Feminismo o feminidad: La mujer desde dos culturas

Entrevista por Christopher Cardona Correa

Desde un lejano susurro una singular esperanza en el corazón de muchas mujeres, el feminismo ha ido evolucionando, hasta haberse convertido hoy en una de las fuerzas primordiales que mueve nuestras vidas.  Poco a poco este movimiento ha crecido y se ha diversificado en muchas pendientes filosóficas que estriban desde el radical que propone la eliminación de los hombres, hasta el feminismo igualitario que creen en la igualdad de los géneros.  En la lucha del feminismo radical hay muchos que se han visto afectados; hace un tiempo atrás un periódico publico un segmento que leía como sigue “Mujer feminista, las abuelas sufren”, porque mientas estas mujeres se tiran a la calle para “luchar” las abuelas tienen que tomar responsabilidad de los niños.

 En contraste la feminidad es el sentimiento de ser mujer, un sentimiento que filosóficamente une a todas la mujeres y transciende las barreras de tiempo y espacio.  Con lo antes dicho se sobre pone que no ha de cambiar de cultura a cultura, pero cuando esta filosofía se sobrepone en la realidad en ese mundo en que vivimos que esta mucho más allá del papel, se puede ver que no necesariamente es así este sentimiento es como todo lo demás que tiene una idea común pero una aplicación diferente.  Por esta última condición fue que decidí entrevistar a la doctora Carmen Cazurro García de la Quintana, una literaria que ha vivido y prosperado en dos diferentes culturas.   Tiene sus comienzos en la cultura española, en específico en la región norteña de Valladolid donde nació y se crió.  Luego se traslado a la cultura caribeña, exótica, “erótica” que reina en Puerto Rico.  Su más reciente libro ‘Mujeres sin edén’ muestra a la mujer desde dos culturas diferentes pero desde un mismo corazón, por esta razón fue que decidí utilizarlo.  Este nos brinda diversidad desde una misma raíz, lo que permite la comparación de los términos feminismo/feminidad desde el contexto de la cultura.  Expresa lo que se considera como el alma colectiva de la mujer o transmitirá un ideal feminista.

Una tibia mañana de un sábado del mes de octubre, tuve la oportunidad de sentarme a dialogar con esta erudita autora.  La conversación tomo vida y las palabras rompieron barreras y no había ningún tema fuera de los límites, lo que muchos reporteros llamarían ‘una entrevista desde el corazón’.  Su humilde sencillez cautivo mi admiración y su habilidad y disposición para contestar hasta las preguntas más atrevidas, hizo que mi trabajo fuera más ameno y divertido.  Las siguientes preguntas solo son un minúsculo extracto de nuestra conversación total y responden a la dirección en que he decidido guiar este trabajo.

En su más reciente publicación ‘Mujeres sin Edén’ (2007) usted recoge una amplia galería de hombres inseguros de sí mismos (Andros, en el cuento La puesta del sol; Alfonso, en el cuento El epitafio) ¿Cree que la inseguridad o la ambivalencia son características de los hombres? ¿Acaso dedujo esto por experiencias previas?

Empezaré contestándote por el final. Pienso que todo escritor parte de experiencias conocidas, sean estas propias o vicarias. En este sentido mis relatos recogen unos rasgos precisos en los que se resumen las visiones de una o más mujeres, incluyéndome a mí misma.

En cuanto a la caracterización de mis personajes, no creo que sea tan difícil encontrar ejemplos de ellos por la vida; es decir, son tipos literarios y estereotipos mundanos. Evidentemente, al resaltar esas características de debilidad, la voz narrativa, con la que no siempre me solidarizo, cree que la mujer, por lo general,  es más fuerte de carácter y no da marcha atrás en las decisiones.

Si reparas en un personaje como Juan Antonio Borrás, el “héroe” protagonista de La llamarada de Enrique Laguerre, no te será difícil, ni raro, entender el planteamiento de Andros o Alfonso, personajes que de alguna manera huyen, sin quererse ir, no dan la cara ante las situaciones que demandan una respuesta rápida o toman su tiempo, a veces demasiado tiempo para decidir. Frente a estos personajes, las mujeres de mis relatos son decisionalmente más rápidas, sin que les importe una posible equivocación al respecto.

Se pueden ver personajes hombres que hacen sufrir a sus respectivas parejas. Ellos hacen todo, desde tratarlas con indiferencia hasta ser alcohólicos ¿cree usted que la mayoría de los hombres hacen sufrir a las mujeres con su forma de ser en particular los que sufren alcoholismo?

En mi libro hay un solo cuento que trata de manera incidental el alcoholismo, ‘Balada de la vida breve’. Aunque en él retrato una familia disfuncional, mi sátira va dirigida más bien a las actitudes vivenciales de aquéllos que ven el trabajo maquiavélicamente como un camino necesario para el retiro, sin ocuparse de trascender en él o dejar alguna huella digna de emularse. De ahí mi insistencia en el lema “Pa’ el tiempo que me queda dentro mejor me …. dentro”. Y, ya refiriéndome a tu pregunta más general sobre el sufrimiento que provoca el alcoholismo, puedo decirte ahora que, precisamente tengo en mis manos la edición del libro de Alcohólicos Anónimos en Puerto Rico, los testimonios son impactantes. Siempre recordaré, en términos literarios el tratamiento que da el escritor uruguayo, Mario Benedetti, a los efectos maltratantes del alcoholismo en un cuento como ‘Réquiem con tostadas’

En el cuento La puesta del sol, usted como narradora implícita entra al relato para repara en que “los hombres no sabe vivir solos” ¿acaso usted propone que el hombre es inestable y necesita siempre de una mujer que lo cuide o lo guíe?

Bueno, la pregunta puede contestarse sin mí, tan sólo observando la realidad actual. Por ejemplo, en Puerto Rico, donde la mayoría de la población es femenina  y su oferta es tan variada como en todas las partes del mundo: jóvenes, viudas, solteronas, esposas de otros, profesionales, prostitutas… un hombre siempre encuentra compañía en términos humanos, con independencia de si son egoístas o no, si manipulan o no, si aman o chupan la existencia. Siempre recordaré el caso de una buena amiga a la que su compañero le repetía incesantemente “Yo nunca me moriré solo, siempre tendré una mujer al lado” La carga emocional era la de “Si no funciona lo nuestro, no importa, siempre existirá otra mujer”. Yo dudo que mi amiga suplantara afectos con tanta frialdad.

En el cuento El epitafio vemos un hombre que aleja a su esposa de su familia para así poderla controlarla mejor ¿con cuánta frecuencia usted cree que ocurre esto?

La familia siempre ha sido y es aún la seguridad que nunca falta en la vida de un ser humano. La mujer que yo retrato vive en otro país sustraída de lo suyo. El hombre, aprovecha la circunstancia de tenerla sólo para él y la confunde con La fierecilla de Shakespeare, sólo que a ésta no la doma, sino que la pierde, pues con su comportamiento maltratante lo que produce es terror y asco. Al final, ella logra liberarse de él. La decisión la ha podido tomar gracias a la referencia de su propia familia donde los padres no abusaban uno de otro, sino que se completaban y a las muchas lecturas donde se ve retratada en otro marco.

En todo el libro no pude encontrar un solo hombre que hiciera feliz o completara las expectativas de su pareja ¿acaso esto es un sentimiento de usted hacia los hombres o es efecto de la tonalidad del libro y su audiencia predilecta?

Tu pregunta me hace sonreír y hasta sonrojarme. Te explico. Yo no soy homófaba, soy una mujer normalísima cuyos mejores amigos- y subrayo aquí lo de amigos como derivado de amistad-  son hombres. Mi experiencia sentimental, que puedo ver ya a mis 57 años con placidez y no como vorágine, ha sido un caudal de riqueza y no de desgracia, pues aun en lo que ha tenido de negativa, me ha enseñado a no perder mi centro de mujer. Y creo que aquí está la clave de la contestación: el centro de mujer, si no lo pierdes, te permite ver toda experiencia sentimental diáfanamente, con tranquilidad, con ternura y sin ferocidad. Esto es la consecuencia mejor de quien confiesa que ha vivido. Hay un poeta chileno, Pablo Neruda, que escribió un libro magnífico y vital  ‘Confieso que he vivido’ donde las mujeres vuelan con gran celeridad,  mientras él se limita a contarlas en poesía. Creo sinceramente que la mujer puede vivir con igual intensidad que el hombre, pero es más consciente de las heridas que produce o que la infieren a ella. Pero ésta es otra clave del relato: las heridas.

¿Por qué se enfocó más en los desamores y sufrimientos de la mujer y no tanto en sus relaciones felices?

Porque lo otro, la felicidad, es más propio de los cuentos de hadas y no de la realidad. Y, en todo caso es tan efímera, que no da para mucha literatura y, créeme, esto en otras palabras lo dice Borges, el escritor argentino que sin ver, lo sentía todo. También, porque pensé en la mayoría de las lectoras y en un código íntimo, tan inteligible como paradójico en todas: el desamor del amor.

En el cuento La fiesta expresa al final, refiriéndose a la razón por la que la protagonista se aleja del personaje masculino: “…no aportaba ninguna explicación a su vida” ¿Las mujeres se entregan a hombres que las completan? ¿Es ésta su visión o un estilo colectivo?

Realmente el final está en función precisa de un amor en particular, cuyos rastros se persiguen sin resultados. La protagonista se enreda en una relación amorosa con el amigo de su antiguo amor que la había abandonado sin razón. Tan pronto se da cuenta que ese hombre no le puede descifrar las razones del otro se aleja.

Sí parto del concepto platónico de la otra mitad, aunque pienso en la completa autonomía de las mitades- en eso me alejo quizá del colectivo -por eso proyecto la idea de  plenitud como algo difícil de alcanzar. Si has leído la ley del amor, de Laura Esquivel, las trescientas reencarnaciones que, aproximadamente, ella propone como necesarias para el encuentro de las almas gemelas, te pueden dar la dimensión exacta de lo que propongo: el paraíso ausente.

En el cuento Carmen La juglaresa sentí que para la protagonista los recuerdos valían mucho ¿Cuán importantes son los recuerdos para una mujer?

La mujer es una enciclopedia de emociones, por eso se la acusa de sentimental. Decía francisco Umbral que recordar es volver a pasar una cosa por el corazón. Yo creo que la mujer sabe de este arte porque es menos viajera y más anclada en su puerto. Si te fijas, en la contraportada hay una frase: “La mujer es una cazadora de experiencias inolvidables”, es una Diana cazadora.

¿Qué importancia tiene el erotismo en la vida de las mujeres, a la vista de su cuento “Carmen La juglaresa”.

La mujer, contra lo que se piensa, no es un ser de rutina convertido en un estereotipo de madre, hija o esposa, la mujer cuando es mujer es otra cosa. Es aquí cuando se despoja de emociones para vestirse de sensaciones. Con ellas juega, se evade, se libera y reconoce la otra dimensión del placer propio, y no ajeno, de ser mujer. El personaje de Carmen juega a ser juglaresa y a cantar sus poemas de amor por la vida. La importancia del erotismo la vio muy bien un poeta como Octavio Paz en ‘La llama doble’.

En el cuento El intruso, aparte de todas las interacciones, la idea que sobresale es que la mujer es la peor enemiga de la mujer ¿Por qué toca este punto?

Obviamente porque creo en él. Toda mi vida he contado con mejores amigos que amigas. En los hombres es menos común la envidia. Su sentido de competencia es otro, más dirigido a los hechos que a las formas. Las mujeres, a veces, quieren absorber personalidades que no tienen  y, como amebas, fagocitan a otras personalidades más seguras y originales. La envidia las consume.

Me inspiré en la ‘Oda a la envidia’ de Neruda para escribir este cuento y en las fábulas orientales que animalizaban las actitudes humanas. Las ratas son sinónimo de astucia rastrera. Neruda dice “Son como ratas de navío/ se meten por todas partes/… Existen porque yo existo”. Se refería a sus detractores que impedían su nominación para el Nóbel de Literatura.

¿Cree que los patrones de feminismo y machismo son creados por la sociedad?

Sí. La sociedad y la religión, así como la propia familia genera estos patrones. El “papito” o  el “negrito”  que se dice de cariño a los hombres, ya indican en su tierno diminutivo lo poco que se les exige y la carga maternal que inyectan, liberadora de ciertas responsabilidades. Y es que el hombre no tiene por qué guardar su honor, el honor es una cuestión de mujeres desde la edad media para acá. La religión, desde la historia bíblica ha repudiado la idea de placer en el matrimonio, para sacralizar la procreación. La mujer que no paria se repudiaba y otra venía a ocupar el primer lugar. La servidumbre del cuerpo es viaje y no sólo en términos de prostitución, como ves. La sociedad, por otra parte, sigue aferrada a la tradición familiar que consagra estas conductas y es incapaz de atender propuestas más igualitarias incluso fuera del matrimonio tradicional.

El feminismo fue una respuesta necesaria, cuyos efectos han favorecido la vida de las mujeres en general. Yo que no soy feminista porque considero que con ser mujer tengo bastante, reconozco su contribución.

¿Cuánto de este libro considera autobiográfico?

Difícil precisar el cuento. Sólo te puedo asegurar que escribo sobre algo, cuando ese algo que he vivido, visto, observado, escuchado, leído… trabaja en mi mente bastante tiempo, de forma que, sin querer, lo voy elaborando, ampliando, cambiando según sus posibilidades. Es decir, siempre parto de lo conocido y no forzosamente lo conocido es autobiográfico. Entra la experiencia ajena, lo vicario.

¿A quien desea que llegue este libro?

Yo escribo para comunicar a hombres y mujeres. Todo tipo de hombres, todo tipo de mujeres. Contiene una nota que ha de agradar a las feministas: la asertividad y creo que algo de intención hay en ello.

¿Cuál es su visión de hombre? ¿Por qué lo describe de esta forma en el libro?

Mi visión del hombre es generosa. Sólo que la estructura y tema del libro del que da buena fe el título me ha obligado a detenerme en cierto tipo de hombre: el que escoge mujer, no importa cual; el que se divorcia para ver si el juego resulta; el que abandona por cobardía ante situaciones de enfermedad; en fin… Pero, aclaro que el libro es una visión parcial del hombre y ¡A Dios gracias!

¿Quién o qué es su mayor inspiración?

Mi inspiración fundamental son las lecturas que he ido asimilando durante toda mi vida y se han quedado ahí como un acervo de lecciones vitales, estilos únicos, ambientes excepcionales… ellas siempre iluminan la estructura que deseo para mis libros. Fíjate en las partes y las citas anticipatorios de mi libro y te darás cuenta de cuanta relación tiene con la historia y las técnicas que empleo. Luego, en segundo término, la vida como contraste de los libros, de lo aprendido, que a veces hay que desaprender.

¿Existe el hombre y la mujer perfecta?

La perfección no existe, por lo cual no vivo desilusionada. Pero, en la búsqueda, encuentro gran satisfacción, gran aventura, gran proyecto vital… tanto en mi interior, como en lo que me rodea. Hay personas con las que desarrollo gran afinidad porque, sin presentaciones, nos reconocemos en esta búsqueda única de unicornios.

¿Cuál es su experiencia con los hombres?

Una experiencia normal, de encuentros y desencuentros que si me ha marcado ha sido positivamente, pues es a través de otros que consigues el verdadero conocimiento de ti mismo. La experiencia es un espejo necesario.

¿Usted cree que el amor es posible?

Por supuesto. En mis cuentos las divagaciones no son sobre la posibilidad de alcanzarlo, sino más bien sobre la imposibilidad de mantenerlo.

Como usted nos dijo que le habían preguntado, ¿existe un Edén para las mujeres?

Sí, en la imaginación, en la idea del amor, existe un lugar único de comunión de dos almas. Pero en mi imaginario no tiene el ambiente paradisiaco, ni la manzana, ni la serpiente coquetona sobre mis pies desde que supe que era una historia mesopotámica y no bíblica. Radica, más bien, en momentos sumamente fugaces dignos de conservarse como reserva sentimental en época de sequía. El Edén no es un lugar es una estrella fugaz.

¿Por qué comenzó en el prologo con extracto tan triste que simboliza la soledad y el miedo? ¿Acaso las mujeres están destinadas a estar solas?

Qué cosa, jamás pensé que el prólogo fuera triste. Cuando cito a María Zambrano, la única mujer de la Generación española del 27 que debió de entender lo que era escribir desde la soledad mejor que otras mujeres de su época, no pretendí ser triste,  sino ofrecer la dimensión de la psiquis femenina que necesita siempre la soledad, el cuarto propio del que hablaba Virginia Wolf, para trasmitir su verdadero yo. Si observas bien, yo he tratado de meterme en la psiquis de 11 mujeres diferentes y he tenido que aislarlas y sentarme con ellas a solas para retratarlas mejor.

No creo en un destino tan fatal para las mujeres. Pienso que, mientras las miradas masculinas persistan en su narcisismo machista, la mujer, aunque esté acompañada, se sentirá sola.

¿Cómo explica los lazos que crea la feminidad entre las mujeres?

La mujer estuvo mucho tiempo callada, Los hombres “decían” a las mujeres. Cuando éstas lograron “decirse” no sólo a ellas mismas, sino a los hombres desde el punto del yo femenino, las mujeres se vieron retratadas en su mudez, en sus condiciones aisladas. Comenzó la comunidad femenina a sentirse identificada con unas mismas situaciones y en esa identificación se halló la fuerza, el valor, para trascender en todos los campos. La literatura como aglutinador del pensamiento femenino ha sido vital.

Luego de esta conversación, se aclaró todo: este libro trata de promover el sentimiento de ser mujer, de feminidad.  Pero, es evidente que también se promueven ciertas creencias feministas y de manera indirecta y no intencionada la desconfianza en la figura masculina.  Esto último lo digo porque, si se hace una lectura superficial del libro, parecería que se destaca la ineficiencia, la insensatez de la figura masculina, muchas personas se detendrían en esto y lo tomarían como cierto y jamás pensarían que hay mujeres que se comportan de igual manera.  Si hay algo que me convence y me hace sentir mejor es el saber que este libro acompañará a todos los lectores y nos da una idea de lo que hay dentro del corazón de una mujer.  Según lo leído y lo investigado, pude deducir que la diferencia de la feminidad en el contexto cultural es la forma en que se expresa y no en lo que es el sentimiento matriz.  Lo entendido y la idea que se impregnó en mí, es que las mujeres sienten y valoran los sentimientos que los hombres damos por inservibles o que olvidamos, no por nuestra culpa, sino porque no se nos ha enseñado a sentir a vivir.  En él se contrasta la compasión, con el erotismo; por otro lado convive la verdad con la mentira, la paz con la desesperación. Con cada lectura este libro brinda o desenmascara nuevas y reales verdades, lo cierto es que en él hay de todo para todos.


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