de indecisos y derrotistas. Sin embargo, el novelista no sólo proyectó una posición nacionalista, particularmente en sus primeras obras (La llamarada, La resaca), sino una idea de carácter universal en las que le siguieron. Del enfoque geopolítico y de protesta social pasa al enfoque existencial, a criticar la sociedad de consumo y el capitalismo deshumanizado. Si algo crece con fuerza en su novelística es la justicia social.

Patria pensada y patria imaginada

Entre la patria pensada por Hostos (a través de la legalidad jurídica y el Derecho) y la patria imaginada por Laguerre (mediante el conocimiento de la historia) está la profunda sed de conocimiento y la profunda sensibilidad hacia su entorno, aunque a la inversa esto no sucediera particularmente en el caso del primero. Creyeron en la educación y la escritura  como instrumentos para su pensamiento de patria y de modernización social.

La autenticidad de su empeño se debe a que ninguno de ellos obedece a imposiciones. Viene al caso citar a Jacques Monod quien, en su ya clásico y hermoso libro El azar y la necesidad expresa lo siguiente: “La ética del conocimiento no se impone al hombre; es él, por el contrario, quien se la impone haciendo de ella axiomáticamente la condición de autenticidad de todo discurso o de toda acción” Pues bien, es en este sentido de elección, no de imposición ética, donde debemos ubicar la autenticidad de Laguerre y a Hostos. Y es un convencimiento que se puede palpar cuando, como lectores, en el “hondón del alma” de personajes como Bayoán (La peregrinación de Bayoán de Hostos) y Juan Antonio Borrás (La llamarada de Laguerre) encontramos la prolongación de ellos mismos.

Ambos aspiraban a armonizar al sujeto con la sociedad. En pesaba  el  panenteísmo o “racionalismo armónico. Este ideal de humanidad, especie de orden universal, que había adquirido del Krausismo español durante su educación en España primero en Bilbao y luego en Madrid, cuyos elementos espirituales eran la abnegación y el altruismo y se fundamentaba en el Derecho y la Educación.

Laguerre, hereda esa forja de aspiración armónica y añade como elemento espiritual la geopiedad, una actitud en forma de afecto y sueños, unas veces o como preocupación ambientalista y recreación estética de la geografia, otras veces (Solar Montoya, 1941), que si bien se puede identificar como patriotismo, sin embargo en el novelista es una actitud global, a la vez que local, que no conduce al exagerado nacionalismo.

Otro matiz diferenciador es que Laguerre pone más empeño en el hombre que en la naturaleza para conseguir ese todo armónico. De hecho, se adelantó al cambio de rumbo que ocurriría en la novelística hispanoamericana a mediados de siglo y lo explicaba así: “el hombre mismo cargará con la responsabilidad y no la naturaleza como ocurre en Doña Barbara, La vorágine y Don Segundo Sombra”, narraciones catalogadas como “novelas de la tierra”.  Su mentalidad más que europea es latinoamérica.

II. Lo Moral

Moral.  Ambos pensadores fueron sumamente exigentes consigo mismos. Para Hostos el desarrollo moral es un proceso gradual y progresivo, el ser humano es inicialmente moral, es decir juzga y actúa de acuerdo a deberes morales por necesidad (dependencia), luego por gratitud (afecto), posteriormente por utilidad (interés) y finalmente por derecho y deber (el deber por el deber mismo) Por lo tanto, el derecho moral máximo tiene lugar cuando se cumple con el deber por el deber mismo hacia la humanidad. Una radiografía de lo anterior es su Diario, todo un viaje interior que se extiende desde 1886, cuando el escritor tenía 27 años hasta 1903, cinco días antes de su muerte, con apenas 20 años de silencio entre 1878 y 1898. Lo escribió, en sus propias palabras,  con objeto de estudiarse a sí mismo, dominarse, mejorarse y proceder según conciencia. Hay un conflicto interior que busca mitigar por medio del autoanálisis, sólo unas pocas páginas se refieren a sus actividades como enviado de Puerto Rico en Washington en 1898.  Se queja de su inhabilidad social: “Aun cuando me sentía fuerte en mis idas, me sentía débil en mis relaciones con los hombres.”.  En 1869 el autor se lamenta porque no se comprendan ni a él ni a sus escritos y en 1870 se reprocha el desarrollar un pensamiento que nadie entiende”.  Dice Laguerre al respecto: “Lo que más caracteriza la vida de Hostos, aparte de su perenne actividad educativa, es su soledad. Es casi paradójico que un paladín de la educación sufriera tanta angustia de soledad.” (Polos de la cultura 144)

Como en todos los diarios íntimos el amor ocupa un lugar de importancia: su matrimonio tardío a los 38, el gran número de damas que le interesaron sentimentalmente, menciona el diarista once nombres, sus obligaciones de patriota, su pobreza, su timidez, su deber… Por cierto que debemos a Hostos el primer diario  íntimo de las literaturas hispánicas.  En suelo hispánico, como afirmaba Unamuno, los hombres son reacios a mostrar su interioridad, que suele ser de flaquezas y miserias, de debilidades y pequeñeces. No es sino hasta entrado el siglo XX que se encentran algunas autobiografías con intención de análisis introspectivo.

Sin embargo, algunos autores, como Ángel Villarini, al explorar la actualidad de la teoría moral hostosiana, señalan que no es meramente el resultado del conflicto cognoscitivo interno, sino el producto histórico de las relaciones en las que la persona entra al pertenecer y participar en comunidades cada vez más amplias.

Laguerre comparte el alcance del deber hostosiano, el sentido de exigencia consigo mismo y  forja su moral en la estética modernista del arielismo del uruguayo José Enrique Rodó R (Ariel 1900), cuyo lema definía “A la ética por la estética” y también en el espíritu de la generación española del 98, recordemos que muchos de sus representantes estaban ligados a la Institución Libre de Enseñanza, que dirigía Francisco Giner de los Ríos, tan influyente en Hostos.

Aspiraban los dos a ser hombres completos, pues estaban conscientes de que había que cultivar los conocimientos y enfrentar, tanto en la realidad política (Hostos)  como en la ficción novelada (Laguerre) las conciencias vacilantes. Esta cita de Hostos se aplica a ambos:

Creo que el único modo de ser útil a las ideas y a los pueblos es levantar los hombres a la discusión de su deber, más que bajar con ellos a la negociación de sus intereses. Hay en ello, es verdad, un resultado para mí que no por ser lejano deja de ser menos glorioso…”

III. Racionalismo (el paradigma de la razón centrada en el sujeto). 

El pensamiento hostosiano se inscribe por completo en la línea del racionalismo moderno, dentro de lo que hoy se ha dado en llamar “paradigma de la razón centrada en el sujeto”.  Advierte Hostos que una misma realidad da lugar a formulaciones diferentes y que las ideas surgen en la razón a consecuencia del choque con alguna realidad (Tratado de Lógica, 70).

En La educación científica de la mujer que Hostos presentó en forma de dos discursos en la Academia de Bellas Artes de Chile (1873) el educador alude a las individualidades femeninas  a través de la historia (la mujer espartana que rivalizaba con los hombres en destrezas y fuerza, la madre de los Gracos, la mujer de Bruto; Juana de Arco, Santa Teresa de Jesús, Isabel la Católica, Georges Sand, entre otras cuya individualidad genial se salía del cuadro en que la educación rutinaria la encerraba. Habla de la triple esclavitud, religiosa, política y económica a la que se encuentra sometida la mujer y se refiere a esta manera: “formemos ante todo seres de razón”. Ella puede completar por esfuerzo de buena educación, una indudable y constante iniciativa en todos los hechos.” De hecho, tres mujeres antillanas: Belinda Ayala, su esposa cubana; Lola Rodríguez de Tió, la poeta puertorriqueña que fue su madrina de bodas en Caracas y la dominicana Salomé Henríquez Ureña, quien fundó y rigió, por inspiración del maestro, la Escuela Normal de Señoritas en Santo Domingo sus fieles seguidoras.

A Laguerre lo educó Nina, su hermana mayor. Por otro  lado, su madre jibara de ascendencia canaria, aunque era analfabeta, influyó en su ética personal. “Pienso en mi madre, en sus alegrías y amarguras, cuando planifico una novela” solía decir.  Su novela Contrapunto de soledades  es un tributo a la educadora aguadillana Carmen Gómez Tejera y, a la vez un fino estudio psicológico de la mujer y sus circunstancias. De su fina observación no se escapó: la mujer idealizada (La llamarada); ambiciosa y luchadora como Lucha Madrigal (Los dedos de la mano); peligrosa y capaz de destruir al hombre (Los gemelos); la espiritual y espiritista (Los amos benévolos) solterona destinada a vivir, o morir, sin amor (Contrapunto de soledades e Infiernos privados). Sus mentoras, amigas, críticas e inspiradoras (Carmen Gómez Tejera, Concha Meléndez , Nilita Vientós y Clara Lair) fueron mujeres totalmente preparadas.

El escenario en Hostos es diferente, la mujer que lo enamora es siempre muy joven y poco preparada conforme a los patrones de su época- Inda su esposa tenía quince años al contraer matrimonio; una máxima pureza que le permita ejercer como Pigmalión.

IV. Pintoresquismo 

La curiosidad que siente el siglo XIX por todo lo relacionado con las costumbres pintorescas da lugar al libro de viajes como género literario “Amamos a la patria porque es un punto de partida. La vida es un viaje; la razón no sabría encontrar el punto de partida si no fuera por el terruño, cuya imagen atrayente vemos por todas partes” dice Hostos.

Su primera novela La peregrinación de Bayoán es el comienzo simbólico de su carácter itinerante que lo llevaría inicialmente a un viaje por las Antillas. Aunque su peregrinar es más interno, de su consciencia, que externo en este libro, viaja posteriormente a Francia y,  desde  allí,  parte a territorio hispanoamericano, viajes estos últimos que se recogen en su mayoría en Mi viaje al sur. Durante el viaje recorre toda la Patagonia chilena y argentina. Explora zonas ignotas de la costa, medita en los conflictos  limítrofes entre ambos países e impulsa la construcción de un ferrocarril trasandino desde sus columnas periodísticas, porque como bien señala Juan Mari Brás, “Dondequiera que estuvo Hostos ejerció el periodismo”.

Entre los 30 y los 50 Laguerre visitó pueblo a pueblo del litoral y el interior de la isla y casi todas las comunidades rurales, algunas veces acompañado de visitantes extranjeros Un Puerto Rico más íntimo que visible a primera vista fue apareciendo en sus narraciones. Cuando salió La ceiba en el tiesto términos como  rolones, cactus, vegetación espinosa, hácares barbados dieron pie a que se le acusara de haber trasladado parte del paisaje de Méjico a Puerto Rico. Laguerre fue uno de los pioneros en el estudio serio del español campesino puertorriqueño. No creo que se haya destacado lo suficiente que la labor lingüística que realiza en Solar Montoya (1956) se anticipa a la realizada por ilustres estudiosos del idioma como Tomás Navarro Tomás, Álvarez Nazario, María Vaquero y Amparo Morales.

En el escritor se aprecia una relación entrañable entre la tierra y el hombre, la geopiedad,  que consiste en una forma de conocer, percibir, presentar, y también imaginar la tierra, que no tiene nada que ver con la tendencia descriptiva, ni la telúrica, ni la real maravillosa que, también, se encuentran en sus novelas. Es una actitud en forma de afecto y sueños, unas veces o como preocupación ambientalista y recreación estética de la geografia, denominada actitud geopiadosa, por una de sus mejores críticas, Estelle Irizarry.

Laguerre, anticipó por cuatro décadas el afán por conocer las raíces que surgió en los Estados Unidos con la publicación en 1976 de la novela Roots de Halex Haley. En una obra como Los gemelos recoge los pasos indígenas en Puerto Rico y hasta recoge, en términos de estructura,  repeticiones, saltos y lagunas que se observan en el recuento de cronistas, como Pané.

V. Pedagogía 

El conocimiento enciclopédico de filosofía, lingüística, sicología, sociología, historia, y otras disciplinas, le permitió a Hostos construir un modelo educativo operacional que, por su originalidad. Se anticipaba en muchos aspectos los intentos actuales de corrientes pedagógicas como la educación basada en el cerebro, el constructivismo piagetiano, la perspectiva histórico-cultural vigotskiana y la pedagogía de la liberación de Freire.

Hay que recalcar que la pedagogía de Hostos,  a diferencia de los educadores de su época (Pestalozzi en Europa, Giner de los Rios en España y, posteriormente, la de Dewey en los Estados Unidos) es, desde un principio, una pedagogía al servicio de la liberación, tanto en el sentido ético-humanista, como en el político-social. Contrario a lo que pudiera suponerse hoy su pedagogía no estaba dirigida a otorgar títulos ni a formar profesionales, estuvo dirigida a formar hombres y mujeres completos, libres, capaces de construir una Confederación de las Antillas.

Con el triunfo en la República Dominicana del sector liberal que encabezaba su protector Gregorio Luperón, Hostos regresa a la República Dominica en 1879 para ponerse al frente de los esfuerzos por reformar la educación pública que se encontraba en total deterioro y es casi inexistente en ese país. Redacta el proyecto de ley de la reforma y se pone al frente, como director y profesor, tanto de la Escuela Normal, que preparaba a los futuros maestros, como del Instituto Profesional de Enseñanza, que en aquel momento era el único centro universitario. Con esta gesta Hostos convierte  a la República Dominicana en uno de los países más avanzados para su época en términos de política, filosofía y organización educativa del mundo. En conflicto con el dictador de turno, abandona el país y se traslada a Chile 1888 donde es particularmente notable su contribución a la reforma del estudio del Derecho, y la preparación de juristas. Con la caída de la soberanía española en Puerto Rico, precipitada por la invasión norteamericana, temeroso de que se convirtiera a Puerto Rico de nuevo en colonia, Hostos regresa a su patria, (1898) con el propósito de fundar un movimiento político-educativo, la Liga de Patriotas. Su estrategia era brillante y ambiciosa. Primero, había que unir a todos los puertorriqueños en la defensa del interés común de su soberanía. Esto requería hablar desde la perspectiva del interés de la patria, de su soberanía, no del partidismo. Segundo, era necesario a través del ejercicio diplomático y del uso de la prensa, recordarle a los norteamericanos que la lealtad que debían a sus principios los obligaba a establecer la democracia en Puerto Rico y a respetar la soberanía del pueblo puertorriqueño a través de una consulta plebiscitaría. Por último su estrategia contemplaba el llevar a cabo una reforma educativa en Puerto Rico que propiciara el desarrollo material de nuestra sociedad y su conciencia nacional.

En Juana Díaz, primero, donde funda un Colegio Agrícola, y sobre todo en Mayagüez, se dio la tarea de implantar su reforma educativa. En esta última ciudad, creo el Instituto Municipal, colegio de nivel primario y secundario para niños en su mayoría de familias de escasos recursos económicos y, además, ofreció clases nocturnas para obreros.

La reforma educativa que Hostos proponía se fundamentaba en la idea de que la libertad y civilización de nuestros pueblos sólo se conseguirían si los individuos que los constituían se educaban en el desarrollo de su capacidad de conocer, es decir de razonar. De ahí que defienda, por la influencia del Krausismoespañol, la tolerancia académica, y libertad de cátedra frente al dogmatismo.

Adelantándose a las actuales propuestas constructivistas, Hostos estaba convencido de que el conocimiento es algo que el propio ser humano tiene que elaborar mediante el ejercicio de su pensamiento. Por ello su programa de estudios estaba basado en la estimulación del proceso natural y gradual de desarrollo cognitivo del ser humano, que asciende desde la intuición (observación), a la inducción, a la deducción y, finalmente a la síntesis.

Pero su esfuerzos, en aquel momento, fueron en vano; se estrellaron contra la política imperialista que seguían los republicanos en los Estados Unidos y las tendencias oportunistas y colonialistas de los políticos locales. Ya en 1900 regresa a la República dominicana, para una vez más hacerse cargo de la Reforma Educativa y enfrentarse a la oposición de los sectores tradicionalistas. Allí habría de experimentar Hostos su gran momento de gloria.

VI. Educadores antes que nada

Laguerre, como Hostos se define como educador antes que nada. Cree, al igual que su antecesor, que la única solución permanente que tienen los problemas sociales del país es de carácter educativo.

En 1924 se inició en el magisterio en la escuela rural de su pueblo, y luego en la escuela intermedia y superior. Mientras tanto, estudiaba los veranos en la Universidad de Puerto Rico. En estos primeros años surge el Laguerre escritor bajo el aliento de la educadora Carmen Gómez Tejera. En 1937 se graduó de Bachiller en Artes con altos honores y cuatro años más tarde, de Maestro en Artes en el Departamento de Estudios Hispánicos de la UPR en Río Piedras. Estuvo a punto de doctorarse por la universidad de Columbia, pero se negó a cumplir con el requisito de presentar la tesis en inglés.

Esta última nota ha de ponerse en el contexto de un profesor de Humanidades con especialidad en literatura española, puertorriqueña e hispanoamericana que nunca limitó su natural avidez por aprender. Tomó cursos de literatura norteamericana y británica pues, aparte de sus reservas en lo que respecta a la política de imperialismo económico de Estados Unidos, admiraba el espíritu liberal de sus escritores . Enseñó además cursos de literatura brasileña  y antillana.

Para Laguerre, la acción educativa, como en Hostos,  debe abarcar todas las dimensiones del ser, es decir debe aspirar a una integracin armónica entre sus funciones en el salón de clases y la vida del alumno y de la comunidad. Respecto del currículo  escolar, debe este asentarse en la realidad social y no implantar ideas pedagógicas extranjeras. Ello supone una elección cuidadosa de libros de texto. Ponderaba el establecimiento, en este sentido de la Editorial del Departamento de Instrucción.

Se desempeñó en diversos trabajos: redactor para “La escuela del Aire” del Departamento de Instrucción Pública y del programa radial “Puntos de Partida. Fue miembro de la Asociación de Maestros y de comités educativos, escritor de centenares de artículos de carácter educativo que publicó en periódicos y revistas de la Isla, como la columna “Hojas libres que comenzó a publicar a partir de 1959 y Director del Departamento de Producción en el Centro Regional de educación Fundamental para la América Latina, en el estado de Michoacán, en Méjico.

Dedicó muchos años en la elaboración de currículos en el Departamento de Instrucción Pública y en la publicación de textos para estudiantes y maestros. Su visualización de la escuela pública como niveladora social, no es otra cosa que la cultura de la convivencia. El currículo escolar debe asentarse en la realidad social del estudiante y el conocimiento de las realidades hispanas e iberoamericanas y no implantar ideas pedagógicas extranjeras antes que las nacionales. El D I P apoyó hasta tal punto su énfasis en la literatura nacional que su novela La llamarada se convirtió en lectura obligada, junto a Isla Cerrera por considerar esta novelas prácticamente textos fundacionales. Andando el tiempo la libertad de cátedra prevalecería sobre la obligatoriedad del texto (La segunda hija de Olga Nolla, fue el otro texto detonante).

En Polos de la cultura Iberoamericana Laguerre nos acerca a Hostos:

En 1868, cuando el Grito de Lares,  Hostos tenía 29 años y Martí 16. Ambos eran separatistas; estuvieron casi toda su vida en el destierro, fueron activos reformistas en contra de la oligarquía, cultivaron el periodismo y literatura; se distinguieron más en el ensayo que en cualquier otro género; creyeron en la Confederación Antillana; fueron paladines de la justicia y la libertad; cultivaron el arte comprometido con las ideas que sustentaban.

Aun en sus trabajos más literarios- Hamlet por ejemplo- se destaca Hostos educador.

VII. Hostos y Laguerre como escritores

Mientras la imparable y fecunda trayectoria novelística de Laguerre (quince novelas) le acercó al premio Nobel de Literatura, La literatura hostosiana ha sido la faceta menos atendida por la crítica a pesar de que acapara la mayoría de su obra (La peregrinación de Bayoán y La tela de araña, Diario, ensayos, teatro).

Un  excelente estudio Las voces autoriales, de Jorge Enrique Lefevre Tavárez devela sus méritos. Dentro del contexto español donde fue escrita y publicada, La peregrinación de Bayoán , si fuera estudiada en España como novela llenaría una laguna, ya que había un vacío novelístico a finales del XIX. Dentro del contexto latinoamericano, sin duda caería en la categoría de Impossible Romances , es decir una especie de alegoría romántica que apunta hacia la fundación de un país; un mensaje populista encarnado en una alegoría romántica o  un imposible romance con final trágico..

Publicada inicialmente en España en 1863 y luego en Chile en 1873 está escrita en forma de diario narrado por el joven Bayoán. Hay un conflicto íntimo que lo desgarra: quiere crear una Federación de las Antillas pero con España. Durante el peregrinaje físico- geográfico conoce a Marién, sin embargo posterga la relación amorosa en aras del deber. Al enfermarse ésta deciden casarse, pero ella muere y Bayoán entrega su diario a su amigo Hostos. Así entra el autor como personaje en la novela y es a través de él que el lector descubre la frustración de Bayoán. Hostos, además acaba siendo el editor de la historia y la prologa.

Hubo un total silencio en España  y confiscación prohibición en las Antillas. Años después Hostos sufre el mismo devenir de Bayoán ya que su intervención juvenil con revolución La Gloriosa no quedó en nada y la República no atendió sus reclamos. Empieza entonces su peregrinación por latinoamerica, como Bayoán antes por las Antillas, .donde enriquece su pensamiento político.

En la publicación de 1873,  Hostos desea explicar su novela e incluye una clave para que se entienda la alegoría, según la cual  Bayoán es Puerto Rico , Marién Cuba y Guarionex Santo Domingo. Y de nuevo sobrevino el olvido hasta que en 1939 con motivo de su centenario se publican sus obras completas en veinte tomos. Pedreira, su primer biógrafo, Manrique Cabrera, autor de la primera Historia de la Literatura puertorriqueña (1956) y Juan Bosh hacen de ella una lectura canónica. Posteriormente sobreviene el rescate de su valor literario por autores como Marcos Reyes Dávila. La dificultad son las múltiples voces Bayoán, Hostos personaje, Hostos autor y Hostos editor de la segunda publicación de la novela. Para ver la jerarquía que tienen las voces se acude a la narratología escuela del estructuralismo.

Conclusiones. La mejor carta de identidad puertorriqueña: sus pensadores

En la difusa supervivencia cultural que caracteriza a Puerto Rico como colonia hemos acudido a Hostos y Laguerre,  dos hombres completos con clara conciencia de su tiempo y libres de preocupaciones sectarias,  con la idea fija de repensar sus inquietudes. Ambos saben que las nacionalidades no son bellas durmientes en espera de un príncipe azul que las venga a despertar de su letargo, sino que dependen de que sus miembros imaginen una comunidad, una causa común. En su visión de los fenómenos nacionales como proyectos colectivos, hay sutiles diferencias: hay que construirlos o fabricarlos en el caso de Hostos (Derecho)  o imaginarlos (historia leudada con el afecto), en el caso de Laguerre.

Las perspectivas de Hostos y Laguerre nunca fueron fijas, sino que evolucionaron. El primero, en su visión utópica sobre las Antillas,  llegó a incluir a Jamaica, aunque hablaba otra lengua) y a la América Central, es decir el Gran Caribe, entidad no necesariamente homogénea, pero distinguible. Laguerre prefiere el término Iberoamericano para incluir a Brasil.

Fueron mentalidades de avanzada. Hostos se adelanta a una época que aún no se prestaba al psicoanálisis.  La mentalidad de la duda y la incertidumbre psicologista se ven ya en La peregrinación de Bayoán, en el Diario, y en su ensayo sobre Hamlet que, por cierto, ha sido traducido al inglés en el universidad de Harvard. Las sicologías vacilantes de los personajes de Laguerre  recogen esta mentalidad.

Al situar la soberanía en la sociedad como organismo natural, Hostos estaba adelantando nociones que hoy ya son punto de diferenciación entre la idea de estado nacional moderno y de la nación natural que asoma como la institución sobreviviente en la postmodernidad.

Por su parte,  Laguerre abre una nueva perspectiva, la de novela intrahistórica que se hacía día a día por la gente humilde del cañaveral o la de novela abierta, enraizada en circunstancias muy concretas, pero no limitada a ellas. Con su primera novela publicada en 1935, el escritor, anticipó por cuatro décadas el afán por conocer las raíces que surgió en los Estados Unidos con la publicación en 1976 de la novela Roots de Halex Haley. Del mismo modo, se adelantó al cambio de rumbo que ocurriría en la novelística hispanoamericana a mediados de siglo

Laguerre leuda la historia, la imagina para despertar afanes y sueños no de lo que se es, sino de lo que debiera ser. Este enfoque lo convierte en un escritor tan clásico con  novísimo por la cercanía de enfoques a la que se ha dado en llamar la «novísima historia». Para Laguerre los gestos, las actitudes humanas son historia. Su transparente legado ideológico de base humanista le llevó a la nominación para premio Nobel de Literatura en 1999.

Quizás Hostos confiaba demasiado en la razón (“Si se piensa bien todo sale bien”) y a la vista está que la historia no es racional y mucho menos la política, sin embargo, en el campo político social la actitud de deliberación pública a la que llamó Hostos (la Liga de patriotas tenía una tarea social, no partidista) deja un mensaje histórico para Puerto Rico.

Ninguno de los dos practicó el arte por el arte. Fueron ensayistas, pedagogos y periodistas  con similar intensidad. Quizá es en el ejercicio literario donde se bifurcan sus caminos debido a que Hostos creía que la ficción debilitaba la razón.

En suma, Hostos y Laguerre son el ejemplo perfecto de dos voluntades tenaces ante situaciones límites que hoy son actuales a juzgar por la actualidad periodística, política (con la VII cumbre de las Américas),  literaria (a juzgar  por dos libros recientes Historia comparada de las Antillas de José Antonio Piqueras  y La segunda guerra mundial en las Antillas de Ligia T. Domenech y lingüística ( el español de Puerto Rico se describe por el Presidente de la RAE como una expresión del llamado español caribeño, lleno de expresividad, con una música muy armónica y eso sí, con una capacidad grande para asimilar términos del inglés.


  1. Influyen en ésta sus contactos con compatriotas puertorriqueños como Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis, los médicos Basora, Manuel Zeno Gandía, Julio Henna y Manuel Guzmán Rodríguez; los dominicanos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal, y el general Gregorio Luperón, los cubanos José Martí y Antonio Maceo. Tres mujeres antillanas: Belinda Ayala, su esposa cubana; Lola Rodríguez de Tió, la poeta puertorriqueña que fue su madrina de bodas en Caracas y la dominicana Salomé Henríquez Ureña, quien fundó y rigió, por inspiración del maestro, la Escuela Normal de Señoritas en Santo Domingo.
  2. Esta misma idea la recogerá José de Diego en 1916 en un proyecto de ley que representaba un intento  descolonizador, pero que no obtuvo el apoyo de sus colegas en la Cámara de Delegados.
  3. Véase Orlando José Hernández, Juan Mari Bras: Estudioso y propulsor del pensamiento hostosiano. Ponencia. Tributo realizado en Nueva York, el 15 de junio de 2013.
  4. Epistolario de Betances a Hostos , 1983. Citado por Félix Lugo Nazario en “Betances y Hostos. Motivos de su exilio”. Revista El Cuervo de la Universidad de Puerto rico en Aguadilla, No.19, 1998,pp.12-15).
  5. Para Juan Mari Bras: “… hay una diferencia cualitativa entre el tejido social que va plasmándose en la interacción de influencias étnicas, geográficas, culturales, políticas y económicas a lo largo de los siglos- que es lo que constituye la nación natural- y el artificio circunstancial de juntar naciones en etapas diferentes de desarrollo con territorios aledaños o lejanos por razón de la fuerza, que es lo que se ha llamado el estado nacional”.  Revista El Cuervo de  la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, No.19, 1998,p 57.
  6. Vése Carmen Cazurro García de la Quintana. “Una invitación a reconceptualizar  la puertorriqueñidad”.  Revista El Cuervo de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, No.19, 1998, pp. 16-24.
  7. Laguerre solía poner de ejemplo a los franceses, quienes hicieron suyas las palabras de Shakespeare con esta frase “Nous sommes faîtes de la même étoffe de nos rêves” (Estamos hechos de la misma materia que nuestros sueños). En esta novela, ya fuera de los parámetros hispanófilos de su generación que identificaban en el jíbaro blanco de la montaña cafetalera del XIX, el emblema de lo puertorriqueño,  Laguerre  propone otro emblema anterior en el tiempo, el mestizo,  que se desenvuelve en la costa y en el mar.
  8. La primera publicación del diario de Hostos aparece en 1939, 36 años después de la muerte de su autor, y constituye los dos primeros volúmenes, de veinte, de las Obras Completas que el Gobierno de Puerto Rico mandó a imprimir para celebrar el primer centenario del natalicio del prócer.
  9. Automoribundia de Ramón Gómez de la Serna y Mi medio siglo se confiesa a medias de César González Ruano. En cuanto a diarios, sólo los de Blanco Fombona, otro hispanoamericano, contienen atisbos de interioridad. Confieso que he vivido del chileno Neruda o Mortal y rosa, del español Francisco Umbral se proyectan más a la exterioridad.
  10. Lo que le permite afirmar a nuestra estudiosa que Laguerre es un consumado paisajista tanto de magníficas vistas panorámicas, como de espectáculos minuciosos (94), tendencia que pasa a la expresión literaria mediante detalles estilísticos  a manera de sfumato, aquella técnica renacentista que introdujo Leonardo Da Vinci y consistía en difuminar los contornos, a la vez que se precisan las formas. El efecto lo logra Laguerre con el diminutivo, el posesivo, las metáforas e incluso dedicatorias como la que acompaña a Infiernos privados  “A mis compueblanos de los tres pueblos donde nací” (Moca, Aguadilla e Isabela). La geopiedad de Laguerre es todo un proceso de acentuación gradual y variable donde nada pasa desapercibido, se interioriza lo que está afuera y se exterioriza lo que está adentro, como si deseara captar el momento afectivo de lo real.
  11. Debe su nombre a Karl Chistian Friedich Krause (1781-1832. Esta filosofía tuvo amplia difusión en España donde alcanzó su máximo desarrollo práctico en la Institución Libre de Enseñanza, dirigida por Francisco Giner de los Ríos.
  12. Para estimular este desarrollo se practicaban en el Instituto Municipal los métodos objetivos y activos de conocimiento: el uso de objetos, mapas, globos, láminas y sobre todo la observación de la realidad objetiva misma y el diálogo. Eran frecuentes las excursiones de los estudiantes en los alrededores del pueblo con el propósito de la ejercitación física y mental, y el desarrollo de la sensibilidad ética y estética en el amor al terruño.
  13. Edgar Lee Masters, Synclair Lewis, Cliford Odets o Lilliam Hellman.
  14. Se han utilizado nombre como las Indias Occidentales, las Antillas del Caribe, el Caribe insular, la Cuenca del Caribe, el Caribe por apellidos: hispano, francés, inglés, holandés y americano. Bill Clinton  una vez se refirió a Estados Unidos como nación caribeña porque parte de su territorio está en el Caribe. Esto sí podría representar un verdadero problema de identidad.
  15. Véase Juan Mari Bras “La nación en la postmodernidad”. Revista el Cuervo de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla. No. 19, Año 1998, pp. 51-59.
  16. Historia comparada de las Antillas de José Antonio Piqueras Arenas. Madrid: Doce Calles, 2014; La segunda guerra mundial en las Antillas de Ligia T. Domenech Universe, 2014.

Bibliografía consultada

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La poesía en el libro: La hija del alcalde

La poesía en el libro: La hija del alcalde

de Carmen Cazurro García de la Quintana

Cande Gómez Pérez

Directora de la biblioteca, Universidad de Puerto Rico

Recinto de Aguadilla

Extraer la poesía de un libro es tarea fácil cuando todo él es un poema del corazón que convoca la magia de las palabras para abrir el dique de las memorias e inundar con ellas cada página,  desde el prólogo, cuando la autora aclara, “Dedico esta mirada a mi madre desde esa gran oportunidad que nos ofrece la vida a todos, una vez hemos madurado, para remitirnos a nuestra niñez y revivir el entorno familiar y la clarividencia  que otorgan las años de por medio”.  En esta convocatoria que el corazón lanza al recuerdo emocionado, se percibe a la poeta que, sin proponérselo, posiblemente,  matiza su escritura con  metáforas precisas para con ese lenguaje poético acercar al lector a las vivencias que marcaron su mente desde niña a través de la historia oral que su madre compartió con ella.

Carmen, al igual que la escritora chilena Isabel Allende en su novela testimonial, Paula, incorpora a su texto la técnica epistolar,   las cartas para poder sobrellevar y superar el dolor de las heridas de la guerra civil española.     Son cartas sobre Antonio García Quintana que, a petición de ella, su madre le envía y acortan la distancia entre España y la Isla.  Es así como a través del cultivo de la memoria se realiza la resucitación poética de personas y hechos históricos y olvidan el espacio ingrato del Atlántico.  La autora lo explica así:  “Y yo estoy con ella particularmente cerca sin soluciones, sin consuelos definitivos, asistiéndola en su recuerdo con mis oídos prestos y mi pluma llana, sintiéndome, a veces, intermediaria entre ella y su padre

Adentrarse  en este viaje del corazón que tiende puentes entre el ayer y el presente para reunir tres generaciones, la abuela, la madre y la autora,  es toda una aventura sensorial que nos hace partícipes de ese mundo de los años 30,  recreado por Carmen Cazurro en alas de la memoria de su madre, la hija del alcalde, mujer inspiradora, tanto del libro, como del título.  El texto en sí constituye todo un poema sentimental entre la autora y aquella niña que quedó atrapada en la orfandad y desprovista de la fantasía, es un poema constante a juzgar por lo que afirma la autora: “Siempre es apasionante introducirme en el corazón de mi madre para despertarla niña, para asistir a la guerra que jugó con su vida y el cruel asesinato que la convirtió en huérfana de fantasías”.

Es así como  nos lleva, unas veces de forma dulce y otras con el alma en vilo, a la España de la Guerra Civil que trasformó la vida de aquella niña de nueve años y la dejó atrapada en una “orfandad radical y sin consuelo”.  A través  de los manuscritos de su progenitora, la autora recrea los acontecimientos que trastocaron la vida, no sólo de la familia García de Quintana, sino de toda las familias españolas que se vieron atrapadas en una guerra de odio que la mayoría no buscó ni comprendió, y  Carmen sintió las oleadas de dolor llegarle desde el pasado de la madre que tanto ama.   Para ayudarle a expulsar el dolor atrapado por décadas en sus recuerdos, tantas veces soslayado por la historia oficial,  le solicita que le cuente sus memorias, y nos dice:

“Cuando la vida me atrapó en Puerto Rico, y empecé a sufrir mis propias ausencias, le pedí a mi madre que me contara la historia del abuelo desde sí misma…”  Y me hizo caso,  me contó su verdad llena de luz y de murmullos; la sujetó del papel porque no quería olvidar y porque el nuevo quehacer que le solicitaba nos unía más en la distancia devoradora que existe entre España y la Isla.”  “Y el abuelo, un ser tan pacifico y conciliador, nos hizo olvidar el espacio ingrato del Atlántico”.

El relato, sin olvidar la rigurosidad histórica de capítulos como: La ciudad del dolor, o  La doble muerte de Antonio García Quintana,  se hace ameno y novelado en la recreación de los personajes femeninos en capítulos como: Juanita la larga, Oh Sole mía,  o La bien plantada.  En el libro no se sigue un relato lineal, porque como bien lo expresa la autora en el capítulo introductorio,

“en esta micro historia familiar y sentimental he antepuesto el fluir de la conciencia, con sus fragmentaciones y reiteraciones, a la corroboración de hechos sin prescindir de la investigación”.

Como dijera José Hierro en una entrevista que le hiciera Armando G. Tejeda, refiriéndose a la Guerra civil española,  “El recuerdo de esos años es duro, con esa sensación de que el mundo se te viene abajo y cambia todo.”  .  Sin embargo la historia, que muchas veces puede ser yerma para ciertos lectores, pierde su aridez a través del lenguaje universal de la poesía.  Hablo de poesía,  refiriéndome al texto de Carmen Cazurro, evitando adrede hablar de prosa poética que me suena a un género híbrido, una especie de limbo, donde muchas veces el fin primordial es la belleza de la escritura por la mera belleza.  La Hija del alcalde apunta más bien a la expresión de Goethe,  “Para escribir en prosa hay que tener algo que decir y para encontrar las palabras acertadas despejadas de pretensiones vacías, se tiene que poner el corazón en el relato.”   No es llenar el relato de palabras bellas, sino encontrar la belleza de las palabras para poder transmitir el palpitar preciso que abra el entendimiento y haga partícipe al lector de los acontecimientos, de forma tal que se sienta parte de ellos y no un simple espectador.  Esta es la clave del texto conmovedor que presentamos hoy.

Citando a Octavio Paz, podríamos decir que “la poesía es ver, a través de las palabras el otro lado de la realidad”.  Ese es el efecto que logra Carmen con su relato, llevándonos al otro lado, al otro tiempo, a través de la puerta de una cuidada prosa donde la poesía emerge para suavizar la fea cara de la guerra e intentar una especie de humor filosófico donde el inconsciente espiritual brota de forma espontánea y no por razones de estilo.  La hija del alcalde es un texto en  prosa, escrito por una escritora que no puede desprenderse de la sensibilidad poética que lleva arraigada en su espíritu y que ya nos ha demostrado en sus libros Con la tinta de la amargura, Rendijas de luz  y Muros de sombra.  El poeta Manuel de la Puebla, cuando habló del enfoque poético en este último libro expresó  que:   “La poesía amalgama de factores diversos, es fruto de la inteligencia, expresión de los sentimientos e interpretación de las huellas sensoriales”.

A través de este viaje sensorial conocemos a Teresina y el dolor de perder a su padre, Antonio García de  Quintana, cuyo asesinato la sumió en un dolor perenne que trasmitió a su prole.  También, conocemos a las dos mujeres invencibles que estuvieron a su lado para suavizar el dolor de la desgracia.  Una de ellas, la abuela Sole, que tan tierna y bellamente es retratada por la autora: “Era a decir verdad una preciosidad de abuela, pequeñita, de facciones menudas con una miniatura de moño que recogía las cuatro hebras de su brillante pelo blanco”.  Esa mujer, de fragilidad aparente,  pero que tenía  [..] un temperamento enérgico, activo y exageradamente pulcro en una época en que limpiar era cuestión “de armas tomar”. 

La otra mujer, la que más relevancia tuvo en la formación de la niña, su madre, Brígida Hernández, aquella que como retrata Carmen:

[..] “aunque no era guapa tenía una presencia imponente: su gesto sereno y austero, recordaba al de las reinas de España, igual que su cuerpo rebosante y erguido por el corsé, según la moda de la época.  Cada paso que daba, cada palabra que profería, era una afirmación de su yo imperativo”.

 “Aquella castellana, nacida en tierra de pan y vino entre las muralla rotas de un ruinoso castillo, no dudó en dar el paso hacia el altar y casarse con un hombre nueve años menor que ella, Antonio María Francisco García de Quintana.”

Ese hombre honrado que lo sacrificó todo en aras de su integridad, que fue la adoración de su hija Tere, se nos presenta como una importante figura de la política del momento, pero sobre todo, como un  hombre de familia, cuyo amor trascendió las fronteras de la muerte y siguió influenciando la vida de los suyos, principalmente la de la niña, quien nunca pudo olvidar sus paseos con él:

“En verano paseaban mucho por el Campo Grande, un lugar encantado con perfil de los cuentos o de silencio de claustro conventual para la pequeña que se sentía ‘ hada cenicienta o monja’. Allí hacía que sus padres llegaran hasta el palomar donde trataba siempre de identificar sus palomas mensajeras por la marca de las patas.  Luego en su vida adulta no haría más que buscar, como punto de referencia de su pasado, el palomar característico de la llanura castellana, redondel de adobe coronado por un techo triple entejado.”

La presencia de Tere, la niña que da origen a esta novela histórica, impregna las páginas de este relato.  El lector se familiariza inmediatamente con:

“la pequeña sonriente{que} recogía todo el agradecimiento que su padre iba sembrando en diferentes formas y medidas”.

La niñez de la protagonista, después de la muerte del padre,  no fue tan halagüeña, aun cuando su madre hizo lo indecible para mantenerla al margen de los acontecimientos que culminaron en el asesinato del padre, de aquel padre que, aun en el encierro inmerecido, encontraba atajos para llegar al corazón de su familia y  “que no podía evitar los muros de la cárcel, pero los trascendía brillantemente”.   Esa trascendencia la  percibimos de forma tangible a través de sus cartas,  transcritas en el libro, que son de por sí reflexiones filosóficas  que tocan las fibras del lector: “morirse porque así lo ordena con su imperio irrefrenable la ley de la fatalidad…” “Mi muerte será tan fatal como es que el rayo se produzca cuando chocan dos fuerzas  eléctricas adversas”.

Una de las cartas más conmovedoras  escritas por el alcalde es la de la despedida de sus seres queridos y en ella expresa todo el amor que lo acompañó en su viaje final:

“Por ti,  mujer mía, a quien seguramente proporcioné menos alegrías de las merecidas, que te dejo íntegro el pavoroso problema de sostener y formar a nuestros hijos.  Por vosotros pobres hijos de mi alma que os quedo desamparados, sin pan, sin consejo, con  la vida truncada, con el corazón dolido por una terrible sentencia.”

La descripción más vívida de esa época la hace la narradora cuando sondea el ambiente de confrontación que rompe la convivencia más elemental:

“El terror de guerra se fue adueñando de la población civil.  Amparados en él muchos lograron llevar a cabo las venganzas labradas en la oscuridad de sus mentes por largos años” Y continua narrando: “La muerte y los asesinatos se hicieron cotidianos.  Todos los que pensaban de otro modo, los odiados por locos y poetas eran obligados a dar un paseo del que nunca más regresaban”.

Las circunstancias que rodeaban la vida de la familia de Tere, lo que equivale a decir, las circunstancias de la mayoría de la población durante la Guerra Civil Española, se hacen patentes en la descripción de los espacios vitales, como la casa familiar de los vencidos:

“Los escalones de madera se arqueaban, se retorcían y crujían como si por allí hubieran pasado miles de peregrinos.  La gran puerta de entrada del portal número tres estaba precedida por una impresionante y potente aldaba de metal cuyo atronador sonido en el silencio nocturno de las calles era un “ábrete Sésamo” en caso de que el sereno no apareciera…”

Pero en medio de esa pobreza que sobrevino debido a la circunstancias,  la autora nos hace comprender que el amor puede florecer en los lugares  más inesperados y que la fogosidad de los enamorados de antes no era diferente a la de nuestros tiempos,  salvo por el sentido urgente de vida y muerte de la guerra, por eso nos sonreímos cuando expresa:

“Detrás aquella puerta podían ocultarse dos personas por lo que las parejas de enamorados sonrojaban más de una vez a los inquilinos que se hacían los desentendidos…”

Percibimos que la niña era muy pequeña aún para comprender la realidad apabullante que la rodeaba y tal vez por eso su pequeño corazón no se consumió en las llamas de la tristeza:

“Entre disturbios y aprensiones siniestras Tere llegó a imaginar que todo aquello era lo corriente, que se producía como se producía el aire y estaba allí como estaba el sol, o la luna o las nubes o la casa de enfrente”.  Mientras,  crecía sola en el reducido ámbito de una familia que… “Del cedazo barrido por la guerra,  había quedado como un islote aislado, algo así como proscrita”.

 El 7 de octubre de 1937 Tere quedó huérfana de padre, luego de su fusilamiento por la España franquista  y la autora nos dice que fue,“ por obra y gracia del tribunal militar, que sentenció al alcalde socialista a pena de muerte para que no hubiera un dios que le librara de rendir cuentas al régimen”.

El dolor de la familia ante la muerte del ser amado se describe de una  manera que supera las palabras:

El primer día que Tere visito a su padre no pudo procesar los hechos por su corta edad, pero sí los sentimientos, por eso categóricamente pensó que Franco no podía querer a los niños que, como ella, necesitaban estar cerca de su padre, tan cerca como un abrazo, un beso o un pellizco en el cachete… El estremecimiento de la familia del alcalde no precisaba de formas para sentir la trascendencia del acontecimiento, ni de mensajes sobre la imperfección humana que invitaran a enderezar los pasos torcidos en la vida.  El sobrecogimiento que dominaba a la familia era superior a todo, de forma tal que las manifestaciones exteriores sobraban.”

“Los miembros de la familia regresaron a sus casas en silencio sin percatarse del lento despertar de la ciudad a un día como otro cualquiera.”

En abril de 1939 terminó la guerra que dejo sumida a los españoles  en un dolor sin precedente y como  indica la autora:

En las trincheras debieron quedar enterradas todas las mutuas responsabilidades sangrientas.  La guerra había dejado de ser una guerra de trincheras y barricadas para convertirse en el estado de animo de una España invertebrada,…”

La niña acostumbrada a los mimos que  disfrutaba en el seno de una familia económicamente desahogada,  se ve sumergida en las necesidades más apremiantes de la dura sobrevivencia  y su cuerpo y espíritu sintieron el embate al unísono frente a la enfermedad.

“Cuando pudo levantarse de la cama, la tuvieron que enseñar a caminar. Había crecido exageradamente y lo más espléndido de sus piernas eran los huesos de las rodillas”. “Había vencido el tifus para enfrentarse a la tisis” [pero] “la familia se las arregló para que no muriera de consunción”.

 

En  medio de la tristeza, el tiempo pasó.   La niña se convirtió en mujer y emergió de las cenizas del dolor, aunque marcada por cicatrices indelebles. Descubrimos que la mujer que brotó de aquel erial de la guerra era hermosa por dentro y por fuera:  “Nadie se explicaba como la fragilidad y la belleza podían brotar un embate como aquel…”  Y continúa diciendo: “La  luminosidad de Tere con su delantal en ristre hacía de aquella cocina el lugar ideal para las tertulias de todo tipo al atardecer”.

Para terminar el recorrido por este viaje del corazón de Carmen Cazurro, quiero citar  a Felipe Vázquez,  quien al referirse a la obra del escritor mejicano Juan José Arreola,  afirma, “Una prosa escrita por un poeta por la intensidad con que se relata es un poema por la atención que se logra del lector”.  Así la poeta, que ya nos había impactado  con sus otros relatos testimoniales, nos arrastra en este viaje del corazón  a conocer la historia de sus raíces y logra, no sólo la  participación activa del lector, sino su más completa solidaridad, pues lo que trasmite  es un amor inmenso e incondicional a la historia de su país, particularmente vivida por su familia en aquellos difíciles eventos de la Guerra Civil, más mortales que rosas.  Pero,  las desdichas, a la vista está, se convierten o se pueden convertir en privilegios.